Capítulo 2: Descenso por aguas turbulentas.

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Esa tarde, cuando salgo del trabajo, siento que no soy la misma. Tengo la impresión de haber pasado de becaria discreta y trabajadora, a una joven segura de sí misma y sin escrúpulos. No me reconozco. Quizás esté demasiado entusiasmada pero es como si estas semanas de romance con Justin me hubieran hecho ganar diez años de confianza y de madurez.

Tanto desde un punto de vista sexual como profesional, mis barreras han sido derrumbadas. Quizás debería sentirme sucia o avergonzada pero, en realidad, me siento orgullosa. Al marcharme no pude evitar echar un vistazo al escritorio de Eric, para ver si quedaba algún rastro de mi arrebato de pasión de esa mañana. A pesar de la lluvia helada, camino lentamente de vuelta a mi piso para alargar un poco más el día. Las luces de Navidad en las calles de París me hacen entornar los ojos. Y los recuerdos de mi mañana loca dibujan en mi rostro una sonrisa socarrona.

Cuando llego a casa, tiro los zapatos y dejo caer el abrigo mojado en la entrada, voy tirando aquí y allá mi ropa hasta el cuarto de baño, donde abro el grifo de la ducha hasta que el agua sale ardiendo. Veo el reflejo de mi cuerpo desnudo en el espejo y descubro un moratón enorme en el costado derecho. Mirándolo de cerca, distingo la forma de los cuatro dedos de Justin impresos sobre mi piel. Los acaricio con la mano y esbozo una sonrisa radiante. Casi puedo sentir su huella. Me doy la vuelta y giro la cabeza para verme la espalda. A la altura del cierre del sujetador, un rasguño me recuerda el incómodo escritorio que me raspaba la espalda mientras que Justin me colmaba de atenciones. Y también llevo un arañazo en el muslo. Ahora, todo mi cuerpo está dolorido pero esta mañana no lo he notado para nada. Por fin comprendo lo que he leído hasta ahora en todas las revistas para mujeres, esto es lo que llaman dolor placentero.

Me meto en la ducha y me paso veinte minutos bajo el agua caliente.

Incluso mi cuerpo me parece diferente. Mientras me enjabono, me paso la mano sobre mi sexo todavía dolorido. Mi deseo se dispara. Este nuevo apetito me sorprende y, sin pensarlo, cojo el mango de la ducha y apunto con el chorro de agua a mi clítoris. Me basta con cerrar los ojos para imaginar a Justin acercándose a mí bajo esta ducha humeante, con su cuerpo de Apolo, su cabello rubio mojado, sus músculos marcados bajo la piel dorada, esos labios mojados... Pego mi cuerpo desnudo contra los fríos azulejos, como si él me hubiera empujado, e intensifico la presión del chorro colocando los dedos estratégicamente en el mango pero, en mi imaginación, son los dedos de Justin los que me acarician, justo como más me gusta. Noto que me acerco al orgasmo, casi demasiado deprisa, intento contenerme, como él querría hacerlo. Pero me abandono al placer y mi mano golpea el cristal empañado. Mientras el placer me invade, miro la huella que he dejado, es la mano de Justin, estoy convencida.

Después de secarme y recuperarme de este subidón, me desmorono sobre el sofá. Me quedo mirando la pantalla negra de la televisión, no me atrevo a encenderla. También debería prepararme algo para comer pero no tengo ni fuerzas ni ganas. Me vibra el móvil sobre la minúscula mesita y aparece el número de Caitlin, mi mejor amiga. Descuelgo y le suelto:

– Adivina qué he hecho esta mañana, entre las 10.00 y las 10.10.

– Hola, Caitlin. ¿Qué tal? Bien, ¿y tú? ¿Alguna novedad, _______? Ya está, ya me encargo yo de hacer las formalidades sociales por las dos, ya puedes seguir.

– Perdona, tengo demasiadas ganas de contártelo. No te vas a creer lo que me ha pasado.

– Uf, no estoy segura de querer saberlo. Te llamaba para quejarme de este mes de diciembre que no termina nunca, de esta lluvia, de este frío, de la Navidad que ya ha terminado y de que no tenemos ningún plan para Nochevieja; me dan ganas de hibernar.

– Venga, guapa, ¡habíamos dicho que 2013 sería nuestro año! Justin ha venido a la oficina esta mañana, tenía una reunión con mi jefe para hablar de negocios…

– ¡No! ¿Te lo has tirado en el trabajo? ¿En el baño?

– Peor todavía…

– Pero, ¿tú estás mal? ¿Quieres que te echen? Pensaba que te encantaban tus prácticas.

Cien facetas del Sr.Bieber:[Volumen II] Deslumbrante-TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora