1: Una vida perfecta

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escribí esta historia entre mis 16-18 años, así que posiblemente encontrarás graves errores ortográficos, hoyos en la trama, mal redacción, misoginia por parte de personajes masculinos y femeninos, embarazo joven romantizado, machismo y toxicidad romantizada con un montón de cringe. sé amable, solo era una adolescente y ahora ya no pienso así y he mejorado mi escritura. Pero los errores son parte de aprender. Gracias ❤

Y hay una advertencia en esta historia y en su historia anterior y es que esta historia tiene todo lo que dije arriba, pero al máximo y es tan oscura que nunca pude volver a leerla. Sé conciente que esto está mal y no es amor, en serio, no es amor.

Dejemos de romantizar la toxicidad y el abuso, gracias.

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Gotas de sudor, combinadas con un respirar acelerado y los gemidos de ambos amantes, cegados por la pasión, entregándose una vez más, caían como lluvia salada. Con la luz de la hermosa Luna colándose por las persianas de la habitación, haciéndolo la cosa más romántica y erótica a su vez, con las velas ayudando a crear el ambiente perfecto para una noche perfecta.

— Jug. —una cadena de gemidos cayeron de los labios de la rubia, arqueando su cuerpo hacia él para que la manejara y moviera como quisiera. Ella era completamente suya para moldear a su gusto. Queriendo nuevamente, someterse a él como todas las noches.

Pues años de completa perfección impuesta por su madre, la hicieron amar el tipo de relación dominante/sumisa que llevaban. Eso significaba que a Betty le gustaba cuando él la dejaba caer de rodillas y abría su boca para que lo complaciera. O su fuerte y áspera mano, apretando con fuerza contra su garganta, mientras él la llamaba cariñosamente como suya. Fue su gusto culposo desde que comenzaron a experimentar el BDSM y Betty no se quejaba a pesar de todo.

Y ahora, sus labios, hinchados y rosados por la pasión que sangraba de ellos, solo atinaban a encontrarse con la piel bronceada de su hombro. Succionando la carne, queriendo marcarlo como suyo. Y a él, por primera vez, parecía no molestarle.

— Joder, Betty. —él se quejó, con su boca contra el escote de sus pechos mientras continuaba penetrándola con fuerza no medida. Con sus dedos marcándose furiosamente en sus caderas, y sus arrebates contra ella, cada vez más rápidos y potentes.

Ella se quejaba en definitiva. Pues con tanta fuerza que él estaba aplicando, ¿quién no lo haría? Si estaba casi segura de que no podría sentarse o caminar siquiera por días. Y que sus caderas estarían rotas, al igual que su costilla si él no dejaba de apretarla tanto contra su cuerpo. ¡Pero no importaba! Betty sentía aquel dolor como el manjar más exquisito. Además, no era la primera vez que sus caderas se rompían o lastimaban.

Le excitaba de una manera tan sorprendente, el como él tenía su pierna derecha sobre su hombro, enterrándose tan profundo en ella. Mientras sus gemidos bailaban al compás de sus embestidas. Las mordidas y rasguños eran el complemento perfecto para aquella noche acalorada y memorable.

Y mientras la rubia no dejaba de arquear su cuerpo, de tanto placer que sentía. Jughead, por su parte, se sentía el hijo de puta más afortunado del planeta entero. Por como ella le entregaba total control sobre su cuerpo y es que se sentía tan bien alrededor de él. Que verla ahí, de esa forma, gimiendo entre quejidos su maldito nombre con cada delicioso empuje, fue su dicha total.

Pero claro, como todo lo bueno, eso ya estaba por acabar. Sabiendo que él no aguantaría más y que Betty ya estaba prácticamente doblándose ante su intenso orgasmo. Así que sucedió, la chica de piel pálida y rubios cabellos, exhaló su nombre con cansancio, arrugando tiernamente la nariz y dejándose caer en la cama cuando llegó al mismísimo Cielo con el nombre de Jughead Jones en los labios.

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