Capítulo Primero.

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El día había empezado bien, sin embargo ahora estaba realmente agotada y, ¿De qué? Su mente no asimilaba el gran esfuerzo que su cuerpo hacía por mantenerse de pie para preparar el desayuno del día siguiente, aunque sabía que nunca lo probaría: volvería a interesarse mas por el próximo chisme escolar o alguna pareja incómodamente formada que por su estómago. Entró a la habitación deseando que su mascota no se hubiera despertado por el ruido, el reproche de su "madre" en cuanto abrió la puerta no cambiaría los felices momentos que vivió hace unos instantes... Llevaba la ropa impregnada de olor a vainilla. El bote completo se derramó sobre su suéter morado, ése que tanto odiaba y  simplemente se había dedicado a sonreír en vez de limpiarlo; era una situación vergonzosa frente a la persona que mas extrañaba en esos momentos.
Si aquella chica pudiera definir la palabra intenso, no podría... Su vocabulario aún no la entendía. Tal vez la palabra intenso era el beso que había visto al lado del cuarto donde habían guardado los balones y cuerdas empolvadas, el movimiento casi automático entre 2 personas que se esfuerzan en mantener la farsa de su amor podía ser emocionante e intenso. 
Se mantuvo con el pensamiento en una mano mientras cambiaba su ropa perfumada por una prenda holgada para dormir, mañana tendría que lavar ese suéter.
Llevaba días imaginando aquel momento, ella observándolo desde la lejanía reuniendo las fuerzas suficientes para hablar, entonces, tendría miedo de que la conversación no fluyera quedando un silencio sepulcral dando a entender un rechazo instantáneo. Luego se marcharía de su escondite descartando la idea.
Pero hoy fue diferente, porque hoy reunió sus fuerzas y contuvo sus nervios mientras discutían de un libro con pasta gris.
-No me gusta ese libro...- dejó las palabras al aire esperando que él las recogiera y siguiera el ritmo de la conversación.
-Solo lo estaba hojeando, ¿De verdad no vale la pena?
Definitivamente, su voz es más grave estando cerca; con sus ojos café oscuro sentía que le traspasaba la piel.

-Es como si fuera una novela para el desayuno, no te llena lo suficiente o no es lo que realmente esperas. Es una chica con una amiga toxica y un patán que canta en su banda, al final descubre que su amiga le robó el teléfono y se deshace de ella, el chico recapacita y se da cuenta que en verdad la ama, después de unos años se casan.- cerró la boca al instante, no quería hablar de más.
- Que conmovedor...- colocó el libro en la estantería, hizo una mueca y volvió a tomarlo sonriendo.-Puedo leerlo de todas formas, tal vez me guste ¿Que personaje se salva de tu crítica?.
-Creo que se llamaba Connor.
-¿Realmente no estás segura? ¿Lo odias tanto que se te olvido?

No respondió, la pregunta no estaba archivada para esa conversación. Debía decir algo gracioso para aminorar el daño o igual de bueno para restarle importancia.
-Tranquila me pasé, ¿Porqué ese te agrada?
Sintió que había leído su mente, ese "tranquila no te lo pienses demasiado" llevaba rato que no lo escuchaba. Se acomodó la mochila disipando sus nervios más feliz que antes.
-Es porque tiene un sueño, a diferencia de los demás el tenía su vida arreglada y eso le frustraba. Culpaba a su madre de no darle libertad u opinión suficiente pero era el mismo quien se detenía en su meta.- En eso admiraba al personaje.
-Si durante toda la novela tiene esa actitud, no me gustaría ser su madre escuchando quejas.
-Tendrás que leerlo...- bajó la cabeza lista para pedirle su nombre e invitarle un café, no le importaría preparárselo.
-Te e visto muchas veces por aquí.
-Ammm yo trabajo aquí.
-¿Y por qué no llevas tu uniforme?
-Es solo los fines de semana pero me gusta tanto el lugar que vengo constantemente.

Ambos sonrieron, fue la primera vez que lo miraba a los ojos. Pudo apreciar su rosto lo suficiente para grabarlo en su memoria: sus ojos con el tono más oscuro del café los hacía apáticos, profundos, serios. Sus cejas eran lo más expresivo de su cara que se curveaban dentro cuando sonreía, era moreno y más alto que ella, tenía fácilmente 13 lunares y tristemente solo memorizó 4 uno debajo de su boca, otro en la ceja derecha y 2 debajo del cuello. En ese pequeño instante tuvo que contener sus gritos y antes de perder la razón, apartó la vista apenada.

-¿Porqué trabajas aquí?
-Mi tutora es conocida de la dueña, insistió que debía salir y hacer algo productivo con mi vida.
-Rodeada de tantos libros y café debes estar hundida en pensamientos.-Aquel diálogo sonaba más para si mismo.
-¿Y si te hago uno?
-¿Un qué?
Juntó sus brazos y apunto al mostrador, el sonido de las pulseras asimilada a los cascabeles para gatos.
-Me gustaría. Pero tendrás que agregarle vainilla al final.
¿Desde cuando se puede hacer eso?
-¿Por qué vainilla?
El chico se encogió de hombros, como si le avergonzara su propio comentario.
-Porque sí.
Se dirigieron al mostrador, evitando la fila de clientes, la mayoría se veía ansioso, una consecuencia del poder de la cafeína. Ella saludó a una chica con frenos como pretexto para pedirle usar las maquinas.
Él se mantuvo en todo momento aparte, fuera del contexto, pensaba en la confianza que debían tenerle todos para que su presencia no resultara un problema y observaba con detenimiento cada uno de sus movimientos, no le importaba incomodarla. Cuando le pidió un frasco con la esencia tardó mucho en encontrarlo, al dárselo un chico con una bandeja en la mano lo empujo haciendo derramar su interior sobre el horrible suéter morado de ella; tuvo que haber hecho una cara muy graciosa porque él estuvo a punto de reír... Y ella también, aunque su suéter goteaba su idiotez la dominó y comenzaron las risas sin sentido.

Juntaron varias servilletas para absorber el líquido olvidando sus vasos. Ella termino por quitarse el suéter ansiosa por llegar a casa y dejarlo inundar su cuarto con su olor. Era noche ¡Pero no lo suficiente! Se animó a pensar, él tomó sus cosas y se llevó el libro consigo para pedirlo, la ficha decía que debía devolverlo en una semana y la miró, posiblemente estaría enojada.
-Perdón por eso.
-No pasa nada.
-Y también perdónenme por reírme en lugar de hacer algo.
-Eso es lo de menos -apretó los labios incómoda.-Te gustaría, o bueno no sé, ¿Qué seamos amigos? -entrecerro los ojos y sonrió débilmente. Lo dijo en voz baja como si él se hubiera convertido en un secreto.
Ojalá diga que sí.
-Sí , pero debo irme.
-¡Te veo mañana en la escuela!- en cuanto lo dijo la chica entro en un cuarto de empleados para exprimir la ropa sin prestarle más atención.
Él se quedo un momento en el umbral asimilando todo, no recordaba haberla visto, miro la pantalla de su celular y las llamadas perdidas de su novia, marcó su número y se fue.

Desahuciado Olor A VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora