En Las Llamas Del Infierno

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Una vez más, un pensamiento enloquecedor se apoderó de mí. Esas terribles ganas de ver al Rey me invadieron, estaba cansado de tener que hablar con él a través de una pantalla, de solo leerlo y no tenerlo frente a frente.

Fue así como sin dudar, decidí tomar lo necesario para salir a un viaje de esos exitosos que solo aparecen de imprevisto.

No soportaba tenerlo tan cerca y tan lejos, durante ese trayecto de días solo pensé en que hacer al estar justo ahí, en sus narices, ese miedo me dejaba helado por segundos, era la primera vez que, hacia tal locura por una persona, por ese rey capaz de tentarme como ese mismísimo demonio que en ocasiones suele ser.

Finalmente, luego de ciertos días, llegué a mi destino, me encontraba frente a la puerta de aquel apartamento, en el cual se aloja ese pequeño Lucifer de hermosa sonrisa.

Al tocar el timbre, mis nervios aumentaron, estaba ahí de pie por un chico que recién conocía, pero que se había convertido en algo grande e importante para mí, tras unos segundos de espera, sentí como esa puerta se abría poco a poco, dejando ver a un chico sin camiseta, con el cabello desarreglado y sus ojos llenos de sueño, inmutados por el momento, nuestros ojos brillaron encandeciendo ese pasillo de luz tenue en el que principalmente yo, me encontraba.

-¿Puedo pasar? -Solté sin más.

-Claro que si-Sonrió dejando al descubierto esa sonrisa que una vez se atrevió a mostrar en un vídeo enviado.

Sentados en el sofá de ese pequeño, pero cómodo lugar, fue cuando pude por fin verlo a los ojos perfectamente, ver esos ojos, me permitía conocer todo de sí, y fue así como un impulso más me llevo a levantarme de ese sofá... di vueltas mientras ese chico me miraba extrañado, pensé que hacer tras un largo rato, pero ese pequeño me saco de mis pensamientos.

-¿Quieres un poco de agua? -Ofreció sutilmente para romper el hielo.

-Si no es mucha molestia, te lo agradecía-Sonreí por su caballerosidad.

Ese chico desapareció al entrar a lo que parecía ser su cocina, inspeccioné cada rincón de ese que era su hogar, tan bien amueblado y modernizado, era digno de un diseñador como él.

Sentí como ese demonio se tardaba en la cocina, tomé la decisión de caminar hacia ese rincón del departamento y vi a ese pequeño hombrecito, inclinado y recostado a uno de sus gabinetes, pensativo al igual que yo minutos antes de mi llegada.

Lo observé con el mayor silencio, ya él se había encargado de romper el hielo, pero esta vez, era mi turno. Camine lentamente hacia él con un miedo enorme, sabia absolutamente todo lo que podía desencadenar mi siguiente acción, pero estaba seguro de que era el momento perfecto para darle ese abrazo que tantas veces me pidió en nuestras innumerables charlas.

Pasé mi mano derecha por su cintura, usando la otra para acariciar su pecho, ese que me tenía loco desde mi llegada, respiré en su nuca y palabras salieron de mi boca.

-Creo que esto era lo que necesitábamos-Sentí como poco a poco su cuerpo se estremecía, posiblemente de nervios al igual que yo-Tu cuerpo me vuelve tan loco como cada palabra que escribes para mí-Ese chico había decidido voltear y mirarme fijamente a los ojos a pocos centímetros de distancia.

Ese diablillo se acercaba cada segundo hacia mí, al igual que yo lo hacía, un pequeño suspiro salió de ambos, mis manos una vez más tomaron rumbo a la cintura del joven y fue ahí cuando se atrevió a tomarme por el cuello, sellando el momento con un maravilloso beso, uno de esos adecuados para el instante, con la mayor delicadeza, con detenimiento y seguridad en cada movimiento de labios hecho por ambos, simplemente se había vuelto el beso perfecto, con la persona perfecta.

Recuerdos Del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora