Capítulo 3: HoSeok

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Créditos a la foto a quien corresponda.

Disfruten.






Después de entregar la carta, JungKook decidió retirarse (la verdad es que lo obligué a irse, porque no me haría responsable de un desempleado) y de ahí, el día continuo de manera tranquila. Por lo menos para los demás, pero para mí, la incertidumbre empezó a carcomerme la cabeza.

Sin tener otra cosa qué hacer y en qué perder el tiempo, terminé de limpiar la sala, que en realidad no era mucho, gracias al joven Jeon que había limpiado más de la mitad. Mientras sacudía el polvo de los muebles, no hubo ni un segundo donde no le diera vueltas a la invitación; no presentía nada bueno de ese desayuno.

Si al HoSeok de hace un par de años se le hubiera presentado esta oportunidad, no habría dudado en aceptar. Hasta en la cabeza me escuchaba gritar: «¡Sí, vamos! Dancemos con la muerte, y la aventura se postrará hasta para cenar», como todo un joven sin temor al mañana, sediento de travesura, tomando todo a la ligera.

Tampoco es que me tache de viejo, sólo que... Algo me susurraba el oído y ponía mis nervios a flor de piel. Quizá no se trataba de miedo, sino de curiosidad, después de todo, pero la política era peligrosa y una vez que entrabas, no había marcha atrás, o por lo menos salir con manos limpias. ¿Qué podría ofrecerle al señor Fournier? Mi ética no era una opción.

Sumando que mi relación con aquél gordiflón no era del todo "amistosa". Vaya, no llevaba mucho tiempo desde que tuvimos una pequeña disputa que, gracias a Dios, no solicitó ningún arresto ni levanto cargos hacia mí, más que tenerme vigilado. Y no, no fue por cometer actos ilegales, sino por defensa a uno de mis mejores alumnos.

Sucedió que, la nueva escolaridad, permitió en a la universidad jóvenes de todas las clases sociales, cuando esto sólo era un privilegio para los burgueses. Sobraba decir que muchos de los burgueses estuvieron en desacuerdo; los muchachos demostraban repudio y discriminación hacia los nuevos. Desde entonces, las clases fueron algo complicadas. De por sí los chicos no prestaban mucha atención, ahora menos teniendo distintas tentaciones (como el molestar a sus nuevos compañeros, mismos que les costaba acoplarse a un nuevo salón de clases), más no hacía algo al respecto, sólo cumplía con mi respectivo trabajo. Aunque había días en los que deseaba aventar mi borrador hacia sus cabezas.

No fue hasta que un día mi paciencia se agotó. Mientras salía de mi última clase, visualicé en el pasillo un grupo de burgueses cometer una travesura con uno de los alumnos de clase baja. Un joven había tirado sus cuadernos, provocando la risa de todos los alumnos presentes.

El profesor Jung, tan justiciero y poco tolerante a las agresiones, no tardó en tomar por la oreja de aquél diablillo y obligarlo a limpiar el desastre, junto con varias disculpas hacia el otro chico, para después mandarlo a dirección con un reporte.

Para suerte mía, ese vándalo era nieto del señor Fournier, y como si fuera poco, el pequeño burgués mintió diciendo que "el profesor Jung había cometido actos violentos hacia su persona por pura diversión". A pesar de las explicaciones que di sobre su nieto molestando a un chico de clase baja, no fueron suficientes.

Menos mal el castigo lo llevé yo y no mi alumno. Tampoco perdí mi puesto, sólo estuve vigilado por policías en cada una de mis clases, sólo para asegurarse de que se llevaran de acuerdo al protocolo, porque claro, ningún profesor era tan bueno como yo, nadie podía sustituirme. Sin echarme tantas rosas, claro.

The Hope Island ; NamseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora