Prólogo

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    ¿Sabes que son las parejas destinadas?

  Puedo explicártelo con un cuento que solía relatar mi mamá antes de dormir, solo que a mí no me quedará tan bien como a ella.

  Al inicio de todo, antes de las guerras, la tecnología y la vida surgieron dos seres, uno brillaba cual sol y el otro era más oscuro que el mismo espacio.

  Ambos seres se amaban más que nada, eran unidos, se necesitaban. Eran dos piezas de rompecabezas, al estar separados mucho tiempo se sentían tristes, vacíos. Por una conexión en sus almas hacía que, a pesar de todo, pudieran encontrarse.

  De pronto una gran explosión creó la vida, los planetas, y los separó. A lo largo de los años han tratado de volver a juntarse para ser uno otra vez y dejar de lado ese dolor que sentían por dentro.

  Se dice que, por ello, se crearon las tres razas, para saber quien es tu pareja y volverse uno. Las parejas podían formarse por distintos motivos, pero había unas que eran más especiales, que sobrepasaban los límites del entendimiento.

  Las parejas destinadas son aquellas que, a pesar de los sentimientos y las acciones, están destinadas a amarse, eso porque, según la leyenda, son las almas de los seres que tratan de reencontrase una vez más. No todos tienen uno, y no siempre lo pueden encontrar, por eso se dice que si encuentras tu media mitad no debes dejarla ir.

  Recuerdo que mi mamá no dejaba de repetir una y otra vez esa historia, a tal punto que mi infancia se basó en buscar a mi otra mitad, mi destinado. Al crecer se me pasó un poco la locura por el tema, pero nunca dejé de lado mi deseo, hasta que entré en celo por primera vez.

  Mis padres no podían creerlo, su hija menor era alfa. No era algo tan raro, lo raro era que yo tenía 5 hermanos y todos habían sido omegas, sin importar sus géneros. Al declararme como la raza dominante se sorprendieron y festejaron sin parar.

  Al saber que era una alfa dejé de lado esas leyendas de pequeña, yo siempre creí que algún día un alfa vendría a buscarme y seríamos uno para siempre, pero cuando supe que no sería así me decidí a solo hacer mi vida, sin importar las parejas.

  Los celos los pasaba encerrada, nunca fuí de esos alfas agresivos que se aprovechaban de los otros, ni abusaba de mi poder. Para mí no había rangos, solo personas. El hecho de que un omega o beta intentara darme órdenes nunca me ofendió. Tuve que acostumbrarme a vivir junto a muchos omegas, por lo que estaba acostumbrada a tratar a ellos como iguales.

  En mi trabajo también habían muchos olores, ninguno demasiado llamativo. La mayoría de omegas tenían los mismos olores dulces y empalagosos, y los alfas solían tener olores más serios y ácidos. Al parecer que mi familia esté llena de omegas algo me tenía que dar, y fue mi peculiar olor a fresas y vainilla.

—Rubí, necesito que busques unos papeles en el piso de arriba.—Mi compañero me miraba algo desesperado, como si lo necesitara de muerte. Sabía que podría buscarlas él mismo pero que no tenía ganas de moverse.

—Claro, pero que sea la última vez Steven.—Me reí, ese chico siempre lograba sacarme una sonrisa, incluso sin hacer nada.

  Subí las escaleras, tranquila. No solía estar mucho en ese piso ya que no era necesario, pero no me preocupaba, no me dirían nada malo por ir allí.

  Al llegar me encontré una situación algo tensa. Una gran alfa estaba gritándole a una omega, la cual bajaba la vista sin decir nada. La mujer estaba a punto de golpearla pero me metí en medio, recibiendo el golpe.

—¿No te enseñaron a respetar?—Pregunté algo enojada, no me gustaba meterme en problemas pero de verdad que no podía soportar a la gente que se creía mejor solo por ser alfa.

—Tú cállate, bien que se merecía el golpe.—Su tono de voz agresivo y ese olor agrio me estaban llamando para que comience una pelea, pero no iba a entregarme tan fácil por el impulso, quedaría como un animal.

  Me di la vuelta, tomé la mano de la chica y me la llevé a mi piso rápidamente, antes de que mis reacciones fueran involuntarias. La chica solo se dejaba llevar.

  Cuando llegué a mi puesto Steven se asomó para preguntar por sus papeles pero volvió a su puesto cuando percibió mi aroma. Seguía algo alterada.

—¿Estás bien?—La chica no dejaba de agachar la mirada, escondiendo sus ojos con su flequillo. Tenía el cabello blanco, al igual que su piel.

—¿Por qué saltaste en mi defensa? Solo soy una omega desconocida, pudiste meterte en problemas.—Su voz era casi como un susurro, y sonaba bastante bien.

—No eres solo una omega, tu casta no te define como persona. Sin importar que hubieras sido beta o alfa, te hubiera defendido de todas formas, nadie se merece ese tipo de agresión.—

  Nos quedamos en silencio, recién me daba cuenta de que no podía recibir su aroma, lo estaba ocultando al parecer. Nuestras alturas eran bastante parecidas, siempre me dijeron que era una alfa bastante pequeña.

  Logré calmarme después de un rato, dejando de soltar ese olor que seguro era muy molesto para mis compañeros.

—Me llamo Rubí, ¿Tú cómo te llamas?—Estiré mi mano para poder saludar cortésmente.

—Zafiro.—Cuando su mano tocó la mía una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. Abrí la boca con sorpresa, sin querer cortar el tacto. Ella también pareció sorprenderse, ya que levantó la cabeza, dejando ver sus ojos detrás de los lentes. Uno era celeste, el otro era blanco.

  Me quedé hipnotizada viendo sus ojos, y al parecer ella también. De pronto un aroma a café y cuero llegó a mi, era exquisito, al entrar en mis fosas nasales me hacía sentir un frío extraño y reconfortante. Sin querer dejé ir mi aroma también.

—No es que quiera pinchar su burbuja pero tienes trabajo que hacer.—La voz de mi amiga Amatista me hizo sonrojar. La chica separó su mano de mi, apenada, y volvió a agachar la vista, ocultando con su cabello sus hermosos ojos.

—Oh claro, sí, solo déjame acompañarla a su puesto otra vez.—Me aclaré la garganta, nerviosa.

—Y de paso tráeme mis papeles.—

  Subimos las escaleras en un silencio extraño. No podía quitar de mi mente la textura de su piel. Le pedí ayuda para buscar los papeles, y cuando tuve que volver a mi puesto me sentía vacía, triste, fría.

  Le entregué lo pedido a mi compañero y seguí con mi trabajo. Claro fue que mis amigos no tardaron en molestarme, pero no me fijé mucho en sus bromas, no podía dejar de pensar que había sido eso tan extraño, y ahí caí en cuenta de lo que había pasado.

  Había encontrado a mi otra mitad.

Destinadas||Zafiro X Rubí [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora