PRÓLOGO

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Dos historias destinadas a ser una, la vida se encarga de poner a cada ser en su lugar, el universo se ríe frente a una vidente y se encarga de cambiar el rumbo de cada ser...

En un lugar dentro del bosque, entre los árboles, la maleza y criaturas místicas, se encontraban dos individuos disfrutando de un tranquilo paseo, retozando entre la naturaleza y disfrutando de su simple presencia. Habían realizado una caminata bastante larga, por lo que decidieron reposar en un lugar más cómodo, la dama de rojiza cabellera observó una pila de hojas las cuales consideró lo más cercano a favorable, tomó de la mano a su pelirrojo, casi rubio rojizo compañero y se recostaron suavemente, gozando de sus caricias y momentos maravillosos. La luna iluminaba un escenario precioso, el cual constaba de dos seres, amándose a pesar de todas las adversidades, un par de cuerpos desnudos abrazándose y formando uno a partir de éste simple acto de amar, sin necesidad de intimar, sin necesidad de besar, sin siquiera hablar.

Al pasar de todo, podían pasar horas ahí, sintiéndose protegidos de toda adversidad, así pasaban horas, aunque no todo es maravilloso, un ruido los hizo levantarse, caminar hacia el ruido y ¿Su destino? Un árbol el cuál había crecido torcido el cual parecía, que tuviese un nido en el centro y que varias hojas formaran una bella manta color naranja por culpa del otoño presente, al asomarse, pudieron ver un par de niños recién nacidos dormir algo inquietantes, tal vez el viento los había hecho sentir frío y buscar la compañía del otro los hacía mantener algo de calidez y seguridad, al observarlos abandonados, el par de enamorados decidieron acogerlos y proclamarlos sus primogénitos, para cuidarlos y mostrarles lo maravilloso que era el amor y la vida. La dama y el caballero acogieron cada cual, una criatura, en ese instante, sus ojos chocaron con su ahora protector. El azul metálico de una cabecita roja con el verde grisáceo del hombre y el verde hierba de una cabecita roja con el iris dorado de la mujer. Ambas criaturas rieron a la par y una fina lluvia acompañada de un suave viento cayó sobre el lugar.

En ese instante, los amaron aún más, definitivamente era la prueba que necesitaban para decidir que debían permanecer unidos. Miraron a la luna, ésta susurró dos nombres, lo hizo tan quedo, que prácticamente sólo era una ventisca más, pero ambos sabían lo que significaba, ambos sabían que éste era un nuevo comienzo.

¿Quién iba a decir que el ser humano perdería ese magnífico don de amar? Que a pesar de las circunstancias no aprendería de sus errores ¿Quién diría que les importaría muy poco lo que el universo les otorgaba? ¿Quién pensaría que las consecuencias de sus actos les costarían un final aterrador? ¿Algún día se formarían en base a sus faltas?

Pues bien, estás eran las preguntas que realizaba mí querida Losine, cuando era tan solo una joven de 16 años...

¿De verdad el destino está escrito?

AdonisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora