Capítulo Segundo.

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Al día siguiente motivada por su creciente hambre salió de la cama y  arrastrando los pies fue a la cocina donde se encontraba su tutora, parecía lista para darle un sermón sin embargo, la recibió con un vaso de leche en mano y espero a que se sentara para hablar.
-¿Por qué llegaste tarde? Quería cenar contigo...- por el sonido de su voz parecía más dolida que enojada.-
-De verdad lo siento Jade, intentaba quitar la mancha de mi suéter y perdí la noción del tiempo.
-¿Lograste quitarla?
-Es vainilla, tendré que tallarlo varias veces.
-Yo podría llevarlo a la tintorería de camino al trabajo, mis chamarras también necesitan una limpieza...
-Muchas gracias Jade.
-Soy tu madre, no necesitas agradecerme -Le dio un beso en la frente y salió del comedor.

Ojalá fueras mi madre de verdad. Lanzó una maldición por lo bajo, sintiéndose culpable por pensar de esa forma;  Aquella mujer se había hecho cargo de su educación y todas sus necesidades básicas desde hace un año.

Buscó en la despensa galletas y se decepcionó al no encontrar nada, resignada tomó la leche de un trago repasando mentalmente los posibles errores que podrían surgir durante el día. Presurosa salió de la cocina para cambiarse de ropa.
Iba a ser un día importante ya que hablaría con el chico de la cafetería, quería saber su nombre lo antes posible y las ganas verlo de nuevo la hacían sentir obsesiva. Necesitaba tranquilizarse, ambos estaban juntos en 3 clases y parecía que en ninguna había notado su presencia pero este día, sin duda, la notaría.

Se despidió de Jade y cuando comenzó a bajar las escaleras del edificio recordó que había olvidado sus audífonos, apretó los puños y siguió su camino, primer error de 150.

ÉL.

-Tengo tanta hambre...- dijo por tercera vez, creyendo que no la había escuchado.
-Sabes, es curioso que lo digas ya que yo te pregunté antes de recogerte si habías desayunado...
-Claro que lo hice pero vamos, ¿No podrías dejarme bajar y llevarme algo para el camino?.- Amaba el tono de su voz y sintió compasión por ella.
-Ah, desde luego.
-¿Estás jugando?
-El autobús no se va a detener solo para comprar algo, si te bajas tendrías que esperar el siguiente.
-Es una suerte que estés conmigo.
-Debe ser por todas esos té que me obligaste a beber.
-O por el simple hecho de que te sigo gustando... -lo miró como si esperara a que dijera algo y después lo besó.

Al llegar a la escuela, separaron sus manos y se fueron por diferentes direcciones.
El chico se dio una vuelta, la miraba como si fuera la última.
Subió las escaleras buscando la clase correspondiente: ciencias 2 horas de examen, por suerte había pedido una carga extra de ansiedad está mañana.

Ella.

Las primeras clases por muy aburridas que fuesen estaba esperando impaciente el momento en el que lo vería entrar, el aula era helada, sus amigos haciendo bromas pesadas y hablando de trivialidades hacían que sus nervios se disiparan. Llevaba puesto por encima de la blusa escolar un suéter azulado con líneas blancas en los bordes, era su favorito y esperaba usarlo en un lugar especial; desde luego la escuela no estaba contemplada pero ¿Qué más da? Hoy estaba feliz.

Cuando el chico entró al aula no pudo evitar mirarlo, fuese como si su llegada tomara toda su atención por más mínimo movimiento alguno. Él ni siquiera se fijó en ella o su alrededor, se sentó con los audífonos puestos y sacó una libreta para empezar a hacer garabatos.

La inseguridad contenida en su pequeño cuerpo estaba por estallar. Se acercó con cautela repasando una y otra vez el saludo que estuvo practicando desde hace un año.

-¡Buenos días! Soy la chica de ayer, je...-Recargó su mano contra la banca, de tal forma que pudiera forzar su mirada. Que rayos fue eso? La chica de ayer? Sonaba como una acosadora.

El chico con pluma en mano levantó la vista, como si estuviera acomplejado de su propio ser apartó la mirada y se quitó los audífonos mientras garabateaba círculos indefinidos en su libreta. Ella esperó que de nuevo sus palabras no quedaran en el olvido y sintió enormes ganas de revolver su cabello.

-Claro que te recuerdo, te tiré encima endulzante artificial hace unas horas...

-Si... Bueno, no fue la gran cosa.

-Me alegro. -Inclino la cabeza concentrándose en un nuevo dibujo.

De nuevo, esto va mal. Si se quedaba plantada frente suyo sería incómodo pero, de lo contrario, no volvería a prestarle atención en la siguiente hora. Tal vez lo estaba aburriendo. Tal vez no quería hablar con ella o con alguien por ahora. Tal vez se lo estaba pensando demasiado.

-Um ¿Sabes algo? Es demasiado extraño que no te hubiera visto por aquí antes ¿En dónde te sientas?

-¿Ves esa banca llena de rayones? Justo ahí, llego muy temprano solo para buscarla - dio un brinco y corrió hasta su lugar para después sentarse y saludarlo. Sus bancas estaban demasiado alejadas: La de ella se encontraba cerca de la esquina del fondo y la de él cerca de la puerta, junto a un cartel renacentista. Cuando terminó de agitar su mano y darse cuenta de que estaba haciendo el ridículo volvió a acercarse al lugar del muchacho que la esperaba con una sonrisa torcida.

-Ya que estamos con preguntas ¿Puedo saber tu nombre? -se quedó congelada, el chico asintió con la cabeza y acto seguido escribió su nombre en el papel.

-Ahora el tuyo.

-Pues... bueno yo... -le arrebató la pluma de las manos e hizo lo mismo.

-Un nombre común...- lo dijo clavando la vista sobre la hoja.

-El tuyo es muy extraño, será difícil recordarlo. 

-Es lo que hay, no necesitas recordarlo.

Ay no.

-Me gustaría hacerlo, creo que somos amigos.

-Perdona, no me explique bien, es solo que si te resulta tan difícil como dices, me basta con que ubiques mi rostro...

Ay no!

-Era una broma.

-Ah...- Fijó sus ojos en ella -¿Por qué esperaste tanto para hablarme?

-Porque tenía miedo.

-¿De qué?

-De lo que pudieras pensar de mí.

-Ahora mismo es divertido hablar contigo...

-¿Ah sí?

-¿Qué te parece si me cambio a un lugar cerca del tuyo? Así tendrás el privilegio de tenerme cerca- Lo dijo tranquilo y seguro, ella no pudo contener su emoción y agitó la manga del chico asintiendo con la cabeza. Se incorporó pesadamente arrastrando su mochila, al parecer ella no comprendía el significado de aparentar o  vergüenza y dejó sus cosas en una banca pequeña a su lado; Se miraron y sonrieron satisfechos antes de que un maestro llegara e interrumpiera el momento.  

Saltaba a la vista lo contenta que se sentía, ojalá sus mente no estuviera a punto de colapsar.

-Aquel chico que te mira a lo lejos, ¿Es tu amigo?

-Ah? -Salió de sus pensamientos y miró hacia la puerta entre abierta donde se asomaba un muchacho visiblemente frustrado haciendo señas para ella, dirigiendo el pulgar hacia su cuello en señal de odio. Ella juntó sus manos como si estuviera pidiendo perdón y se concentró en la clase que estaba por comenzar.

-Y entonces ¿Lo conoces?

-Sí, es... es mi... amigo.

El chico bufó por lo bajo, las miradas de todos le incomodaban y se limitó a mirarla. Parecía distraída, a punto del colapso. No quiso involucrarse, odiaba los dramas.

Ella se quedó ahí, sin decir nada.




Desahuciado Olor A VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora