E P Í L O G O

658 95 24
                                    

El día del entierro de SeHun, llovió.
Recordé que SeHun quería que la próxima vez que lloviera saliéramos, pero creo que fui el único de los dos en salir para remojar mis penas en gotas de lluvia.

Me sentía terrible, no tenía ganas de nada.

Lloraba desconsoladamente bajo las sábanas de mi habitación, esperando a que SeHun hiciera lo mismo que yo hacía con él; ir a su casa y jalarle las mantas para que saliera.

Esas dos semanas intenté ser fuerte, pero no podía.

¿Dónde se habían ido las ganas de comer?, ¿dónde se había ido la poca felicidad que me quedaba? Ah, claro... Con él.

No comía, tenía náuseas, dormía más que de lo normal, estaba totalmente destruido, los anti depresivos se habían vuelto mis mejores amigos ahora más que nunca.

¿Qué podía hacer en ese momento?

Mi psicólogo ahora me notaba peor.

Me la pasaba tomando antidepresivos, pero sentía que no hacían efecto.

Ya no salía de mi casa si no era para ir al psicólogo, no salía de mi cama, no hacía nada.

Todo giraba en torno a mis pensamientos negativos y a los recuerdos que SeHun me había dejado que cada día me dolía más.

Al menos los amigos de SeHun eran buena onda y sabían que yo estaba más destruido que ellos y me traían helado. Sí, el helado quita las penas.

Cada noche soñaba con él, soñaba con lo que vivimos, soñaba con mis momentos junto a él, y así, no quería despertar jamás.

Pero yo no pude mucho con esto. Me dolía demasiado. Un dolor en el pecho me seguía todos los días.

Sentía que ya no quería vivir, y ¿para qué?, si ya no tenía ningún propósito, ya no tenía a quién secar sus lágrimas, no tenía a quién cuidar, no tenía a quién darle mi amor,... No tenía a SeHun.

Aquellos malestares y síntomas de la depresión que yo había creído que se habían ido hace un tiempo, al parecer estaban parados en mi puerta, esperando a que la felicidad acabara en algún momento, que acabara como todo.

Con SeHun sentía que mi depresión estaba curando, pero a la ida de él me di cuenta que no, que seguía en mí y jamás se iría esta asquerosa enfermedad.

Un día decidí ir al parqué, pero no hice más que dañarme a mí mismo; en aquel lugar recordaba aquellas veces en las que con SeHun paseabamos por ahí, pero ahora esos sólo eran recuerdos.

Me estaba dañando a mí mismo. Veía a las parejas felices dándose amor, abrazados o besándose y sentía como mis labios dolían al ver este último.

Necesitaba una caricia, un beso, un toque o algo de SeHun, no sabía el qué, pero lo necesitaba.

Me fui de aquel parqué, sin saber que era la última vez que lo visitaría.

Al llegar a casa lloré aún más de todo lo que acostumbraba a llorar en el día.

Había comprado una pastilla... ¿Para qué?, pues para ir de regreso con SeHun.

depression ; sehoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora