Miro a los ojos del tiempo y mi libertad bosteza,
Enamorado de un reloj huraño, de su flaco sonido que a momentos me apena.
Agujas suicidas que a segundos pesan en el alma,
Agujas cobardes, sin sentido de libertad se niegan a dejarme solo,
Dolor que endulzan las horas distantes.
Es el silencio que se queja en un acto de desesperación,
buscando en las paredes algún pensamiento de persistir en dichos minutos.
Está el saco de carne que por ponerle etiqueta es tu cuerpo,
Y tus manos temblorosas, reposadas en la mesa, inmunes a cualquier aleluya de dios.
¿Este reloj es un maldito sin esperanzas?,
que sin piedad algúna, dispone su tiempo al castigo del inocente.
Antipático y soberbio objeto, berdugo del tiempo,
Que en las noches sangrientas de nostalgia, le lleva recado al olvidado.
