Prólogo.

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Chloé.

Ya está otra vez. Escondo mi cara en la almohada, tapo mis oídos con ella. Los gritos siguen escuchándose. Una lágrima de impotencia se desliza por mi mejilla mientras me levanto de la cama.

Me dirijo a la habitación de mi madre, ni siquiera me molesto en llamar a la puerta.

—Mamá —murmuro—. ¿Te has tomado tus pastillas?

No sé por qué me molesto. Elle, mi madre, sigue gritando y sollozando. Suspiro y me paso la mano por la cara con frustración.

Doy media vuelta y entro en la habitación contigua.

—Jim, mañana tengo tres exámenes.

Mi hermano refunfuña y yo suspiro.

—Por favor —suplico.

Se levanta de la cama, me da un beso en la coronilla y entra en la habitación de nuestra madre para tratar de calmarla.

Mientras tanto, intento dormir en mi cama.

***

—¿Y qué tal anoche? —me pregunta Lydia, mi mejor amiga.

—Muy bien —miento, y sonrío.

Y entonces Sam, el Sam de último curso, el más deseado por todas, choca con fuerza su hombro contra el mío.

Sam.

—Joder, mira por donde vas —espeto.

Miro despectivamente a la chica de cabello caoba y ojos color azul que apenas me llega al hombro. Aunque debo admitir que es guapa y tierna, no tengo tiempo para ella, así que continúo mi camino.

Recorro los pasillos hasta llegar a la puerta cerrada del director, la cual abro sin molestarme en llamar.

—Pase, pase, señorito Sam.

Acepto, pero solo porque no me queda otra. Cierro la puerta detrás de mí con más fuerza de la necesaria y me siento de mala gana en la silla, frente a él. Cruzo las piernas y apoyo los pies en la mesa. El director Wren frunce el ceño, pero resiste sus ganas de rechistar.

—Hemos encontrado una botella de agua que guardaba vodka en su interior en tu taquilla, y tu profesor de francés ha vuelto a pillarte en proceso de fecundación con una alumna en una clase.

Sonrío divertido. Proceso de fecundación. En fin.

—Sí, ya. Verá...

—No vamos a hablar de ello hoy —me interrumpe. Lo miro confuso, y él se aclara la garganta antes de continúar—. Me han comentado... tus problemas familiares.

Enarco una ceja y bufo. Bajo los pies de la mesa y me levanto de la silla.

—Espera, Sam, espera. Tenemos que hablar de ello, puede que ese sea el núcleo de tu mal comportamiento. Que tu madre ejerza esa profesión no significa...

Me vuelvo hacia él, con los ojos centelleando en furia.

—Usted no sabe una mierda. Métase en sus jodidos asuntos.

Doy media vuelta y salgo del despacho entre maldiciones. Esperando en el banco para ser atendida por el director Wren, está Annie. Annie, la chica buena y puritana, la alumna diez más querida por todos los profesores.

Me sorprende que esté allí, pero tengo que atender mis propios asuntos.

Annie.

Sam sale del despacho del director enfadado. Me doy el lujo de mirarle unos segundos más del tiempo necesario y me levanto junto a mi madre del banco para entrar en el despacho.

Oscuros días de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora