El Hotel Infinito

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Planeta Pico Sangre, año 3015

Elissa bajó del aerotaxi y dejó sus dos maletas frente a la entrada. Apreció la belleza del hotel y empezó a caminar hacia la puerta de entrada.

Lo primero que observó fueron los cientos de niveles que salían desde muy debajo del Pico Sangre y llegaban hasta donde su vista no podía ver, eran miles, millones de habitaciones infinitas sobre el Pico Sangre.

— Imagino que es nueva — le sonrió una dama anciana desde la entrada al hotel —, déjeme llamar al botones.

La anciana silbó una extraña y pegadiza cancioncilla, su voz era dulce y aguda, como las aves que había en la Tierra, pero no en Pico Sangre.

Un hombre bajo y delgado se acercó a Elissa Rhee, tenía un largo bigote que bajaba por sus labios y se mezclaba con la barba negra que caía hasta el suelo.

— Nueva — le sonrió el hombrecito barbudo.

Elissa asintió.

— Acompáñeme, Nueva, tomemos un café o algo digno de un terrestre — le dijo la anciana, indicó la entrada con la mano temblorosa.

— Pero... ¿mis maletas? — Elissa estaba más preocupada por sus maletas que por un café.

— Ah, Nueva, tiene mucho que aprender — le sonrió la anciana —. Soy Victoria, o Vicky. Él es Botones — señaló al hombrecito barbudo —¸bueno, Botón.

Botón le sonrió y se fue con las dos maletas en sus brazos, silbaba la cancioncilla, Elissa sentía que la conocía aunque no sabía de dónde. Pronto lo averiguaría, tal vez. Entró por la entrada principal del Hotel Infinito, junto a Vicky, la anciana necesitaba la ayuda de un bastón largo con forma de fémur, lo sostenía con bola hecha a partir de tres barajas de cartas y de fichas de juego.

— ¿Por qué me llama Nueva, señora Victoria? — Le preguntó Elissa, desconcertada — ¿Es algo malo?

— No, no, y no... Eres parte de la familia ahora, Nueva. Oh, lo olvidaba, ¿cómo te llamas, Nueva? — Vicky era bastante excéntrica, incluso en su forma de caminar, movía las caderas hacia los lados y siempre mostraba el bastón.

— Elissa, Elissa Rhee — respondió Elissa.

— Ah, ¡qué bello nombre! Sabes, yo fui la nueva hace... bueno, eso no te incumbe, pero lo fui. Recuerdo al señor Benedict, él me recibió... ah, cómo lo quieren por aquí — le sonrió Vicky. Se le acercó más y la sostuvo por el brazo.

Los brazos de la señora Vicky eran largos y delgados, parecían fideos fríos, sus dedos huesudos y sus manos llenas de venas grises y negras que se veían con la poca luz de cualquier habitación del Hotel Infinito.

Elissa volteó hacia el Recibidor Grand Infinito.

Un inmenso candelabro caía desde siete niveles arriba, era de cristal crudo y brillaba con la luz de las velas de cera que tenía sobre cada detalle hecho a mano, pura manufactura de Pico Sangre. Ocho pares de escaleras de caracol bajaban y subían con sistemas eléctricos desde el nivel infinito hasta el primer nivel o hasta el Recibidor Grand Infinito.

Delante y entre todas las escaleras se extendía una mesa y un escritorio que parecía no terminarse, doce pares de lámparas iluminaban a los dos gerentes del hotel encargados de los clientes frecuentes del Hotel Infinito, todo estaba pintado, teñido o cubierto por colores rojizos, las escaleras tenían piso aterciopelado rojo e incluso había terciopelo en las paredes.

El Hotel InfinitoWhere stories live. Discover now