Capítulo dos: Dan

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Dan.

—Qué royo —dice Stacy.

—Vaya mierda —corrijo.

Ella se echa a reír, pero yo hablo completamente en serio.

Estoy con el grupo de apoyo de paralíticos adolescentes al que mis padres me han obligado a asistir. Stacy es una de las integrantes, no siente las piernas, pero a parte de eso no tenemos nada en común.

Somos doce paralíticos en total y cuatro monitores. Ahora mismo estamos en la piscina, ocho sentados en el borde con las piernas a remojo, y los otros cuatro están siendo ayudados por los monitores a nadar.

Una sombra se acerca sumergida bajo el agua, toca con la mano la pared en la que estamos, y saca la cabeza a la superficie. Unos ojos castaños me miran con un brillo especial. La reconozco, es la chica que me saludó ayer en el instituto.

—Hola.

—Hola —respondo—. ¿Cómo... cómo te llamas?

Estúpido. Soy estúpido. Pese a eso sonríe complacida por la pregunta. Hace pie, y el agua le llega justo a la mitad de sus pechos dado a que estamos en la parte menos profunda de la piscina grande. Hago un esfuerzo muy grande por mirarle a los ojos.

—Kore —responde mientras hace pequeñas olas con los brazos—. ¿Quieres bañarte?

—Eh... —Miro mis piernas con nerviosismo. Creía que le había quedado claro mi minusvalía.

—Ya sé —dice, señalando a los monitores, a unos metros de nosotros—. Pero no hace falta un master ¿o sí?

Sonrío, pero no respondo. No la conozco de nada, y no soy muy fanático del agua, incluso la temo en cierto sentido. No puedo mover las piernas, no es difícil de comprender.

—Confía en mí, venga.

Quiero decirle que es una total desconocida, pero es tan guapa que al hacerlo me sentiría como un idiota. En vez de ello, me encojo de hombros y extiendo los brazos para que me ayude.

Una vez en el agua, me pasa los brazos por debajo de las axilas y comienza a nadar lentamente hacia atrás, moviendo sus piernas con lentitud. Veo a Stacy guiñarme un ojo, y yo solo puedo sonrojarme violentamente. Tengo mi espalda pegada a su pecho, y me resulta muy complicado no pensar en ello.

Comienza a dar vueltas, muy lentamente, y yo relentizo mi respiración mientras siento el agua golpear de manera relajada mi cuerpo.

—¿Quieres que vayamos más allá? No hay mucha gente.

Asiento, ya que ni siquiera me apetece hablar. Cierro los ojos con tranquilidad. Jamás antes he estado tan relajado desde que perdí la sensibilidad en mis piernas.

Nos alejamos hacia la parte profunda de la piscina, pero no me preocupo porque parece que Kore nada de maravilla.

—Serás zorra —grita alguien—. ¿Así me rechazaste para venir con el mongolo este?

Abro los ojos y veo a Noel cerca del borde del agua, mirándonos. Trago saliva con fuerza, de repente toda mi tranquilidad se ha esfumado.

—Cállate —responde Kore.

—Cogedla —ordena Noel a sus dos amigos.

Kore ahoga un grito y da media vuelta para nadar rápidamente hacia donde está mi grupo de apoyo. Obviamente, los chicos nadan mucho más rápido que ella. No tienen que llevar a un inútil paralítico a rastras.

Comienzo a hiperventilar con nerviosismo.

—Mierda mierda mierda —masculla.

Tres segundos más tarde, uno de los chicos la agarra y la aleja de mí a la fuerza. Kore comienza a retorcerse con verdadera furia, pero los dos chicos son más grandes y fuertes. No hay nada que hacer.

Trato de calmarme y respiro hondo. Estoy flotando a duras penas. Entonces se acerca Noel, justo a mi lado.

—Mira lo que le va a pasar a este gilipollas, Kore. Y todo por tu culpa —dice.

Kore grita.

—¡Noel! ¡No, no, no lo hagas! ¡NO!

Pero es tarde. Me pone una mano en el pecho, me mira con burla, y me hunde bajo el agua. Chapoteo con fuerza, únicamente con los brazos, pero soy incapaz de salir a la superficie. Trago agua y comienzo a sentirla entrar a borbotones en mis pulmones. Es una situación de lo más desagradable.

—¿Para, Noel! ¡Joder para de una puta vez! ¡Que lo dejes! —sigue gritando con fuerza Kore.

Pero su voz ya es un murmullo para mí. De un momento a otro, todo se vuelve negro.

***

Oigo una dulce voz murmurando. La distingo casi al instante. Es Kore. También siento algo en mi mano, me la está agarrando con fuerza.

Abro los ojos lentamente y sonrío al verla cernida sobre mí.

—Oh Dios mío Dan, perdóname —suplica—. No era mi intención. De verdad, de verdad, lo siento.

Estoy en la enfermería de la piscina. Lo sé porque sigo con el bañador y porque ya he estado antes.

—No ha sido tu culpa.

Se muerde el labio y se pasa por el pelo húmedo su mano libre. Después sonríe feliz.

—He tenido que decir que era tu novia.

Abro los ojos de par en par y siento mi corazón palpitar con fuerza contra mi pecho.

—¿Qué?

—Es que si no, no me dejaban quedarme. Han llamado a tus padres, pero no han podido venir. Están trabajando.

Arrugo las nariz. Mis padres siempre están ocupados y no hacen nada más que contratar personas para que se ocupen de mi cuidado. Ni diciéndoles que casi muero ahogado en la piscina se molestan en venir a preocuparse.

Kore parece comprender mi enfado, porque me da un apretón reconfortante.

—¿Cómo he salido?

—El socorrista —responde—. Noel y sus amigos están en comisaria.

Asiento y suspiro con pesadez. Le pido que me reincorpore y ella lo hace con gusto, apoyando mi espalda en la pared.

—¿Has rechazado al increíble Noel? —digo con notable sarcasmo.

Ella pone los ojos en blanco.

—Es un gilipollas ¿no crees?

—Casi muero por su culpa. ¿Tienes que preguntarlo?

Se ríe entre dientes y mira por la ventana. Ya está anocheciendo, y teniendo en cuenta que estamos entrando en verano, deben de ser por lo menos las diez.

—Puedes irte a casa si quieres —le digo.

Ella niega y me sonríe tranquilizadoramente.

—Yo te llevo.

Voy a rechistar, pero prefiero no hacerlo. Me quedo callado y con su ayuda, salgo de la camilla y me acomodo en mi silla de ruedas. Alcanzo mi camiseta gris y me la pongo para después hablar con la enfermera.

Quince minutos después, Kore y yo paseamos en dirección a mi casa, y yo no puedo borrar esa sonrisilla idiota de mi cara.

Oscuros días de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora