» 5 «

94.7K 11.4K 10.2K
                                    

Dedicado a: Alondra. Atenta siempre a lo que hago, paisana que tuve el honor de abrazar y que se vive con intensidad cada cosa que hago.


Stereophonics - I wanna get lost with you.



Como si fuesen plumas temerosas, sintió sus labios contra los suyos que eran exigentes. Su suavidad lo colocó a un punto de enloquecer como nunca creyó sería posible. Su textura era simplemente mejor de lo que pudo fantasear. Mariené era néctar para su boca y ¡mierda! La ansiaba como un idiota. Era como sentir el frío del sereno sobre la piel ahogada de calor.

Temiendo cualquier reacción de su parte, aferró su delicada nuca y lamió su boca con una sensualidad que para ella era tan reveladora como desconocida.
La joven se aferró a sus brazos, con el pulso desbocado y soltó un gemido cargado de sorpresa, de ansiedad y de... deseo, sí, ese deseo que había despertado en su interior desde hacía dos años.

Con temor, pero con avidez, abrió la boca para recibirlo dejando de lado cualquier pensamiento racional.

Necesitaba sentirlo más cerca, él lo supo porque la rodeó con mayor posesividad logrando que no existiera ni un solo espacio entre ambos. Era todo absolutamente nuevo para ambos, demasiado potente, impactante incluso.

Su sabor a menta le llenó los sentidos. Sumergida en esa marea incesante fue consciente de cómo su lengua invadía su boca, buscando que le respondiera. De forma tímida salió a su encuentro, necesitando profundizar aquello que estaba ocurriendo y es que se sentía instintivo, casi vital.

Sus manos rodeándola por la cintura, ese beso exigente y voraz, sus sentidos explotados. No lograba respirar con regularidad. Temor, pero necesidad, se mezclaban en un dulce y apasionando momento que sabía jamás podría olvidar. Su fuerza la transportaba mientras él la probaba con lentitud y a la vez con ferocidad. Sus labios atrapaban los suyos, juguetones, ávidos, reclamándolos para sí, cargados de inigualable experiencia.

Correspondiendo sin detenerse a dilucidar, se dejó llevar asombrada por su capacidad de sentir tanto, por lo que Maximiliano le generaba.

El hombre, al comprender lo que había hecho, al descubrir ese dulce y adicto sabor que ella poseía, al sentir sus palmas dueñas de esa escueta cintura, al entender que ese gesto lo cambiaba todo para ambos ya que había abierto esa rendija que estaba decidido a mantener cerrada por el bien de los dos, sobre todo de ella, se separó respirando pesadamente, contemplándola así; suya, lánguida, con esos deliciosos labios entreabiertos, con sus manos delgadas sobre sus hombros tocándolos de una forma perversamente delicada, con sus ojos a media asta.

-No -soltó contrariado. Furioso por su acto lleno de inmadurez. La soltó del todo, negando, más excitado que nunca en su jodida vida. Siendo consciente de que lo único que deseaba en ese momento era enterrarse por siempre en su ser.

¡No!, se repitió iracundo saliendo de ahí sin dudar.

Mariené se quedó de pie, pasmada.

No recobró la conciencia hasta que escuchó a los lejos su motor alejarse. Temblando se llevó los dedos a los labios, cerrando los ojos. Aún podía sentirlo ahí, sobre sí.

Nunca creyó que un beso pudiera ser así, que se pudiese sentir la potencia del deseo emerger desde el centro de sus entrañas para adueñarse de su pensamiento, de su ser.

Pasó la mañana sumida en una especie de neblina y no ayudaba el hecho de que no pudiese hacer algo más, eso sin contar que estaba sola, con la cabeza por primera vez en su vida perdida y es que Mariené siempre tenía claro el paso siguiente y vivía a base de cumplir cada una de sus metas, de sus propósitos.

Casi Contigo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora