Capitulo 4 parte 1

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Tras llamar durante un buen rato a la puerta del estudio, entro sin que me inviten. Nadie parece darse cuenta de mi presencia. Grandes fondos blancos, focos, paraguas... Sí, no cabe duda alguna: estoy en una sesión de fotografía. Pero, a juzgar por las altísimas modelos filiformes que se pasean justitas de ropa delante de mí, el estilista, el peluquero y la maquilladora que pululan en torno a ellas, debo de haberme equivocado de sitio. Bueno, eso es lo que creía hasta que veo a un joven asistente con la cabeza afeitada, con un pequeño tupé en la parte superior, llevar una caja de botellas de vino y una nevera llena de racimos de uva. Me agazapo en una esquina de la habitación y me siento en el suelo, con el bloc de notas sobre las rodillas. Me pongo a mordisquear el boli cuando una enorme silueta aparece en el umbral de la puerta. Un foco le tapa el rostro pero conozco esos brazos musculosos, esos antebrazos con venas prominentes, esas inmensas manos hábiles, esos sólidos hombros y esas nalgas espectaculares. Sin embargo, su look artístico me resulta menos familiar: camiseta negra un poco ancha, vaqueros grises descoloridos, botines altos de cuero y un foulard a cuadros alrededor del cuello. No, no es el Justin que conozco... Pero la voz y el olor le delatan: es él. ¿Qué hace aquí? Me acurruco en mi esquina y me encojo. Ojalá pudiera desaparecer. O tirarme a su cuello para un reencuentro explosivo. Cualquiera de esas opciones, pero ninguna intermedia.

El hombre que se parece a Justin coge una cámara y empieza a acribillar a fotos a una rubia esbelta con cara de muñeca que sujeta una copa enorme medio llena con vino tinto. No sé qué hace la estilista porque la chica tan solo está vestida con un sencillo culote negro. No lleva nada arriba, solo un lazo color burdeos de raso que le rodea los pechos, justo sobre los pezones. No conocía el talento de Justin como fotógrafo pero parece saber perfectamente lo que hace. Cambia el objetivo, se acerca a su modelo y le da instrucciones: incline la cabeza hacia atrás, abra o cierre la boca, acerque la copia a los labios... Después, el asistente con cresta le vierte un chorrito de vino tinto desde la comisura de los labios hasta el nacimiento de sus pechos. El resultado es todo un éxito, estoy asombrada.

Llega otra modelo, una morena fría con un corte de pelo bob y piel lechosa, todavía más guapa que la anterior e igual de ligera de ropa. El mismo lazo le da varias vueltas en torno al cuello. El asistente le tiende un racimo de uvas moradas y Justin le pide con voz dulce que vaya mordiendo la fruta.

Continúa disparando fotos hasta que ella se queda embadurnada de zumo y de pulpa color rojo oscuro. Estoy celosa y asombrada por partes iguales, debo confesar que la imagen es terriblemente sexy.

Justin va desatando a la modelo con delicadeza y me doy cuenta de que está totalmente cautivada por su encanto. Él se mantiene indiferente, recoge el lazo rojo y anuncia una pausa general. Como si supiera desde el principio donde me encuentro, se dirige directamente hacia mí con paso firme. Cuando llega a mi rincón, me tiende una mano para levantarme y el contacto de nuestras palmas me electriza.

– Me alegro de que hayas venido. ¿Qué te parece?

– Umm... es interesante. No sabía que fueras también fotógrafo.

– Y apuesto a que tú no sabías que eras modelo. __________, posa para mí.

– ¿Estás de broma? Soy periodista. Y ni siquiera sé qué pinto yo aquí.

– Voy a mostrártelo.

Desliza el lazo por detrás de mi nuca y me atrae hacia él para darme un beso de una sensualidad máxima. Le había echado tanto de menos... Sin dejar de besarme, me lleva delante del fondo blanco donde posaban las modelos hace unos minutos. Despega su boca de la mía para subirme el vestido y quitármelo por encima de la cabeza. Un deseo ardiente se aviva en mi interior, sus manos me paralizan y me olvido de todo: del estudio, de mi trabajo, del asistente y de las modelos que están en el camerino cerca de nosotros. Justin me desabrocha el sujetador y desliza las manos dentro de mi braga antes de quitármela lentamente. Me recuesta sobre el suelo con calma y besa cada centímetro de mi piel. Saca del bolsillo el lazo burdeos y anuda con él mis muñecas. Con la lengua, dibuja círculos en mis pezones y chupa la punta de mis pechos. Me devora el ombligo y se desliza a lo largo de mis igles. Sabe lo que tiene que hacer para volverme loca. Sigue bajando y chupa el interior de mis muslos antes de atarme los tobillos con otro lazo de raso. Cuando sube hacia mí, se detiene a la altura de mi sexo y suelta un suspiro que me pone la piel de gallina. Hunde su bello rostro entre mis piernas y me cosquillea el clítoris henchido de placer. Quiero abrirlas pero los lazos me lo impiden. Justin aumenta la velocidad de los golpes con la lengua y me acaricia con cada mano un pecho, que se yerguen hacia arriba en ese momento. Introduce la lengua caliente en mi intimidad y mi cuerpo se arquea con sus vaivenes húmedos. Sus labios carnosos me absorben, me registran, me devoran y mis caderas se mueven al ritmo de sus movimientos divinos. Gozo con un grito que resuena entre las paredes vacías. Cuando terminan las sacudidas, Justin se levanta.

– Creo que ya estás lista. No hay nada más bello que una mujer después de un orgasmo.

En cuanto me recupero de este momento tórrido, me dejo manipular, como un títere. Me hace darme la vuelta sobre mi vientre, me alisa el pelo y me coloca a su antojo. Se aleja y vuelve con otro lazo rojo y lo desenrolla desde mis omóplatos hasta el nacimiento de mi trasero. Coloca delicadamente tres botellas de vino en equilibrio en el hueco de mi espalda y coge la cámara de fotos.

– Mírame.

Le sonrío con ternura, colmada de placer, y veo como el flash ilumina la habitación. Añade más botellas, formando una pirámide, y sigue haciéndome fotografías.

– Eres magnífica, no te muevas.

– Tengo frío.

– Eso lo arreglo yo.

Justin se me acerca, me libera de todo el peso, me quita el lazo de terciopelo de la espalda y me lo anuda en torno a la cabeza, para vendarme los ojos. Estoy recostada boca abajo, con los pies y las muñecas atadas, en la más profunda oscuridad e incapaz de moverme. El resto de mis sentidos se multiplica. Escucho el roce de la ropa que se va quitando, sus pesados zapatos cayendo al suelo, el ruido del envase de un preservativo. Me muero por no poder verle ni tocarle. Me ha privado de las dos cosas que más me gustan en este mundo. Y, sin embargo, la espera y la ignorancia me excitan enormemente. ¿Qué me va a hacer?

Justin recuesta su cuerpo desnudo contra el mío. Con las piernas entrelazadas, su torso desnudo pegado a mi espalda y sus caderas adaptadas a la curva de mi trasero, siento como nuestras pieles se atraen magnéticamente. Mi amante invisible se levanta sosteniéndose en un brazo y, sin avisarme, introduce su sexo entre mis muslos cerrados. Aunque no quiero, lo acojo en mi interior y me deleito disfrutando de estas nuevas sensaciones. A juzgar por sus suspiros, a él también le gusta esta postura.

Me coge por el pelo y me levanta la cabeza mientras me penetra profundamente. Grito de placer y me arqueo para volver a empezar. Me encuentro a su merced. Sus profundas idas y venidas dentro de mí, la frustración por no poder moverme y su dominación absoluta me hacen llegar al abismo. Tengo un orgasmo asombroso, mi cuerpo tiembla durante varios segundos. Me quita el lazo rojo de los ojos para que le vea gozar.

Cien facetas del Sr.Bieber:[Volumen II] Deslumbrante-TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora