Cuarto milenio, digo acto: ChenLe the wonderful magician.

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Tras media hora de correr como gato con sobrepeso, al fin había llegado a la dirección que le había dado HaeChan. Era una casita extraña, redondeada y verde, que parecía recién sacada de alguna de las películas de Campanilla (solo que más grande). En la verja había un cartel enorme en el que ponía "ChenLe, the wonderful magician" pintado casi con prisa. Como aquél sirviente lo hubiera liado y no pudiera ayudarlo...

Con cautela tocó el timbre y se separó de las metálicas puertas. Varios gatos estaban apoyados en el alfeizar de las ventanas y otros tantos arañaban la puerta, pidiendo entrar. Un chico joven con el rostro inquebrantable como una piedra le abrió, algo cansado.

-¿Tú también vienes a ver al medio lelo de mi primo?

-Eh... Supongo. - WinWin se encogió de hombros.

-Soy JiSung.- El chico recogió a varios de los gatos y se los puso en la espalda. - Los gatos son los únicos seres que de verdad se merecen mi respeto. Son mis dioses. ¿Sabías que te pueden inducir a hacer cosas con solo mirarte? Son increíbles.

-No, no lo sabía.

El chico comenzó a guiarlo por la casa, recogiendo más y más gatos hasta que ya no se le veían ni los zapatos. No sé ni cómo podía seguir moviéndose con todos los animales que llevaba encima, pero aún así subió las escaleras el doble de rápido que él. Estaba loco.

- Pues ya lo sabes. - Lo dejó en una habitación un tanto pequeña y que olía a una concentración masiva de incienso y frutas podridas. -Cuando venga dile que Bolita de Pelo 50 se ha tragado sus zapatillas y que no pienso comprarle otras. Era un deseo divino. Y que como vuelva a jugar Fortnite a las cuatro de la mañana se tragará los mandos.

-Está bien...

Tras esto se marchó, dejando al príncipe con el ceño fruncido durante un buen rato.

El mago en cuestión llegó varios minutos después, tambaleándose y apestando a bebida alcohólica

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El mago en cuestión llegó varios minutos después, tambaleándose y apestando a bebida alcohólica. Abrió la puerta de par en par y, después de mirar durante más de dos minutos al príncipe, frunció el ceño y se sacó la chancla.

-¡He dicho que no quiero más aspiradores, dejarme ya en paz!

La chancla le acertó en el pecho, pero mentiría si dijera que le dolió el golpe. El de pelo rubio se acercó, cabreado, a seguir con los ataques gratuitos. Daba un poco de miedo.

-Eh, no... No he venido por eso. Mi sirviente me dio su dirección y me dijo que podría ayudarme...

-Ah, eso... Espera que saque mis cartas.

El príncipe se revolvió en su sitio, incómodo, mientras ChenLe buscaba sus cartas de tarot en varios cajones, revolviéndolos con ambas manos y cerrándolos al instante sin volver a poner las cosas en orden. Cuando ya tuvo la baraja regresó, sentándose en una silla un tanto vieja y atrayendo con su brazo a la mesita que tenía al lado.

-Perdona el desorden, me he tirado una semana entera jugando a la play y solamente paraba para comer y hacer mis necesidades. Bueno, al lío. ¿Qué quieres preguntar?

-Bueno, mi padre quiere celebrar una fiesta para casarme con alguna chica contra mi voluntad. ¿Podría haber una manera de pararlo?

El menor lo miró a los ojos seriamente antes de levantarse y sacar de encima del armario una caja llena de polvo. A paso lento volvió junto a él y sopló la tapa suavemente. Las motas volaron por toda la habitación.

-Toma, te ayudará a conseguir tu objetivo. Es muy poderoso y si lo usas antes de tiempo podría causar una destrucción masiva del reino.

Sacó de la caja una ocarina azulada y se la pasó.

-Tendrás que hacerla sonar en algún rincón del lugar en el que se vaya a celebrar la ceremonia, lo suficientemente alto como para que se pueda escuchar fuera del castillo. Después pronuncia las palabras que te voy a escribir y ya está.

-¿Solo eso?

-¿Qué te esperabas, un ritual satánico? No, nene, no. Además, podrías haberme dicho lo que querías antes que haberme hecho sacar las cartas. Ahora no las necesito y me da pereza guardarlas.

-Lo siento.

-Bah, da igual. - Dijo apuntando varias cosas en un trozo de papel.- Lo de detrás no vale, es la lista de la compra.

El rubio se guardó el trozo de papel en uno de los bolsillos de su pantalón y suspiró, algo más aliviado al tener lo que quería. El otro le dio la caja con la ocarina.

-Bueno, pues entonces me voy yendo ya...

-Vale. Por supuesto, a ver si me invitas a palacio algún día, señor príncipe.

-¿Sabías quién era todo este rato?

ChenLe sonrió y se cruzó de brazos.

-Estoy borracho, pero no soy tonto. Nunca subestimes a un ebrio.

Y el ambiente se volvió un poco tenso tras eso. SiCheng forzó una sonrisa, pero le salió mal y terminó en una mueca.

-Bueno, adiós...

-Chao.

De príncipes borrachos y bloqueos #WinIlproyect Donde viven las historias. Descúbrelo ahora