AMOR DE MADRE

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Han pasado 25 días desde que mi hijo está desaparecido, no he parado de buscarle, sólo Dios sabe lo desesperada que estoy para que yo, una mujer mayor de 58 años, recorra las calles de la ciudad entregando volantes con la esperanza de que alguien me de razón de su paradero.

Tiene 28 años, nunca conoció a su padre, un día sólo desapareció, así como ahora ha pasado con él; tiene un corazón que vale oro, es la persona más bondadosa que puede existir. A pesar de nuestra precaria situación económica siempre intentó ayudar a los niños del barrio, alejándolos de los vicios e impartiendo clases de música o talleres de pintura a los jóvenes, todo un artista que velaba por el bienestar de los demás, así eso significara poner el suyo en riesgo, no puedo evitar derramar unas cuantas lágrimas al recordarlo, me doy cuenta de que hablo como si no le fuera a volver a ver y eso es lo que más me duele, porque en el fondo yo sé que algo malo le ha pasado, mi considerado hijo jamás desaparecería sin siquiera avisarme, esta presión en el pecho sólo me indica que no lo volveré a ver, no debo rendirme pero he perdido por completo la esperanza.

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2 meses llenos de agonía, donde no supe nada del paradero de mi hijo, aunque me doliera admitirlo, debía seguir con mi vida, no podía simplemente morir de hambre, soy una mujer de edad, lo único bueno que sé hacer es cocinar por eso acepté la ayuda del hombre que un buen día apareció en la puerta de mi casa, para ofrecerme un trabajo, ya que se había dado cuenta de lo que hacía mi hijo en el barrio y lamentaba su desaparición; no cualquiera hace eso, estaba muy agradecida, este joven misterioso comenzó a venir todas las semanas con kilos de carne y un montón de ingredientes para que yo hiciera empanadas, que el salía a vender por todo el barrio y sus alrededores, todos estaban encantados, pude ver en aquel chico a mi hijo, por eso le tomé tanto cariño y no dudé en aceptarlo en mi casa, estaba sola.

Una noche un paquete llegó a mi puerta, cuando lo abrí no pude parar de gritar, hasta que Carlos corrió a ayudarme, era nada más y nada menos que la cabeza de mi hijo, mi mundo se vino abajo, me dolía el alma ¿cómo se sentirían ustedes si les entregan la cabeza de su hijo en una bolsa como si se tratara de un marrano? Eso no fue todo lo que ocurrió, también había una nota, nunca olvidaré lo que decía...

- ¿Qué decía aquella nota señora Amanda? - sólo hubo silencio - ¡Por favor! Necesitamos que coopere para poderla ayudar.

- Decía... - no pude ni siquiera leer lo que había ahí escrito, así que sólo les entregué el papel, de inmediato el rostro de los agente cambió - ¿Ahora sí me entienden? ¿Cómo me pudo hacer eso?

- ¿Por eso lo asesinó?

- Sí, lo que me hicieron, no tiene perdón de Dios... ¡No me arrepiento! Cuando leí lo que estaba ahí escrito, una sensación entre asco y rabia me invadió, no pude evitar agarrar el cuchillo de la cocina para apuñalar 68 veces a aquel ser tan despreciable ¿por qué 68 veces? Porque esa fue la cantidad de pedidos que me hicieron con...

- ¿El cuerpo de su hijo?

- ¡Sí! Yo alimenté a todo un barrio con mi propio hijo, aliñé, corté y cociné su carne para luego hacer empanadas que hasta yo consumí ¡dígame si hacerme eso no fue un crimen! Confié en aquel joven, sin saber que lo que me llevaba cada semana eran los restos de mi hijo.

- Tranquilisece por favor, le prometo que le ayudaremos.

---------------TIEMPO DESPUÉS ---------------

Han pasado 30 años después de aquel incidente, aquí en mi lecho de muerte a mis 88 años, puedo morir en paz con una sonrisa en el rostro al recordar como maté a sangre fría a uno de los asesinos de mi buen hijo.
No me arrepiento y nunca lo haré, porque lo que más me pesa es que amé el sabor de aquellas empanadas...

NOCHES DE INSOMNIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora