Parte I.
Dakota acechaba. Se agazapó tácticamente entre el pasto alto y frondoso. El viento soplaba de manera intensa pero no abrupta, lo que provocaba al hierbaje que se meciera según la voluntad en la que viniera el expeler.
La braco alemán de pelo corto es invisible, la percepción de la liebre a una corta distancia parece inútil. La presa no logra notar a su depredador. La ventisca se detiene repentinamente, pero a las dunas próximas del mismo conjunto de pastura, se logra detallar la ráfaga que no tardará en llegar en pocos segundos. Se aprecia incluso como se forman franjas sobre la planicie en su consecuencia. La luz de la luna llena refleja intensamente encima del pelaje limpio y muy bien cuidado de Dakota; como si se tratara de un escaneo, la luminosidad del espectro en el cielo viajó por toda su figura en el momento en el que saltó de improviso con el objeto de atrapar al animalito. Las pupilas del roedor se dilataron a la vez que se rectó para tener mejor visión de lo que se arrojaba ferozmente en su dirección. Fue muy tarde.
La andanada de aire de los anteriores momentos pasó justo en el instante en el que la perra interceptó su bocado. Fue un movimiento eficaz; lejos de ser sangriento, había acabado vertiginosamente con la vida de aquella fauna.
Posterior a eso, Dakota, quién estaba con la cabeza inclinada hacia el suelo y cuyas mandíbulas poseían la cena de esa noche, levantó su oreja derecha en estímulo que contrajo el disparo de un rifle. A juzgar por la proporción del sonido generado, el epicentro había sido en una lejanía considerable. E inmediatamente, levantó su premio, volvió su cuarteto de patas inclinando su cabeza a un lado, y empezó a correr en el sentido donde se produjo el estallido del cañón. Se le captaba goce en su andar, entre trotes y una corredera juguetona.
—¡Ahí estás! —el grito alegre de un adulto avanzado surcó el ambiente en un radio cercano. Había visto a su compañera de caza la cual se avecinaba contenta—. ¡Mira, tampoco me he quedado atrás! ¡Yo también tengo mi parte!
El viejo Mateo apoyo su cuerpo con una pierna hacia atrás, se preparaba para un salto seguro que haría la can en respuesta de bienvenida. Como acertada profecía, o más bien, conocedor de su amiga, ella revoltosa se alzó ligeramente a la altura del pecho de su amo. Él la acogió con un pequeño abrazo y ella contestó profundizando su cabeza al pecho del hombre.
—¡Ja ja ja! Oye espera, tienes algo que se está muriendo ahí, vas a ensuciar mi chaqueta. A mamá no le gustará.
Así pues, ella se despojó y soltó al animal de su boca en el suelo obedientemente. Optó por sacudirse para luego rodear a Mateo vigorosa a la vez que movía su cola. El anciano agarró por el torso al pequeño animal y lo amarró a un cinturón donde llevaba al conejo que había disparado recientemente.
Mateo y Dakota habían hecho esto montones de veces. El comportamiento podría tratarse como deporte, pasatiempo o un simple capricho de salir tarde en la noche fresca y desafiante. Todo para cazar liebres. Cabe mencionar que Mateo siempre lo hizo con sensatez, la responsabilidad de no abusar de los animales radicaba en su fiel acólita: Dakota. El afecto enorme entre ambos era infranqueable de dañar. Después de todo, fue lo que le quedó de su amada Ágata.
De vez en mes, juntos se aventuran en la sabana que rodea su poblado, según dicen, son los mejores en lo que hacen. A veces, los lugareños le encomiendan diferentes cometidos. Además hay que considerar que se ganan la vida de puerta en puerta, de residencia a residencia, de un estado a otro, ocasionalmente. Pues hace tres años fundaron un humilde negocio de mensajería con lo cual están en constante viaje. A veces a pie, y otras veces en la pick-up del cuarenta y uno: un modelo que compró vendiendo el antiguo vehículo que tenía vigente en el matrimonio.
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El pasaje bajo el cénit.
Mystery / ThrillerÉsta obra compila historias de breve disfrute que he escrito. En cuya oportunidad, tendrás disponible seis lecturas interesantes; empezando por sucesos inexplicables, fuera de éste mundo conocido, seguido de anécdotas tristes y sentimentales. Así, l...