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Dedicado aDafne ML. Atenta, deberían ver las imágenes que crea relacionadas con las historias. Activa y la noto siempre en cada locura que comparto. Un beso y ¡gracias!


The Hookup -  Close to me


Mariené sintió una ansiedad en los labios que nunca había experimentado. Sus latidos se dispararon, sin embargo, un pinchazo en el pie la trajo a la realidad y bajó la mirada, agitada, con los ojos abiertos de par en par. La puerta se abrió justo en ese momento. Maximiliano retrocedió un paso, serio, comprendiendo lo que había estado a punto de pasar.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Silvano intrigado, fue el primero en entrar. Su hijo lucía contenido, tenso y Mariené asombrada, aturdida.

—Mariené tuvo un accidente, iba a llevarla al médico —explicó Maximiliano sin apartar los ojos de ese dulce cuerpo que lo estaba sometiendo sin emplear ni el menor esfuerzo. ¿Qué mierdas era eso? La necesitaba. Su interior, peor que antes, ahora la exigía con furia.

Marcia, al ver su pie sangrando se alteró y corrió hasta su hija, asustada.

—¿Qué te ocurrió? —preguntó. Mariené le sonrió negando, ya imaginaba que se pondría así.

Silvano, unos metros atrás, no perdió detalle. Algo había pasado, además de lo evidente. Conocía a su hijo muy bien como para detectar, en primer lugar, la culpa, pero, además, la ansiedad que le generaba esa dulce joven. Observó cómo Maximiliano se ponía una camiseta que estaba en la silla del comedor, decidido. No quiso sacar conjeturas, menos tratándose de él, pero algo no olía bien y solo esperaba que no fuese lo que imaginaba porque relacionándose precisamente con Mariené, Marcia no lo consentiría, lo sabía de sobra.

—No es nada, solo alcohol y un apósito, mamá —intentó negociar.

La mujer negó irguiéndose.

—No me fio, puede ser profunda, o algún animal que te picara. ¿Estaban nadando en la piscina? —quiso saber, perdida. Jessica enarcó una ceja, inquisidora. La menor rodó los ojos, molesta.

El ambiente en cuestión de segundos se tornó extraño.

Se puso de pie, irritada.

—No iré al médico, ni nada. Iré a limpiarme y...

—Yo la llevaré, Marcia —habló Maximiliano, interrumpiéndola.

Silvano arrugó la frente, sonriendo, con la intuición avanzando. El gesto de Ari fue lo que terminó por convencerlo. Era una joven absolutamente inteligente, hasta de más podría decir, pero ingenua y dulce hasta lo inimaginable y no permitía que nadie rompiera eso. Sin embargo, esa manera en la que él la miraba no dejaba mucho lugar a dudas, Maximiliano era férreo, fuerte e inaccesible desde hacía años, pero ella le generaba ansiedad, ella... le atraía. Respiró hondo. No podía hacer nada al respecto, eso estaba claro y, por otro lado, ella tenía todo aquello que él ya había perdido. Quizá aquello era ineludible.

Marcia, ajena a lo que ahí ocurría, asintió agradecida.

—En el pueblo ahorita que pasamos vi una pequeña caseta de servicios médicos. Gracias, sí, creo que es lo mejor —argumentó más tranquila. Mariené, cojeando se alejó, molesta.

¿Era en serio? Lo miró amenazante, aunque sabía que ni cosquillas le hacía, no era buena para manifestar el enojo.

—Ensuciaré tu auto —reviró refunfuñando sin detenerse e importándole poco que la escucharan. Silvano arqueó las cejas, cruzándose de brazos, evitando reír. Observó a su hijo, con curiosidad. Ella no se lo pondría fácil, notó, entretenido.

Casi Contigo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora