Convivencia

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La noche cayó y había terminado ya sus deberes. Mañana no había misa así que tendría un rato libre para él. Intentó dormir pero una vez más, el sueño le asustaba, era un sueño que cada vez que se repetía, le aterraba más, y más.

Provocándole insomnio, el cual no quería admitir, que lo ocasionaba.

Ese día sería completo para él, en verdad se merecía un descanso, Thomas también saldría ese día, según dijo, con unos amigos, que por cierto, hasta ahora no le había conocido alguno, así que la sola idea le agradó.

Se vistió como cualquier persona, un pantalón de mezclilla cualquiera y una playera, la cual era azul marina con una raya naranja dibujada de hombro a hombro. Su cabello rubio despeinado, y sus ojos azules eran lo que más resaltaba en su figura, aunque bueno, también depende de que ángulo le estuviésemos viendo, si se hablaba por la espalda, había algo notorio que también llamaba la atención, importándole poco a la gente que fuera el párroco de su iglesia.

Apenas y salía de su oficina con llave en mano para cerrar la iglesia, que no era falta de confianza, pero si exceso de vandalismo, cuando una figura ya bastante conocida le esperaba frente al altar.

— ¿Que hace aquí Sr. Manhill? – interrogó con su muy acostumbrado tono calmado y respetuoso.

— Sé que hoy está libre. ¿Le invito a almorzar? – preguntó.

— No creo que…

— Disculpe, corregiré mi error. – apenas e hizo una leve inclinación con su cabeza en manera de disculpa y prosiguió. – Le invito a almorzar. – dijo ahora decidido, ya había borrado el tono en pregunta, ahora afirmaba y parecía seguro. – No acepto una negativa, así que… - Sebastian estiró la mano para que el otro caminara a la salida y Steve no pudo más que sonreír ligeramente y caminar.

Luego de una rápida discusión en la que Sebastian llevó a Steve a un lugar muy caro y lleno de lujos, bastante alejado de los territorios que el rubio habituaba. Se hallaban comiendo tranquilos.

— Ahora que está fuera de la iglesia, supongo podemos hablarnos como dos personas normales lo harían. ¿Puedo? – preguntó elevando un poco ambas cejas, imprimiendo en su expresión la duda.

— Solo hoy. – dijo asintiendo para confirmar sus palabras.

El lugar en que estaban era reservado, parecía una especie de privado, con un enorme cristal polarizado que permitía ver hacia la calle pero que impedía que les observaran desde fuera, la mesa estaba ubicada estratégicamente de modo que nadie en el restaurante, exceptuando a los meseros que venían a atenderles de vez en cuando, podían verles.

Tanta privacidad inquietó en cierto grado al rubio, quien no tenía la más remota idea de lo que estuviera pensando el ojinegro, pero tampoco se dejaría amedrentar, por lo que desvió sus pensamientos en otra dirección.

— ¿A qué se dedica? – pregunto no perdiendo la formalidad.

— Trabajo en una empresa familiar, somos una compañía que entre otras cosas se dedica a la publicidad, ayudando a las otras empresas en el aumento de sus ventas y al mismo tiempo, expandir el territorio de recepción para sus clientes, llevándolos incluso a otros continentes, según sea cada producto obviamente. – aclaró, hablando con la tranquilidad que parecía siempre poseer. – aunque en la familia hay muchas ramas, diferentes giros, pero todas son patrimonio Manhill. – mencionó.

— Vaya, por su apariencia se notaba que son adinerados, pero no imaginé que tuvieran tantos negocios. – declaró en sincera sorpresa.

— ¿Porqué hablas en plural? ¿Conoces a algún pariente mío? – interrogó, momento en el que Steve se percató de lo imprudente, aunque tampoco era cosa suya, y de cualquier modo, él, no mentía.

Pecaminosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora