Capítulo 14: Sin ti, la vida no es vida

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A pesar de la muerte de su hermano y su madre, Tarble había aprendido a vivir con ello. Se sentía un poco triste, pero su corazón se alegraba al saber que ahora estarían en un lugar mejor, juntos, y sobre todo felices. Además, sabía que lo cuidarán desde donde quiera que estén.

Otra cosa que le ayudaba mucho era el apoyo de Raditz. Le gustaba mucho cuando lo sentaba en sus piernas, como los niños pequeños cuando ven a Santa Claus en el centro comercial, y le hablaba al oído, cuando lo consolaba y le decía muchas veces "te amo".

—Tarble, despierta—decía Raditz al menor, quien se había quedado dormido leyendo un libro en el suelo de su habitación. Había llegado, su padre le dejó pasar y se fue a quién sabe dónde, probablemente a un bar para ahogar sus penas.

—¿Eh?—decía aturdido. Se talló los ojos para poder ver con más claridad—. Ra-Raditz...—dijo sonrojado.

—Tu padre se fue, y me pidió que te cuidara—explicó y lo cargó, para colocarlo sobre su cama. Se sentó en la orilla y volteó a ver al techo.

—¡Pero si puedo cuidarme solo!—dijo haciendo un puchero infantil.

—No sé, no quiero que te pase nada. Por eso me quedaré contigo hasta que él vuelva—le dijo completamente decidido.

—Pero...—no pudo terminar de hablar porque escuchó un ruido proveniente de la sala.

Ambos pelinegros bajaron corriendo, y pudieron ver a Goku. Estaba sentado en el sofá, viendo hacia el frente. Tenía los brazos completamente vendados.

—Kakarotto, ¿no deberías estar en casa?—preguntó el mayor.

—Quería pedirle algo a Tarble—dijo y se puso de pie. Tomó al menor de la mano y comenzó a caminar—. A solas... —agregó y siguió caminando. Subieron las escaleras y, temblorosamente, entró a la habitación que era de Vegeta.

—¿Qué necesitas?—preguntó y vio cómo él tomó la almohada y la abrazaba con fuerza, después se sentó a la orilla de la cama.

—¿Puedo... puedo quedarme con... eso...?—preguntó señalando una pequeña libreta que estaba arriba de la mochila que usaba el de cabellera en forma de flama al ir a la escuela.

—¿Eh?—un poco confundido se acercó, tomó la libreta que tenía escrito "Poesía "—. Creo que puedes quedártela—dijo comprensivo de que aquel muchacho quisiera algo de recuerdo de aquel chico que amaba.

—Gracias—murmuró. Apenado, y con la vista perdida, decidió preguntar otra cosa—. ¿Y... puedo... quedarme con una... fotografía...?

—Sí...—dijo. Fue a su habitación y regresó, para entregarle una fotografía de hace dos años, en la que sonreía alegre. Esa fue de la ocasión en la que Vegeta había ganado el concurso de ortografía de la escuela.

—Gracias—la tomó y sonrió un poco al ver la imagen.

—Si quieres, puedes quedarte también con la almohada—dijo y se sentó a su lado.

—No... vendré más seguido, me gusta estar aquí... Espero no ser molestia.

—No, para nada—dijo con una sonrisa. Se dio cuenta del múltiple vendaje que estaba en sus brazos—. ¿También comenzaste con eso?

—...—no dijo nada, solo asintió lentamente.

—Vegeta lo hacía muy seguido. Siempre nos preocupó, pero él no se daba cuenta. Creo que tampoco nosotros nos debamos cuenta de su dolor—comentó nostálgico.

Mi novio suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora