Confusión

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Era casi increíble el simple hecho de pensar en que ya habían pasado un mes, un largo mes desde que habían confesado sentir algo más allá de la atracción por el otro, mucho más que el cariño. Lo que comúnmente llamamos, amor.

Sebastian y Steve salían en los días que tuviesen libres, no había beso de despedida cuando Manhill dejaba a Steve en la puerta de su casa, no había beso de llegada, al menos, no en los labios. Tampoco caricias que les llegasen a encender, eran como un par de amigos que sólo salían a comer, o a algún sitio que se les hubiese antojado.

Justo ese día, Steve no tenía nada que hacer y Thomas le pidió permiso para salir con uno de sus amigos que le solía visitar con frecuencia, aunque en ocasiones le visitaban en casa varios chiquillos, eran unos revoltosos, que a pesar de estar a nada de entrar en la adolescencia, no perdían ese toque de niñez, pero no le molestaba, ahora estaba tranquilo y solo en su casa. Sebastian había quedado en ir en cuanto saliera del trabajo para ver un par de películas y comer ahí mismo.

Se dejó caer sobre la cama y prendió el televisor, llevaba ropa casual, digna para un momento agradable y cómodo. Tomó el mando a distancia del aparato y comenzó a cambiar de canal, en realidad no veía mucho, no estaba prestando atención a nada, sólo esperaba escuchar el auto de Sebastian estacionarse para verle llegar.

Y sus deseos no tardaron en cumplirse. El carro apenas y se escuchó estacionarse. Un par de minutos después, la puerta resonó ante unos cuantos golpes dados. Steve se puso de pie, y con una sonrisa enmarcando su rostro, se dirigió hasta la entrada para recibir a su visita.

— Sebastian, pasa. – mencionó al recién llegado.

El aludido asintió y pasó, dejando en la mesa un par de películas y algunas bolsas de mandado que pasó a comprar, entre ellas iban incluidas varias botanas. Apenas desocupó sus manos, abrazó a Steve por la cintura, hundiendo su rostro en la curvatura del cuello ajeno, sintiendo ese típico aroma que el rubio solía usar. Besando después la mejilla del chico.

— Te extrañaba. – mencionó besando después la frente.

— Yo también. Vamos a comer, seguro tienes hambre. – cambió el tema, tomando su mano para llevarle al comedor. Comieron algo que Steve había preparado previamente, Sebastian no le tomó mucha importancia, se había llegado a acostumbrar a comer esas sopas instantáneas que tanto le gustaban al rubio. Aunque en un principio le hubiese costado mucho trabajo el tragarlas.

— ¿Te gustan éstas películas? – Steve tomó el par de cajitas en donde venían aquellas y las miró. – Dijiste que te gustaba lo fantasioso, la ficción. Eso fue lo más interesante que hallé de esos géneros, y no quise comprar toda la tienda de películas sin saber. – bromeó.

— Te dije que no era necesario que compraras las películas. – sonrió. - ¿Cuando me va a hacer caso Sr. Manhill?– reclamó acercándose al moreno, Steve sonrió con grandeza al ver la expresión de falsa ofensa en el otro. – Estas dos están bien, aunque según tengo entendido, ambas historias son una trilogía, así que tendremos que ver después la continuación de las dos. – aclaró mirando la reseña que venía tras las cajas.

— Yo no tenía la menor idea.

— Vamos a verlas. Voy a preparar las botanas y tú ve y prepara los DVD. – pidió poniéndose de pie. Sebastian le tomó de la cintura sentándole en sus piernas.

Steve se sorprendió de la acción, y sólo atinó a colocar sus manos sobre los hombros del otro.

— Sebastian no… -

— ¿No qué? – indagó sonriendo de lado. – No te estoy haciendo nada. – elevó sus hombros restándole importancia, mientras su sonrisa no se desvanecía.

Pecaminosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora