1. Never part of any crowd.

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Había mas de uno que pensaba lo mismo.

Hacía poco más de siete años que ese pueblo comenzó a cobrar forma a las afueras del espeso bosque. Sus casas eran pequeñas y sus comercios aún muy recientes, a lo mucho, tenían cierto reconocimiento por ser el punto en que mejor se apreciaban los atardeceres y por tener las tierras más fértiles para el cultivo. Pero no dejaba aún de ser muy pequeño, perfecto tal vez, para aquellos que buscaban comenzar algún tipo de nueva vida lejos del bullicio.

Silenciosamente se concordaba en que nadie podría esperar una gran vida ahí. En que nadie que tuviese los pies en la tierra pensaría en mudarse ahí para lograr cualquier cosa.

Quizá, en parte, eso fue lo que lo impulso a tomar ese camino.

Shunichi Ibe, a expensas de todo comentario ofensivo que pudiese recibir, era un empedernido inventor que hacía poco había comenzado a tener dificultades para mantenerse económicamente. No era que fuese malo en lo que hacía, pero eran muy pocas las ocasiones en las que sus inventos llamaban la atención del público e incluso más reducidas las ocasiones en las que alguien se atrevía a invertir en ellos. Tenía la meta de crear algo que pudiese ayudar a mejorar el mundo de alguna forma, trato muchas veces de innovar con aparatos electrodomésticos o modelos que mejoraran la calidad de vida, pero no importaba lo noble que fuese su causa, sus ideas eran demasiado rebuscadas y por de más complicadas, cosa que llevaba muchas veces a que los resultados fueran máquinas estorbosas en lugar de ágiles. Aveces parecía que se negaba a ver la realidad, dándole siempre más prioridad a sus creaciones antes que a los pequeños trabajos que conseguía para financiárselas.

A la larga, como era de esperar, no pudo seguir sosteniéndose más en su hogar natal en la ciudad. Quizá, por eso compro una casa en ese pequeño pueblo. Quizá solo porque, cumpliendo todo esto, fuese más barato costearse la vida y, aunque no lo dijera en voz alta, estaba la idea de que nadie más se acercaría a molestarle intentando inútilmente bajarlo de las nubes.

Quizá si, quizá, quizá no.

Él llego a sus manos en algún momento del primer año que paso en el pueblo.

Una tarde en la que regresaba de sus compras habituales se encontró con un paquete frente a su puerta; Una canasta en la que, a su distancia, solo se notaban un montón de mantas apiladas de forma brusca y una nota atada en el asa de la misma.

Le pareció, en un primer momento, algo surrealista.

Se volvió incluso más cuando se dio cuenta de que en el montón de mantas mal dobladas había un pequeño bebé de cabello oscuro, durmiendo tranquilamente sin saber nada y la nota en el asa era, según entendió, el garabato de un nombre casi ilegible.

En su, entendible, pánico instantáneo estuvo a nada de salir corriendo en busca de alguna iglesia u orfanato en la que dejar al pobre indefenso cuando, se detuvo.

A mitad de abrir la puerta, a mitad de alcanzar el pomo, solo, se detuvo, observando la expresión dulce y tranquila que tenía el pequeño mientras dormía. Observó como este se acurrucaba más a su cuerpo en busca de calor, como este encontraba la seguridad y calma suficiente para caer dormido en sus brazos. Observo, sin ninguna razón, como el parecía sentirse seguro a a su lado.

Quizá, las cosas serían distintas si instantes después tampoco se hubiese tomado el tiempo suficiente para descifrar el nombre escrito en el papel.

"Eiji Okumura"

Quizá.

•|ꕥ|•

"Buenos días" saludo desde la entrada del sótano Ibe, sorprendido de encontrarse con Eiji a esa hora de la mañana, no porque estuviese despierto, sino porque se estaba alistando para salir. "¿A dónde planeas ir?"

Something hidden in his eyes [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora