La primera palabra

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Los meses pasaron de forma tan rápida, como si fuera arena entre los dedos del padre tiempo y en un santiamén, un año se volvió parte de la historia, dejando en su camino a los cuatrillisos de la Familia Vinsmoke con sus primeros años de vida.

Y junto con sus primeros 365 días de vida la prosperidad de la familia fue tan magníficamente irreal, posicionandola como una de las más influyentes de todo el planeta.

Y dicha prosperidad se la debían al demonio de ojos de lava caliente y burbujeante que se volvió el padrino de 3 de los cuatro bebés, que de forma antinatural se desarrollaron tan mounstrosamente rápido, sorprendiendo a médicos como a gente que los rodeaban por igual, dejándolos con una exquisita fascinación al presenciar los cambios drásticos que comenzaban a tener los pequeños seres.
A excepción del tercer hijo de la familia, el cual tuvo un desarrollo normal y decente para alguien de su edad, asiendo que sus presencia contrastara con la de sus tres hermanos, que ha tan temprana edad ya fueran capaces de hablar con maestría y caminar con un andar decidido y firme.

En cambio el pequeño de cabello dorado a un no había sido capaz de pasar de balbuceos carentes de sentido e intentos vagos de sus regordetas piernitas para hacerlo caminar.

Quizás si el demonio no hubiera estado al pendiente del pequeño que poseía el nombre de Sanji, este hubiera muerto hace muchísimo tiempo por los enormes descuidos que el monarca de la familia le tenía, al llevarlo a la privación de alimento y cuidados básicos como lo era un baño o un cambio de pañal.

Así que la vida de ese pequeño sólo dependía de la madre, la cual debía repartir su atención entre todos sus hijos, y a los cuidados que Zoro le daba a lo vista de todos los residentes de la mansión Vinsmoke, los cuales lo miraban sin comprender su comportamiento y suponiendo en secreto que sus acciones deberían tener horribles intensiones escondidas. 
Pero más equivocados no podrían estar, ya que dichas intenciones oscuras nunca existieron.

Zoro era el se encargaba de bañarlo cuando Sora no podía hacerlo y de cambiar su pañal apenas Sanji lo ensuciaba. Aunque la parte de la alimentación no era un tema del cual el debía preocuparse, pues el jefe de cocina prestaba especial atención en dar de comer al pequeño que casi todo mundo desantendia. 
Y es por esa razón que dicho hombre se ganó ciertas consideraciones con el demonio, el cual siempre lo trataba con respeto y con el cual compartió largas horas de platicas, mientras mecía al pequeño en su cuna y el anciano de pata de palo le preparaba las papillas.

Su tiempo de residencia en el infierno se redujo a 6 horas a lo largo de un mes y las visitas que le realizaba a su madre fueron mucho menos frecuentes. Aunque eso era de comprenderse, ya que la mayor siempre tuvo una agenda demasiado apretada y ahora que el tenía todo su tiempo acaparado por el pequeño humano- el cual su madre pensaba que estaba muerto, pues el nunca le dijo que hace un año después de hablar con ella del niño estigmatizado no fue capaz de arrancarle la vida como ella le había ordenado-  no podía estar a la disposición de la mujer.

Y es que prefería estar en esa casa, cuidando del nene, a pasar por largas y aburridas horas en reuniones con su "Padre", escuchando los mismos sermones y exigencias donde le ordenaba llevará acciones acabo para derrocar el imperio de Dios y condenar a la humanidad a la destrucción total.

Si, sin duda era mejor estar ahora utilizando su tiempo en arrullar al niño y darle su mamila a tener que lidiar con problemas familiares y con una guerra que tenía desarrollándose durante varios siglos y milenios.

-¡Así no le debes dar de comer!- grito molesto el viejo cocinero de bigote trenzado, propinandole una descomunal patada al peliverde que de manera torpe e inexperta sostenía el cuerpecito del pequeño bebé, que inquieto se removía entre sus brazos mientras sentía la desesperación apoderarse de el al no lograr llevar acabo la alimentación de Sanji y la intromisión del mayor en vez de ayudarle lo ponía más inquietó. Quizás si no se hubieran vuelto buenos amigos Zoro consideraría la idea de volverlo un gusano y obligarlo a arrastrarse en el lodo el resto de sus días.

Gādo no akumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora