2: Jughead y Mónica

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Mientras Betty se encontraba en el típico pueblo de Riverdale llorando desconsoladamente y solo rogando el nombre de una persona, Jughead Jones por su parte no la estaba pasando nada bien tampoco. En sus labios solamente estaba impregnado el sabor tosco del alcohol, en su ropa el olor a cigarrillos, y en su mente solo estaba Betty y todo lo que tuviera que ver con ella.

Tenía la mirada perdida mientras las luces de colores, el humo y la música lo hacían sentir aún más miserable de lo que ya se sentía. Pues no disfrutaba nada de lo que estaba pasando, solo estaba la rubia de ojos verdes en su cabeza atormentándolo y eso que solo habían pasado 3 malditos días desde que la había dejado.

— Maldita sea. —se quejó rechinando los dientes, incapaz de poder soportar más tiempo en la misma posición. — ¡Necesito a Betty!

Se quejó nuevamente, dándole un golpe fuerte a la mesa. Estaba incontrolable y solo quería que la rubia lo envolviera en sus brazos para poder calmarlo, que le dijera que todo estaría bien y que podían ser felices juntos. Solamente necesitaba eso.

«¿Qué estoy haciendo? Tengo que regresar con ella.»

Pensó con desesperación en cuanto la última gota de alcohol del vaso de cristal se deslizó por su garganta, embriagándolo aún más. Pero, al mismo tiempo, se regañó con fiereza a sí mismo en su mente y se obligó a no levantarse de la silla en la que estaba.

No podía volver con ella.
Porque la lastimaba.

Y Jughead ya no quería hacerlo.

Amaba escuchar sus gemidos y sonidos excitantes que caían de sus labios como música para sus oídos cuando la azotaba. Un "joder Jughead, que duela más" lo excitaba a otro nivel. Y más porque sabía que lo estaba disfrutando tanto como él.

Pero odiaba los quejidos que soltaba después.
Sus "ya no quiero" después de soltarse a llorar por el dolor que sentía cuando todo su placer y excitación había pasado. Le rompía el corazón saber que estaba llorando de dolor. Si bien hace unos años era más tolerante a ello, ahora simplemente lo destrozaba.

Pero, ¿cómo entender su relación?

Si cuando estaban juntos, o "hacían el amor" como Betty cursimente se expresaba, todo era perfecto y placentero hasta que ella le pedía entre gemidos otra cosa. Ya fuera que apretara su cuello, mordiera sus pechos, marcara sus caderas con sus manos o simplemente que la azotara. Algunas veces le gustaba que usara su mano, otras una fusta, y cuando de verdad estaba excitada le rogaba que usara su cinturón de cuero negro.

Jughead no se podía negar, si practicar el BDSM con ella fue algo que siempre le gustó.

Pero después estaba la parte mala, en donde pasando minutos después de que finalizara su orgasmo, ella estaría quejándose por el dolor en cada parte de su cuerpo.

Sí, él la curaba y después la mimaba, pero de igual forma le causaba un revoltijo en las entrañas cuando lloraba, quejándose con muecas y chillidos.

Jughead suspiró ante el recuerdo.

Él había intentado medir su fuerza y la intensidad de los actos cuando le pedía que la lastimara, pero una Betty quejándose y diciéndole "¡así no, con fuerza!" lo hacían usar más fuerza de lo que planeaba.

𝗛𝗘𝗟𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora