004|¡Algo de amor Uchiha!

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Los planes marchaban como debían ser desde un principio, todos habían desaparecido excepto Konan y Pain

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Los planes marchaban como debían ser desde un principio, todos habían desaparecido excepto Konan y Pain. Ambos aún con esperanzas de cambiar el mundo en que habían crecido.

Obito se recuperaba lentamente, el dolor en el pecho persistía, pero sabía que si lograban su cometido, en ese instante finalmente dejaría de doler, al final del camino todo estaría mejor.

La tarde era ajetreada, los planes iban y venían, estaban sobre la mesa y eran descartados de manera rápida como si nunca hubiesen sido válidos. El calor era bastante notorio ese día, el verano estaba cerca.

Su frente y nariz estaban aperladas debido al sudor causado por el asfixiante verano al acecho. Se quitó la máscara y la puso a su lado, no lo soportaba un segundo más, con la manga de su capa se secó el exceso de sudor, de repente todo estaba demasiado caliente, incluso donde se encontraba, debajo de la tierra en aquella cueva olvidada.

La capa de nubes carmesí terminó en el piso junto la máscara y a el montón de pergaminos que fueron descartados en el proceso de selección.

Sus ojos pesaban y pronto terminó exhausto debido a las horas de trabajo y a el calor infernal, sólo fué un segundo en el que su mejilla izquierda tocó la fría mesa del centro, pero ese segundo fué suficiente para hacerlo caer dormido.

Sus ojos se abrieron sólo al sentir el tacto frío y suave en su frente, pasó por sus cabellos negros y acarició su nuca. Sus ojos no pudieron enfocarse lo suficiente para saber quién estaba en el lugar, pero sus oídos se agudizaron al escuchar el pesado suspiro justo a su lado.

Quería moverse, quería pestañear y enfocar su vista en aquella persona, pero no podía, estaba paralizado y se sentía impotencia.

Sus fosas nasales se llenaron del extravagante aroma a flores, era como estar en medio de aquel campo de florecillas amarillentas que tanto le gustaba a Saeko. Saeko. Saeko. Era ella.

Intentó moverse, pero la presión en su pecho volvió, cuando finalmente todo terminó y sus músculos le respondieron se dió cuenta de que estaba soñando. Abrió los ojos de golpe e inspeccionó la habitación, no había nadie, nadie además de él.

Se levantó de la silla en la que estaba cómodamente sentado y comenzó a caminar hacia la salida, aún hacía un poco de calor, pero nada que no pudiese soportar. Estaba ya bastante lejos de su escondite cuando se dió cuenta que no llevaba la máscara consigo, sus cicatrices podían apreciarse perfectamente con la luz del atardecer sobre su rostro, su capa también había quedado atrás, pero poco le importó, su mente estaba en otro lado recordando una pequeña sonrisa torcida, unas mejillas pálidas, una voz fuerte y unas manos frías.

Se encontró a sí mismo extrañandola de nuevo.

Se sentó junto a un árbol, su espalda permanecía recta debido al tronco frondoso en la que estaba pegada. Tocó levemente su cara imaginando cómo era que ella lo acariciaba, como fué que no le importó su extraño y tosco aspecto.

Pero eso ya no importaba, ya no estaba aquí, no conservaba la esperanza de volverla a ver a menos que su plan saliera a la perfección, pero aún no tenía a todos los bijuus, aún no estaba ni por la mitad de su plan original. Se maldijo en voz baja mientras apretaba la mandíbula, sus dientes rechinaban y las venas en su cuello se marcaron.

No tenía nada de ella, ni una sola foto, ni un sólo cabello, nada más que recuerdos de una vida absurda.

Paró sus pensamientos en seco, estaba equivocado, tan equivocado.

¿No tenía nada de ella? Sí que era estúpido. Tenía algo, no, a alguien, una pequeña personita de ojos negros, piel pálida y rostro angelical que babeaba y balbuceaba cosas sin el menor sentido.

Algo de ella.

Algo de ellos.

Tarô.

Ella había elegido el nombre, casi podía sentir indignación por no haber participado en esa importante elección, aún así era lindo, además, si hubiese sabido todo desde el principio estaba seguro que ella habría elegido el nombre de todas maneras. Ella nunca perdía.

-Tarô- mencionó en voz baja-

Era lindo, un nombre digno para un Uchiha. Digno nombre de su hijo.

Cerró los ojos unos segundos, los párpados le pesaban un poco a pesar de haber despertado hace poco.

Su hijo, era raro de mencionar pues jamás imaginó tener un hijo con Saeko, era extraño, pero de muchas maneras reconfortante. Le hubiese gustado que ella le contara antes, mucho antes, pero Saeko Uchiha tenía el hábito de ocultar cosas importantes y guardarlas para sí misma.

El sol finalmente se había ocultado y Obito finalmente estaba dentro de la pequeña habitación.

Una cuna cerca de la ventana entre abierta, la pequeña cama y la respiración calmada. Itachi dormía plácidamente mientras el pequeño Tarô dormía en su respectiva cuna.

Obito lo tomó en brazos cuidando sus movimientos y haciendo el mínimo ruido posible, el pequeño bebé se movió incómodo mientras fruncía el ceño, pero eso sólo duró unos pocos segundo antes de que se calmara gracias al calor y familiaridad.

-Los bebés saben que eres su familia, tienen esa "habilidad" cuando Sasuke nació no dejaba que nadie además de mis padres, Itachi o yo lo cargara, me parecía bastante extraño-

-¿Por qué diablos crees que me interesa esa tontería?-

-Estamos conversando-

-No quiero conversar contigo-

Obito presionó un poco más el pequeño cuerpo de su hijo contra su pecho, estuvo en ese estrecho abrazo respirando el olor a talco y loción por unos minutos, era familiar, era acogedor, era cálido, estaba cálido y tenía ganas de llorar por eso.

Lo abrazó un poco más, un poco más, y un poco más sintiendo a cada segundo que pasaba que no podría devolverlo a la cuna, pero no era correcto, no podía llevárselo, no tenía nada que ofrecer.

-El amor es importante Obito-

-¿Lo es?-

-Claro, el amor crea guerras y las termina-

Amor, claro, pero un bebé no comía amor, no se curaba con amor y por supuesto el amor de Obito jamás sería suficiente, su corazón seco y su alma sucia jamás podrían ofrecer el amor que su hijo necesitaba.

-Tarô Uchiha, tus padres te amaron profundamente y tanto como sus corrompidos corazones les permitieron- Obito depositó un beso en la frente pálida y dejó al bebé en la cuna para que siguiera durmiendo-

Usó su kamui para huir del lugar.

Itachi se giró en la cama y pudo ver la luna a través de la ventana medio abierta, Tarô seguía dormido y el no podía evitar pensar en el desafortunado par de padres que tenía su sobrino.

La otra Uchiha #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora