Desde hace mucho tiempo, más del que podría alguien contar, existía una tierra donde no había ningún ser racional, donde la magia era la energía y la vida, donde ésta era tan pura que casi tenía consciencia propia.
En un momento de la historia esa magia empezó a tomar forma, a tener voluntad, comenzaba a tener la necesidad de ser un alguien. Poco a poco, con dificultades, con tiempo, con lo que podríamos llamar fe, nacieron cinco seres. Cinco seres racionales, mágicos y poderosos que fueron aprendiendo a tener sentimientos, a apreciar la vida y querer que hubiera más.
Con su ejemplo comenzarían a encarnar más voluntades, se forjaron más lazos, pero eso llevó a la avaricia, a querer estar a la par de Los Cinco. No era el querer seguir en el poder, simplemente ellos decidieron que no estaban listos aún y que la forma de estarlo era consiguiendo llegar al centro del mundo, el lugar desconocido, casi prohibido que nadie se ha atrevido a acercar, y los pocos que lo han hecho no han salido jamás, ni se han visto prueba de que lograran pasar de los seres más "pacíficos" de los alrededores de la entrada al centro.
Esa es la leyenda mítica que todos saben desde que encarnan. Pero después de ello algo pasó, se fundó una ciudad y la manera de llegar a ser "apto" para ser un sexto ser era siendo el más fuerte de la ciudad, aunque en realidad es un mito, un rumor de la comunidad, sólo para elevar el ego de los fuertes, pero no indicados.
Así, en toda la historia de La Capital del Espíritu, desde que nacieron Los Cinco, sólo el género masculino había podido cumplir el objetivo de encarnar; ser más fuerte, más sabio y más hábil.
Las pocas féminas que podían volverse un ser tenían un cuerpo muy débil, no habían podido ser más fuertes, no podían cumplir el objetivo de la encarnación, no podían ser reconocidas, sólo les servía como seres de fuerte fe pero cuerpo débil.
Pero cuando yo era niña recuerdo no haber sido débil, recuerdo el sentimiento de poder luchar, de poder hacer algo más.
-¡Quinn!- Escuché la voz de Ania, mi mejor amiga por así decirlo, quien desgraciadamente y como toda persona con vagina aquí, trabaja de mesera en un bar.
-¿Qué pasa?- Me voltee para verla. Cada que la miro recuerdo que ella es la que me enseñó que en este mundo hay criaturas salvajes e indomables, magia poderosa incontrolable y personas que hacen que ese "in" antes de cada palabra ya no esté y logran montar gigantescas bestias y manejar a su gusto el arte de la hechicería. Ella me enseñó que hay libros llenos de historia de lugares peligroso y a la vez hermosos. Pero también me enseñó que, por alguna razón, eso era cosa de varones, de los fuertes. Porque las mujeres aquí no pueden luchar, no porque no quieran, simplemente son frágiles de cuerpo y ellas están bien así.
Al inicio creí que yo no sería la excepción, pero cuando estaba aprendiendo lo básico para trabajar como bartender un cliente pesado intentó simplemente violar a una mesera, a Ania, nadie hacía nada, incluso de fondo escuchaba la risa y comentarios morbosos de personas enfermas. Me hirvió la sangre. Ni siquiera yo sé qué o cómo lo hice, pero el mismo tipo que tenía firmemente sujeta a Ania estaba en el suelo inconsciente, junto a otros cuatro tipos, todos sangrando, golpeados. No quise causar más alboroto, que una don nadie como yo se putee a cinco aventureros simplemente haría más confusión y un gran conflicto. Así que corrí. Corrí a todo lo que me daban las putas piernas. Sin pensarlo me adentré al bosque y ahí me quedé. Pasaron años y de vez en cuando volvía a la ciudad a ver a Ania y a conseguir ropa de la que tuviera antojo o comida, pero aún así no me quedé más de un día.
Volví a fijar mi vista en Ania, pensé todo eso sólo por verla, en un instante repasé 18 años de mi vida. Muchas veces vengo sólo a verla, que esté bien. Desde ese día en el bar aumentaron mucho la seguridad, así que estoy más tranquila, pero aún así no me confío.
Pienso que debieron hacerle algo más a ese tipo por intentar violar a alguien.
- Queria saber si querías quedarte un poco más esta vez.- La voz de Ania me relaja y mi ceño fruncido por los malos recuerdos disminuye.
-Si me quedo, ¿Dónde dormiré? Recuerda que no tengo bienes aquí y sólo tú me conoces.
-Por eso mismo te invito a que te quedes en mi casa- Madres, lo dijo con una sonrisa tan tranquila.
Wey, en serio. Si lo dices así no puedo decirte que no. Después de meditarlo unos segundos acepté.
-Está bien- Le sonreí de vuelta.- Sólo dime dónde vives y más tarde iré. Primero tengo que conseguir algo en el mercado de la ciudad.- Antes de que me dijera dónde estaba su casa le puse la mano en la cabeza como cariño y luego de eso nos despedimos.
Me quedo pensando: Ania tiene un cabello muy hermoso, es castaño claro y largo y es pequeña a pesar del cuerpo tan voluptuoso que tiene. Es muy diferente a mi que desde hace ya unos años tengo corto mi cabello para que no estorbe y soy bastante más alta y realmente mucho más plana.
Cuando estaba cerca de mi destino, tranquilamente me puse la capucha de mi gabardina y fui rumbo al mercado, esperando encontrar lo que nos robaron.
Esta vez no vine a la ciudad porque necesitara algo en específico. Resulta que en lo profundo del bosque hay cristales mágicos que sin ellos las criaturas y plantas que subsisten de ellos entran en un estado crítico y probablemente... Mueran.
Estoy segura que el tipo que se aventuró a robarnos los venderá, estuve siguiéndolo, escuchando cada palabra. "Seguro valdrán bastante en el mercado", decía el hijo de perra.
Los voy a recuperar maldito malparido ladrón.Hey, hey, hey!
Qué tenemos aquí? Publiqué algo Alv.
Esto es un proyecto personal que va para largo. Disfruten si les gusta y si no esperen porque tengo unas tremendas ganas de hacer un fanfic de Haikyuu pero no sé cómo específicamente xd
Nos vemos~
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Quinn
FantasyCapital del espíritu. Un pueblo en medio del bosque de la zona más segura y calmada de todo Zens, un mundo de, literalmente, magia. Donde la disposición y fe es todo lo que necesitas. Un mundo donde la fuerza quiso dejar de ser sólo eso, quería enca...