Capítulo 2

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Créditos de edición de la foto a quien corresponda.

Disfruten.













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𝐅𝐫𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚, 𝐏𝐚𝐫𝐢𝐬











Una cabellera castaña revoloteaba entre la multitud de personas que transitaban por la avenida principal Champs Élysées; un joven vestido de overol, cubierto de polvo de pies a cabeza y con la cara manchada de grasa, corría como si de una olimpiada se tratase, ganándose miradas de quienes eran espectadores de su carrera. De repente salían disculpas de su boca hacia las personas con las que llegaba a chocar por accidente.

Aquél muchacho había salido antes de tiempo de su trabajo, o, mejor dicho, se había escapado antes de tiempo de lo que indicaba su turno, debido a tal emergencia. Ya tendría tiempo más tarde para ponerse al corriente con sus labores. Esas eran unas de las tantas ventajas que tenía gracias a su amistad cercana con el jefe, podía posponer sus tareas si así lo desease. Y quizá, sólo quizá, abusaba un poquitín con respecto a su cercanía.

Luego de correr un par de hectáreas, llegó a su destino, tomándose un par de segundos para recuperar el aliento y así tener fuerzas para subir hasta la cúspide de aquél cerro. Mismo lugar, habitaba una solitaria casita de tabique en lo alto, siendo alumbrada por los rayos de sol, presumiendo una calma que el pueblo evidentemente no poseía.

Debido a que era mediodía, el sol de primavera se encontraba en su punto más alto y eso hacía que la subida fuera más pesada; la frente del joven brillaba debido al sudor, quien prefirió trotar en vez de correr. Era un excelente atleta, pero igual tenía un límite, en especial cuando el sol picaba directamente con su rostro.

Una vez que llegó a la punta de aquél cerro, notó que la puerta de la choza se encontraba abierta, causándole confusión. No era un secreto que el profesor fuera despistado, podía dejar la tetera en el refrigerador o sus calcetas dentro del horno. El joven una vez recuperado, tomó la chapa y entrecerró la puerta, para después tocar esta misma y esperar alguna señal, con ambas manos entrelazadas por detrás de su espalda. La educación lo caracterizaba mucho.

Silencio.

Ni un solo movimiento que emitiera un sonido ocurrió dentro de la casa.

Su preocupación aumentó dentro de sí a los segundos. La casa se encontraba abierta y nadie contestaba a su llamado, eso daba pie a sus sospechas de robo. Una vez más, decidió llamar al dueño, antes de alarmarse.

The Hope Island ; NamseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora