Intentos

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Las piernas pequeñas y regordetas del pequeño Sanji, temblaban como hojas sopladas por el viento, que a completa dispusicion y capricho de los ventarrones, bailaban y daban vueltas sin parar.

Su infantil rostro, de mejillas rojas eh " inchadas" y de fancciones angelicales; se hallaba deformada en muecas de diversión, mientras sus manos nacarandas y de aspecto fragil, se sujetaban con diminuta fuerza a las ropas del demonio, que hincado en el suelo, sostenía con agarre firme las caderas del menor, brindándole seguridad.

El pequeño niño se encontraba inquieto en los brazos del peliverde, sin saber exactamente la razon del porque el mayor lo habia sacado de su cuna, obligandolo a ponerse de pie, en la suavidad de la alfombra que en el cuarto se hallaba.

Su mirada llena de curiosidad aniñada, fue llevada a los ojos de miel empalagosa del hombre y en ellos deposito sus dudas y preguntas, pues el, en su ignorancia de bebe, sabia que el peliverde buscaba algo de su parte y aunque no entendia con exactitud que era eso, si tenia la certesa de algo. Eso era que sin importar que fuera lo que el demonio ansiara de su parte, el se encargaria de darselo.

-¡Bien pequeño pato!-Zoro dijo con un tono determinado, al contemplar la duda que a Sanji invadia- Vamos a hacer algo divertido hoy-, le animo ligeramente emocionado.
Sus manos cayosas comenzaron a repartir caricias tiernas en la espalda baja del pequeño niño, que con su mas alegre sonrisa le escuchaba en completa atenccion- ¿Vez esa diadema de flores que se encuentra en la mesa?- pregunto el demonio, señalando dicho objeto con un movimiento de cabeza.

Sanji de inmeiato asintio, envelezado por las bellas flores que formaban el accesorio, el cual fue elaborado por las mismas manos que con la más suave caricia lo tomaban con amor.

Las manos del pequeño de inmediato se vieron alejadas del cuerpo del espadachín, para estirarse en direccion al lindo objeto del que le hablaba el demonio, en una silenciosa exigencia de obtener ese objeto.

Zoro rio enternecido ante su caprichoso niño y con adoración beso la melena de oro que el pequeño poseia, pues incapas se vio de no adorar y celebrarle los adorables gestos que el pequeño realizaba.

-Lo quielo- canto la voz de Sanji, estremeciendo al inmortal.

-Lo tendras- le aseguro el peliverde, hipnotizado por la voz del pequeño.

Sus manos bajaron aun mas por el cuerpo del rubio, hasta que estas se toparon con el pequeño trasero del pequeño, que al estar tan acostumbrado a las caricias en esa parte de su cuerpo no se sobrasalto. Sin mencionar que un pequeño de su edad no comprendia lo que ese toque significaba- Pero para que eso pase deberas hacer algo.

-Pero lo quielo ¡ahora!- la voz de sanji salio con trabas debido a su poca experiencia al hablar y esta se hizo mas chillona de lo normal, al encontrarse realizando un pequeño berrinche, al estar privado de algo que deseaba.

-Vamos, no seas molesto- comentó como un lijero regaño, sin llegar a ser realmente duro.

-¡Lo quielo!- su voz se elevó en un grito que retumbó con fuerza en las paredes del cuarto del infante. En sus ojos azules lagrimas se formaron y sus labios se pararon en un puchero exajerado.

-Si lo quieres debes ganartelo- dijo Zoro, besando denueva cuenta la coronilla de Sanji, buscando tranquilizarlo y aminorar el naciente mal humor del pequeño.

Sanji aplico una diminuta precion en el abdomen de Zoro, buscando alejarlo con disgusto, pero el peliverde no retrocedio; en su lugar, sus brazos apresaron el pequeño cuerpo mas cerca del suyo, aprobechando de tocar mas las suaves posaderas del rubio- No es tan dificil...- comento en el oído del pequeño- Solo tendras que llegar hasta la mesa y ya es tuyo- susurro con dulzura, para después comenzar a besar la tersa piel del tierno cuello del niño. Sintiendo bajo la suave carne el acelerado correr de la sangre.

-¡Nada mas!- dijo con ilusion el de piel nieva y Zoro asintio, con la cabeza aun escondida en el pequeño espacio entre la cabecita pequeñita y el hombro delicado de sanji.

-Nada mas- confirmo, con la mente nublada, gracias al olor que el cuerpo del menor emanaba- ¿Estas deacuerdo, Cejillas?- pregunto aprentando aun mas el menudo cuerpo, entre sus brazos, buscando  aumentar aún más la cercanía entre sus pieles.

Sanji, asintio repetidas vece sin parar de reir.- ¡Bien!- sus ojos brillaron con decisión.

Zoro se apartó del cuerpo del Cejillas, sin llegar a quitar sus palmas de la espalda baja de sanji- Yo estare para sujetarte- le animo, con la sonrisa mas calmada del mundo en su rostro. Sanji, volvio asentir de lo mas feliz, sintiendo la seguridad que solo el peliverde le podia brindar.

Largos minutos transcurrieron, en donde el pequeño daba vagos intentos de caminar, más dichos esfuerzos no daban mayor fruto, ya que sus piernas siempre desistian tras dar el primer paso.

Sus piesitos después de un rato perdieron su escasa fuerza y la frustración de no lograr lo que se supone debería lo mandaron a llorar con impotencia.

-¡Ya no!... snif...¡Ya no!- repetía el pequeño, con hipo en su voz y ojos desbordantes de agua salada. Las pantorrillas le ardían al cejillas, mientras en ruegos dolorosos le pedía parar.

Zoro mordió su labio con arrepentimiento al contemplar tal imagen, la cual en su mente duraría por una larga eternidad, atormentando en sueños y oprimiendo su corazón.

-¡Lo siento! , ¡Lo siento tanto mi bebé! - se disculpo con pesar el mayor. Sus manos se envolvieron en el abdomen del menor y con relativa facilidad alzó el cuerpo del infante, hasta tenerlo a la altura de su pecho, donde se dedicó a repartir dulces palabras y caricias cálidas.

Tan concentrado estaba en disculparse por su atroz actitud, besando y mimando la suave piel de Sanji, que sus instintos sobre desarrollados no detectaron al hombre de pata de palo, que en silencio contemblaba la imagen, con una sonrisa desbordante de gracia.

-Nunca me acostúmbrare a esta imagen - comentó Zeff, refiriéndose a la escena que ante el se desarrolla, sobre saltando al adolescente.

"Un demonio aterrado por hacer llorar a un niño"- pensó cómicamente- "Cosa más tierna no puede haber"- se permitió pensar. Pues a sus ojos el chaval de cabello verdoso se miraba realmente adorable. Con el rostro deformado en preocupación, los ojos saltones y las manos jodidamente inquietas, repartiendo caricias suavecitas sobre la pequeña berenjena, que más tranquilo lo observaba con curiosidad.

El viejo cocinero se acercó al demonio, al verlo de inmediato trato de explicarle lo que sucedía.

-¡Juro que nunca quise lastimarlo!- hablo, con los ojos clavados en los del mas viejo, buscando transmitirle su sinceridad. Zeff levantó una mano, pidiendo silencio y extrañamente Zoro obedeció.

Una vez estuvieron los dos frente a frente Zeff se permitió soltar una sonrisa burlona, ante tal actitud tan "patética" del demonio.

-Es un niño- dijo el hombre de bigote trenzado, mientras su mano acariciaba la cabellera dorada del menor- Es común que lloré por todo- Sanji sonrió, olvidando su antiguo dolor y disfrutando con completa plenitud del viejo Zeff- ¡Lo estas haciendo bien!- ánimo a Zoro, que en silencio se quedo escuchando al humano - Es normal que a la hora de cuidar de un niño te sientas perdido y que cometes muchos errores, pero...- Sus manos retiran al pequeño Sanji de los brazos de Zoro, para ser ahora Zeff quien lo sujete- Hasta ahora lo has echo todo bien.

El anciano se paseo por el cuarto, con un sonriente cejillas que jugueton jalaba su largo bigote, mientras el demonio repasaba en su mente lo dicho por el chef.
Un suspiro agotado y un lijero tirón de sus cabellos verdes fueron la manera de sacar su frustración.

-Realmente no se como los humanos pueden lidiar con esto- hizo referencia a Sanji- Todo es tan complicado- gruño con molestia- Yo solo quiero hacerlo feliz, verlo sano y complacido- se sincero, con la mirada pegada al nene- ¡Pero solo logro hacerlo llorar!.

-¡Eso no es cierto!- le interrumpió Zeff, con el entrecejo fruncido- Lo haces feliz y tu lo sabes, así que deja tu mierda dramática y comportate como una buena niñera- Le dio la espalda y con Sanji en brazos comenzó a caminar a la salida del cuarto- Ayúdame a darle de comer- ordenó.

Y antes de que su figura desaparecía del campo visual del espadachín agregó - El caminara cuando tenga que caminar. No te atormentes con esa mierda.

Gādo no akumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora