La USS Impero

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Planeta Marte, año 3014

Phillip era el comandante de las fuerzas armadas de la República Democrática de Marte. Llevaba doce años en el cargo y deseaba la jubilación con ansias.

Cuando las olas de la rebelión entre el gobierno marciano y el terrestre empezaron a surgir, Philip decidió no hacer nada. Ahora tenía la maldición de sufrir una guerra en sus tierras.

Era el tercer mes que batallaban en los cráteres rojos de Marte. El Comando Marciano que tenía Philip a su cargo había perdido más hombres de los que había matado, una desgracia para ellos...

Cuando las olas del sol se alzaban en su máximo esplendor, decidió que se irían de una vez por todas, probablemente huirían a algún planeta en vías de hominización. Probablemente morirían.

— No toleraré heridos ni moribundos en mis filas, jóvenes — les dijo a su comando de siete hombres. Su voz era imperativa, fuerte y arrogante, como él.

— ¿Dejaremos a los heridos, entonces? — Preguntó el Cabo Joe.

— Nos retrasaran. No tolero retrasos... además, ya perdimos muchos hombres — respondió Philip.

— ¿A qué hora nos vamos, comandante? — Preguntó el Cabo Connor.

— Dentro de diez minutos — respondió Philip.

Los siete cabos del comando asintieron. Philip enfundó su pistola láser en la funda diseñada para ella, sostuvo su rifle con ambas manos y coordinó la partida de los cráteres rojos de Marte.

Los ocho se colocaron sus mascarillas de oxígeno, conectaron los tubos a los tanques de oxígeno para poder respirar en la atmósfera marciana, el Cabo Joe y el Cabo Connor llevaban consigo escopetas, los Cabos Billy, Clint y George llevaban rifles como el del comandante Philip, por otra parte iban los Cabos Neil y John con rifles de asalto y las municiones para todos.

Salieron una hora después del mediodía marciano, Philip iba a la cabeza con Neil y Joe. Los demás iban en una fila india detrás de ellos, todos veían a su alrededor, observaban los cráteres marcianos con cautela, resguardándose de los soldados terrestres que les romperían la cara a puños si los encontraban huyendo.

Philip los dirigió durante una hora hasta que llegaron a Gargantúa, un cráter de doscientos metros de profundidad, no deseaba que sus soldados se arriesgaran bajando, por lo que vio los cielos.

— Falta una hora para la caída del sol, jóvenes, esperaremos por hoy y continuaremos mañana al alba.

Llegada la noche en Marte, las olas de viento arenoso rojizo cayeron sobre ellos, se cubrieron con mantas y sábanas. El Cabo Joe sacó una cacerola y cocinó unas salchichas de carnero con un poco de sal.

Comieron, bebieron whisky y agua purificada, durmieron durante un par de horas, hasta antes de la llegada del alba. Se levantaron para ordenar todas sus cosas y siguieron con la marcha.

El comandante Philip mandó a Joe y Connor con una soga hasta el final de Gargantúa. Neil, George y Billy se quedaron en la orilla del cráter para sostener la soga, media hora más tarde empezaron a bajar uno por uno por la soga de acero y alambre marciano.

El último en bajar fue Philip, desenganchó la soga de la orilla de Gargantúa y la ató a un punto más bajo, para evitar que los rastrearan los soldados terrestres. La roca rojiza del cráter era resbaladiza y quebradiza, debía colocar sus pies en puntos clave para no terminar cayendo por todo el cráter y morir con el cuello roto o con una roca atravesando su espalda.

El Hotel InfinitoWhere stories live. Discover now