Por mandato real el dictador había sido recluido a la existencia en la superficie, en lo que más odiaba, como un escarmiento impuesto por la corte atlante que le imputaba los males que ellos mismos habían deseado: La guerra; con altanería aceptó su sanción, pedante e intransigente se retiró al viejo faro donde conllevaría su vida con su hermano mayor.
La noche era templada, serena, la hora del conticinio y ambos hermanos cenaban, como habitualmente lo efectuaban a las ocho, como era costumbre para el regente pues el primogénito inclusive olvidaba hacerlo; Arthur se posaba en la parte superior, otorgando el anverso a Orm, fijando su mirada en los etéreos y prodigiosos movimientos del joven al comer, sin realizar ninguna resonancia. La afonía absoluta en paralelo a sus bruscas y toscas sacudidas que provocaban el sonido de sus cubiertos.
— Nemo. — Fueron las palabras que salieron durante una de las tantas cenas que se llevaban en silencio, a Arthur no le incomodaba que su hermanastro prefiriera mantener distancia pero añoraba algún acercamiento con aquella efímera y perfecta criatura.
— ¿Eh? — Ladeó un poco su rostro ante lo señalado. — ¿El pez? — Deslumbró, podría ser que el blondo descubriera la película de Disney en algunas de sus exploraciones a los objetos humanos.
— ¿Cuál pez? — Le cuestionó, pues en los años que poseía en el reino marino jamás había escuchado de un pez con dicho nombre; sin embargo no recibió la respuesta correcta, continuó con su conversación. — El capitán Nemo. — Recargó su dorso en el respaldo de la silla, relajando un poco su postura y ubicando ambos cubiertos en la parte derecha sobre la servilleta. — Debiste escuchar de él, en algún momento. —
— No, jamás. — Reafirmó.
— No me sorprende. — Suspiró con pereza; algunos recuerdos remontaban viejas memorias de la infancia, cuando un ser de la superficie era aclamado por su raza, y como este deseaba ser parte de ellos. — Aquel hombre siempre fue. — Generó una pequeña pausa ante los recuerdos, uno tras otro se aglutinaban. Arthur se mantenía quieto, hermético ante el inusual comportamiento de su hermano, intentando poder entender de quien hablaba pero, le era imposible, entre su poco interés a cualquier cosa que creyese inútil para su vida. Orm se reacomodo sobre su asiento, dispuesto a terminar con ello, ante la cara de interrogación que se tenía en su contrario. — Sólo olvídalo. — Con la punta de la servilleta limpio la comisura de sus labios, retirándose del comedor; deseaba acercarse un poco más a su hermano, admitía que deseaba conocer el calor familiar que le fue arrebatado por las creencias atlantes, en su fondo necesitaba una cercanía con Arthur, lo deseaba, lo imaginaba pero el orgullo era un delimitante.
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Esto lo quería subir en época de sembrina, sin duda con mucho atraso, no pude terminar a pesar que lo había divido en partes para subirlo en tiempo y forma.
Quiero agradecerles por sus lecturas y votos, este libro me asombra las lecturas que ha tenido y el amor que le han dado, no encuentro las palabras adecuadas para el agradecimiento que siento a vosotros en tomar un tiempo para leerme.
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Drabbles Atlantes
أدب الهواةA miles de kilómetros de la superficie se esconde un reino, la gran Atlántida; con incalculables tesoros y tecnología de punta. La reina dio a luz a dos herederos sanguíneos el mayor Arthur el cual era mitad atlante y mitad humano que vivió en la su...