Papá, he pecado

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No les ha pasado que están en sus casas lavando los trastes y de pronto se le cae un plato de vidrio, así, sin más. Y todo por un descuido. Imagínense ahora ésta escena: el plato es su vida espiritual; y por un descuido se le cae y se quiebra.

¡Su vida espiritual quebrada¡ Y todo por un descuido.

Nosotros tenemos algo así como una alarma espiritual. Se enciende con cada tentación que atravesemos y que aceptemos. Nos muestra como ese plato se va agrietando con un simple sí, que digamos a esas pequeñas zorras.

Pero, ¿Cuándo el pecado desactiva la alarma? ¿Qué pasa allí?

El corazón, la carne, nuestro ser,  se acostumbran a la sensación. A vivir en penumbras y oscuridad. Deseamos volver, pero cuesta tanto que aceptamos estar perdidos. Recordando con lamento cómo eran las experiencias pasadas con Dios.

Su gracia, nos enseña, que debemos confesar nuestras faltas, es necesario ponerse a cuentas.
El hijo pródigo no se sintió mejor hasta que confesó su pecado, delante de su padre terrenal y Celestial.

Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Lucas 15:18

Si confesamos nuestras faltas, él es fiel y justo para perdonarlas...

¿Eso no es lo que nos enseña su Palabra?

Diariamente pecamos y ofendemos, por esa razón debemos buscar el perdón. No sólo una vez por semana o dos, sino todos los días. Esto confronta la carne y el alma: la carne mengua, dejando que el Espíritu crezca. El alma crea dependencia de Dios, no es con sus fuerzas sino con las de Él.

Si dado el caso no sucede esto. Sí no confesamos, de inmediato estaríamos arrastrando una series de consecuencias. Sentiré una distancia entre Él y yo, comenzaré a dudar de su amor por mí, de la importancia que tiene vivir de manera santa y agradable. Tendre miedo, vergüenza hasta de orarle. ¿Se imagina? Exactamente puede pasar esto. Estaría como un niño lejos de su padre.

Sin embargo, si mi aflicción y arrepentimiento es genuino, correré y orare con fervor hasta percibir que he sido perdonado. Entonces sentiré  su amor manifestado, palparé su misericordia y veré su ternura.

Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Lucas 15:20

Mi amor por Él crecerá y me dará fuerzas para continuar está carrera de fe, el camino cristiano y el gozo por su salvación inundará nuevamente mi ser.

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Acércate joven como hijo, no como esclavo, temeroso de su amo. Que El Padre nos tomará en sus brazos. Su sangre nos lavara los pies, santificandonos para caminar en rectitud.


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