Cassandra no sabía porqué lo había hecho, pero no se arrepentía. Abrazarlo y hacerlo suyo fue cuando menos, reconfortante. No mentiría, el tipo tenía un buen kilometraje y sabía lo que hacía, pero verlo frágil ante ella con aquella canción, produjo algo extraño en su interior; tuvo la necesidad de hacerlo sentir bien, de ayudarle a despojarse de aquella carga que llevaba su triste mirada.
Salió al pasillo con los tacones en la mano. La maldita alarma había sonado, pero ella estaba tan a gusto entre sus brazos que se quedó dormida unos minutos más. Por fortuna, cuando logró despejarse por completo él aún seguía durmiendo. Pudo verlo un buen rato mientras su respiración acompasada llenaba sus sentidos. No quería dejarlo, una parte de ella quería verlo abrir los ojos y mirarla, saber si le había complacido tanto como él a ella, quería desayunar con él y se sintió tonta al desear aquello que se había prohibido antes de decidir acostarse con él. No quería más complicaciones, menos con un hombre en una etapa tan vulnerable y que para colmo, trabajaría con ella.
Se acomodó el cabello a sabiendas que llevaba una de sus camisetas sobre el vestido lapislázuli corto de la noche anterior. Olía a él y se vio en el reflejo de las puertas del ascensor oliendo su ropa como una loca, se rio de sí misma mientras recordaba cada beso depositado en su cuerpo y cada uno de sus sonidos mientras la hacía gritar de placer. Casi se atrevía a decir que, si no tuviera tantas cosas en contra, con facilidad podía convertirse en un acompañante regular. No era sofisticado, pero sí lo suficientemente listo como para no dejar decaer una cita.
Salió del ascensor con temor a ser vista por el viejo Pedro, pero se encontró a un joven desconocido en la recepción y se alegró por ello. El sol le dio en la cara y solo en ese momento deseó haber bebido menos vino, cruzó la calzada directo a una pequeña cafetería que llevaba muchos años allí. Una señora le sonrió en reconocimiento y ella se resignó a la idea de tener que dar un par de detalles sobre su nueva vida.
—Cassandra, nena. Es bueno verte en el vecindario de nuevo. ¿Lo mismo de siempre? —dijo sin esperar su respuesta mientras se movía ágilmente frente a ella, sirviendo café negro y una rodaja de pastel de vainilla con fresas.
—Gracias, Laura —dijo recibiendo el servicio y buscando un billete en su bolso para salir de allí lo más pronto posible.
—Uno más de lo mismo, Laura, si eres tan amable. —Esa voz la hizo tensarse de inmediato—, Ponlo en mi cuenta, ¿nos sentamos? —dijo mientras tomaba su codo con suavidad y la guiaba hacia una mesa vacía.
—Claro —respondió sin atreverse a mirarlo a los ojos. Jamás había sido atrapada escapando de la cama de nadie. Tomó asiento, bebió un sorbo de café y se quemó la lengua—. Mierda.
—Esa boca... —dijo divertido observándola con descaro—. Se te ve bien. —Señaló su camiseta. Él llevaba otra de color negro que se le pegaba al pecho, tanto que parecía una provocación y su cabello castaño desordenado en mil direcciones que la impulsaba a enterrar sus manos entre sus hebras para acomodarlo—. ¿Estás bien? —Le acercó un vaso con agua fría que la mujer les llevó.
Ella asintió. Se aclaró la garganta después de beber un buen trago y dijo:
—Sabes que si alguien sale de tu cama sin despertarte, ¿tiene motivos para hacerlo?
—Lo imaginé —dijo sonrojándose, lo que le pareció tierno—. Solo que... quería... No, quiero verte de nuevo, Cassandra. Sé que nuestra situación no es sencilla, pero te prometo ser profesional.
Ella rio, claro que estaba acostumbrada a que le pidieran seguir con ese tipo de juegos, pero muchos días después del suceso. Acceder o no a la propuesta dependía del interés o el control que podía ejercer.
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Quédate [#2 Saga Volver a Amar]
RomanceFabio Andrade lleva años luchando contra sus deseos, intentando apaciguar sentimientos tormentosos hacia Susana, su amiga, con quien ha compartido los mejores y peores momentos de su vida. Ambos han sufrido una gran pérdida y deciden apoyarse mutuam...