4: Protegerte

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— ¡Jughead! —lo primero que se oyó después de tantos balazos impactando contra el auto en cuestión de microsegundos, fue el grito ahogado que Verónica soltó al verlo herido.

Pues la balacera, pese a que no los había matado, sí logró que una de todas esas balas impactara contra la cintura de Betty, Verónica recibió el roce apenas de una, no peligroso, pero igual de doloroso. Y Jughead tenía una bala en el pecho mientras sangraba.  Los tres estaban agachados, casi recostados, mientras intentaban pensar en algún plan.

— ¡Dame a la periodista y aquí se acaba todo, Jones! —una voz, perfectamente conocida por Jughead, habló fuera del auto. — Sabes que no puedes protegerla. No soy solo yo quien quiere su cabeza.

— Malachai... ¿Pero qué mierda? —se quejó él, confundido al pensar que la nueva pandilla era la que los estaba atacando. No su pandilla rival. ¿Y qué estaba diciendo...?, ¿alguien más quería matar a Betty?

— Salgan ahora mismo los tres del auto. O perforáremos sus cráneos de inmediato. —amenazó Malachai, soltando un disparo en el aire.

— Mierda, estamos muertos. —la latina se quejó, sin tener alguna idea de qué hacer mientras el pánico intentaba hacerse presente.

— Verónica, ¿puedes pensar positivo? Tranquilízate. —Betty pidió, respirando lo más calmada que podía mientras presionaba su mano contra la herida y se quejaba al estar perdiendo tanta sangre. Pues necesitaba estar calmada si quería idear un buen plan.

— S-Solo hay que aguantar un poco más. Llamé a las Serpientes antes de soltar el primer disparo allá adentro y Sweet Pea ya debe de estar en camino. —comentó Jughead, de igual forma perdiendo mucha sangre en cuestión de segundos y sintiendo cómo la fuerza se le iba a medida que se derramaba la sangre y corría como agua. — Solo... Confíen en mí.

— Jug... Tu pecho. —la pelinegra murmuró con preocupación, viendo la sangre correr y comenzando a sentirse aturdida ante todo eso y ante tanta sangre que estaba mirando, oliendo, ¿cómo no se había desmayado ya? Estaba a nada de hacerlo. Mientras llevaba una mano hacia la herida, dudando si tocarlo. — Tú-

— Tranquilo, Jughead. No pasa nada, sólo quédate despierto y escucha mi voz, ¿sí? —la rubia, reaccionó mucho mejor y más rápido que la de cabello negro y quitó su mano de su propia herida, solamente para acercarse y comenzar a quitarle la camisa con rapidez y precisión, obligando a Verónica a apartarse. — Piensa en algo lindo, mantente tranquilo y no dejes de mirarme con esos ojos azules tan lindos que me encantan. —pidió.

— ¿Betty, pero qué estás haciendo? —casi jadeó Verónica con sorpresa, y a su vez disgusto, en su voz. — ¿Qué...?

— Cállate, Verónica. Me encargo de mantenerlo con vida. —fue lo único que salió de sus labios, mientras lograba quitarle la prenda de los hombros por completo y la presionaba contra la herida en su pecho, evitando que se desangrara más. — Ya está... Mucho mejor. Solo será por un breve tiempo.

— Gracias, pero t-Tú también te estás desangrando, Betty. —con las pocas fuerzas que Jughead tenía, dijo, señalando a su herida con preocupación y temiendo que fuera grave. Tan grave que se le saliera por completo la situación de las manos.

— No importa... Yo estoy bien. —fueron las últimas palabras de Betty, pues se desmayó por completo contra el hombro de Jughead. Segundos después, él también se desmayó y Verónica siguió sus pasos en cuanto el mareo al ver tanta sangre, fue más grande de lo que ya era. Y los tres quedaron inconscientes.

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