Capítulo 1: Soy sólo un suicida más

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Vegeta es un chico de 15 años de edad, cursa actualmente el tercer año de secundaria. Se caracteriza por su peinado que asemeja a una flama. A simple vista parecería que está molesto todo el tiempo puesto que siempre tiene el ceño fruncido y su voz es grave, pero eso es muy alejado de la realidad. Él es idéntico a su progenitor; tiene un hermano menor de 13 años llamado Tarble, su cabello también asemeja a una llama creciente, y tiene un mechón de cabello que cae por su frente. Contrario a Vegeta, él es adorable, tiene un aspecto de alegría y bondad. Su papá y su mamá se llaman Vegeta y Judith, respectivamente.

Hace mucho él era un chico de buenas calificaciones que, si bien no era muy sociable, tenía varios amigos con quienes podía pasar el tiempo. Su seriedad solía repeler a la gente, pero quienes lograban acercarse, más a él se daban cuenta de que era una gran persona. Sí, era.

Dicen que la vida cambia de un segundo a otro. La suya, un día, dio un giro inesperado.

Todo comenzó una noche de invierno. Su madre llevó a Tarble a casa de su amigo, en ese entonces su hermanito tenía 10 años y el 12. A las ocho de la noche Vegeta fue a recogerlo, él era el encargado de ir por él, dejando que ellos pudieran disfrutar de una cena romántica como pareja en alguno de los restaurantes a los que acostumbraban ir.

Todo era normal esa noche. El viento frío de la temporada acariciaba sus mejillas en el trayecto, y la luz de las farolas encendidas iluminaban su camino. Tarble era sostenido de la mano por su hermano mayor, ya que él siempre se distraía y se podría quedar atrás y perderse.

A lo lejos observaron a un hombre, tenía una botella vacía en la mano delatando su ebriedad. Aquel sujeto se acercó a ellos a pasos torpes. Miraba al niño de pies a cabeza, su mirada estaba llena de lujuria que se alcanzaba a apreciar pese a su alcoholismo. "Corre" dijo Vegeta, y ambos corrieron hasta llegar a su hogar. "Entra, en un momento regreso", le dijo al menor. Él se encerró en la casa, así que el mayor se regresó a donde estaba ese hombre.

Quería reclamarle pero también enfrentarlo, los estuvo siguiendo a paso torpe y era peligroso. Es decir, ¿y si llegaba a su hogar y por su borrachera hacía una tontería o causaba problemas? Llegó a donde estaba ese tipo, pero no estaba solo: había otros dos sujetos con él. Pensaba en regresarse, pero alguien lo agarró con fuerza de la espalda evitando que se fuera.

Mientras tanto, en su casa, Tarble al no ver a sus padres ahí, salió corriendo en busca de su hermano. Llegó y vio que lo tenía agarrado con fuerza, además forcejeaba para liberarse. El miedo lo paralizaba, además de que era muy pequeño para entender qué le pasaba al mayor.

—¡Corre!—gritó Vegeta al ver a su hermano menor, no quería que lo lastimaran, era sólo un niño y su trabajo era protegerlo.

—Vaya, creo que tendremos a dos juguetitos—dijo un hombre de cabello morado. El pelinegro tragó saliva al entender eso.

—¡Déjenlo a él! —gritó desesperado, soltando un suspiro de alivio cuando vio que el menor salió corriendo.

Entre los cuatro, lo llevaron a un callejón. Lo desnudaron y lo empezaron a tocar ignorando por completo las suplicas del adolescente. El alcohol les había producido gran apetito sexual, y lo pensaban liberar con aquel pequeño niño de ojos negros. Ahí su inocencia se había perdido, una mancha en su persona que iba a ser casi imposible de superar. 

El tiempo siguió corriendo, las manecillas del reloj jamás detuvieron su paso.  Sus padres llegaron, acompañados del pequeño que los había guiado. Lo llevaron al hospital, afortunadamente ese desangre que tenía no fue tan grave.

Sin embargo a partir de ese día ya no fue el mismo. Dejo de comer, y cuando el dolor interno era demasiado se empezó a hacer cortadas en los brazos intentando distraer el dolor de su alma, lloraba todas las noches, sentía que su vida ya no tenía sentido.

La situación que le daba consuelo a su ser era que, esa noche, si no hubiera regresado con ese hombre los hubieran seguido a casa, muchos del vecindario sabían dónde vivían. Si eso hubiera sucedido, podrían haberle hecho eso a su hermanito o a su mamá, eran demasiado fuertes y su padre no hubiera podido hacer nada contra todos ellos juntos.

Pero... eso no calmaba su dolor. Vegeta cambió, ya no era el mismo de antes. Se alejó de todos, se volvió más callado de lo usual, dejó a sus amigos. Simplemente quería morir.

Sus padres intentaban ayudarlo, pero era imposible. Por más que intentaban sacarlo de la depresión en la que se veía sumido no lo conseguían. El menor tenía un gran conflicto mental por el cual se despreciaba y se impedía avanzar. ¿Acaso alguien querría a un chico con esa clase de pasado? ¡No! ¡Nadie querría eso! La forma en la que lo habían ultrajado era motivo para que todo aquel romance que ansiara fuera limitado y jamás correspondido.

Resignado a que su vida sería un infierno de soledad, lo único que quería era morir. Ese dolor lo seguía carcomiendo por dentro, y seguramente, jamás se ira. Vivía reviviendo el evento noche tras noche durante pesadillas, tan reales que era imposible ignorarlas.

Ahora, después de un año y medio, sigue sin superarlo. Ahora es alguien frío, orgulloso, serio y a veces grosero. Pero todo eso es porque está herido. Se quiere quitar la vida, y eso nadie lo ha notado, solo ven un poco de su tristeza, pero jamás ven la gravedad de su pesar.

Él podría compararse con un ángel por ser un alma pura, pero que lamentablemente se había manchado. Habían apagado la llama de su alma, y necesitaba que alguien volviera a iluminar su camino y su vida.

Hasta ahora, nadie lo había conseguido, agotando las esperanzas en que su vida volviera a ser la de antes.

Mi novio suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora