Capítulo 9

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Cuando volvió a abrir sus ojos estaba en su camarote completamente vestida y sin ningún recuerdo de cómo había llegado hasta allí. ¿Qué era lo que estaba pasando y quién era ese hombre que aparecía cuando ella lo necesitaba?

Ese hombre era todo un misterio, estaba segura de que no lo había visto antes entre los pasajeros. Su rostro seguía persiguiéndola, no estaba segura de nada más, sólo que él estuvo allí, que la salvo de una suerte que no desearía ni a su peor enemigo. Cómo era posible que eso le estuviera sucediendo, cómo diablos llegó a su camarote, quién la vistió y mucho más, cómo era posible que no se acordara más que de su rostro. Escuchó que tocaban a la puerta... ¡eso fue lo que la despertó! Todavía no tenía respuestas para todas sus preguntas; pero estas tendrían que esperar, ahora lo que apremiaba era abrir la puerta, antes de quién fuera la tirara abajo con su desespero. Fue hacia ella un poco mareada, pero logró abrirla para encontrarse con Paúl de frente, éste parecía como si hubiera envejecido diez años en unas horas.

El brillo acostumbrado de sus ojos y la sonrisa de medio lado que lo caracterizaba ya no estaba presente. Algo importante había sucedió, algo muy importante se había perdido en esas horas en que no recordaba.

–Niña estás bien... dime que nada malo te ha sucedido, por favor júrame que nada malo te ha sucedido...– Paúl parecía desencajado, fuera de sí por completo. Cómo si no hubiera estado esperando verla allí tranquila y adormilada. La miraba buscando algo en su rostro, sus manos pasearon por su cuello y rostro como si buscara una evidencia de lo que había pasado en el cuarto de masajes. ¿Quién le había dicho? ¿Qué había pasado durante el tiempo que no recordaba?

–Sí, lo estoy; ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué estás en ese estado?– Paúl parecía haber liberado una gran carga de la espalda en cuanto escuchó sus palabras. Ella lo observaba fascinada por la transformación, él estaba temblando y fuera de control, lo que nunca sucedía con su buen amigo, sin importar que fuera lo que estuviera sucediendo. –Querida, lo que pasa es que al ver que no aparecías fui a buscarte al gimnasio. Allí me contaron que saliste sin mirar a nadie, como si estuvieras drogada o sonámbula. Cuando estaba por venir a buscarte, un... un... hombre llegó buscando al masajista, parecía estar en otra parte, como si hubiera usado alguna droga... buscaba al tipo que me habían recomendado. El punto está... en que este también estaba saliendo y estaba muy asustado, pálido... como si hubiera visto a la muerte de frente.... El punto está... que en cuanto lo señalaron como el masajista... el hombre que había preguntado por él... saco un revolver y se lo vació en el pecho, te lo puedes creer.... Yo no quería saber lo que estaba pasando, sólo preguntaba por ti, una vez y otra vez, no me dejaban venir a buscarte... era testigo, ya sabes. El punto esta... en que algunas de las mujeres declararon que él masajista las había violado. – Paúl parecía muy nervioso, iba de un lado a otro sin poder contener el movimiento de las manos

– Paúl por favor, respira profundo y tranquilízate.

– Es que no entiendes, ese hombre que tan bien me habían recomendado pudo hacerte mucho daño, yo y mis tonterías... es que para colmo sale una mujer gritando, era la esposa del hombre, dijo que también era una víctima... tenías que haber visto la mirada que su esposo le lanzó, dirías otra cosa. El punto está... en que yo soy un testigo y que no me dejan salir para ir a buscarte... pido que te llamen y tú no tomas el teléfono... quería morirme... yo te puse en las manos de ese desgraciado. Desesperado trate de explicarle al capitán... pero no me escuchaban, era como si no entendieran que no hubo dialogo entre los dos hombres, uno sólo le disparo al otro en cuanto supo quién era... yo solamente deseaba encontrarte y creedme, temía lo peor. El hombre que disparo está detenido y la mujer en su camerino encerrada, sin querer ver a nadie y hasta ahora me han dejado venir a chequearte aquí en tu camerino... si ese canalla te ha hecho daño... bueno no le puedo hacer nada porque ya está muerto... pero su vida después de muerto no será tan placentera... dime que no te hizo daño por mi culpa, por favor dime que no te puse en el mismo peligro que a las otras. – Él la miró desesperado y sabía que estaba a punto de perder el control y ponerse el mismo a buscar cualquier herida que pudiera tener bajo la tela de su ropa.

–No, no sucedió nada, lo juro, siento no haber contestado al teléfono, es que me siento muy desorientada, cansada. No sabría qué decir de todo esto que me cuentas. Es muy extraño. – Él asintió y la miró, luego fue al telefonillo pidió una cena compuesta por sopa y pan integral, utilizando la muletilla de «El punto esta...» mientras escuchaba todo el menú. Era como si todo su nerviosismo fuera expuesto por esas tres palabras.

– Cristal, júrame que ese canalla no te tocó, dime que no te hizo daño. – Ella notó la desesperación en su voz, pero no podía hacer un juramento sobre algo que desconocía, no recordaba que había sucedido. Aunque no le podía decir nada sobre su falta de recuerdos, pensaría lo peor. Pero su buen amigo estaba a punto de echarse a llorar, nunca lo había visto en ese estado, cerró los ojos y juró que solamente lo haría esta vez.

–No pasó nada, tú sabes cómo soy... él no me agrado y decidí que no quería el masaje después de todo. – Ella espero con la respiración contenida a que él le creyera sin hacer más preguntas. Todo había quedado en blanco, su mente se negaba a buscar los recuerdos, como si algo o alguien le hubieran ordenado que no recordara. Con una sonrisa de medio lado, llena de cinismo pensó en el lugar que estaba y el hecho de que no avisaran en la propaganda sobre esas situaciones tan fuera de lo normal. Quién diría que hubiera tanta tensión en un crucero de riquillos. Sino mal se equivocaba, el marido de seguro era de la mujer que ella vio en brazos del masajista al entrar, recordaba haber entrado al cuarto de baño y el comenzar a quitarse la ropa. El problema estaba en que no recordaba nada de lo que había sucedido después de eso. Estaba casi segura de haberse acostado en la camilla, o ¿no? Eso era lo que realmente la estaba asustando, el no recordar que había sucedido; ¿era otra forma de locura? Observo a Paúl con detalle, la mirada era extraña, nunca la había visto en él.

Algo no cuadraba, sintió la necesidad de cerrar los ojos, cuando volvió a abrirlos estaba de nuevo en el baño poniéndose la ropa, estaba tranquila, no había miedo en ella, ni en sus movimientos. ¿Cuál era la razón de su tranquilidad...? Lo veía todo desde afuera, como si no estuviera realmente, como si ese cuerpo no fuera el suyo. Se movía igual que ella, era su ropa y su rostro, pero no era ella, se estaba mirando desde afuera. Algún pensamiento había roto la burbuja de recuerdos, no podía saber la razón o lo importante de lo que estaba sucediendo, estaba fuera de su cuerpo, viendo todo como si de una película se tratara.

Observó como la piel blanca de sus manos tomaba las piezas de tela y cubrían su cuerpo desnudo, buscó por el suelo y no había ninguna toalla, siguió caminando al lado de su cuerpo buscando la verdad. Sus ojos estaban vacíos, sus labios eran una línea recta sin emoción alguna, era una muñeca que alguien controlaba. Debía estar asustada pero por alguna razón su corazón no latía acelerado. No habían marcas en su cuerpo de un ataque... qué diablos hacía en el baño vistiéndose como si nada hubiera sucedido. Un gritó escapo de sus labios sin poder evitarlo, vio el espejo que había en una pared y lo pudo ver allí, su mirada cargada de tristeza; ¿quién era?

Entre el cielo y el infierno (Libro 1: La tierra)Where stories live. Discover now