capitulo 10

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No sé si son ideas mías, ¿o a Alex le gustan los dulces?

Ya era el segundo frasco de galletas de chocolate que se comía. ¡El solo! En mi casa nadie comía dulces, solo yo. Joshua no podía porque papá no lo dejaba. Y papá… es otra cosa. Después de la muerte de mamá dejo de hacer y comer ciertas cosas. Los dulces en primer lugar. Así que hacía solo para mí.

Pero ya no quedaban.

Sentados en la mesa de la cocina, veíamos a Alex comer. Joshua y Donatello habían querido acompañarnos. El perro estaba a sus pies, pero Joshua lo miraba como si fuera el enemigo. Se había puesto en el medio de nosotros dos, atento a todos sus movimientos.

        --te va a doler el estomago--  le dije, sorprendida.

Sonrió, divertido –no-- 

        --¿no? ¡Pero si te las comiste todas!-- 

        --no es la primera vez que como dulces. Lo hago cuando puedo--  dijo, encogiéndose de hombros.

        --hay mas en la nevera. Son de pasas, y un poco más atrás hay de miel-- 

Dejo de masticar y me miro, luego a las galletas y después a la nevera. Y luego otra vez hizo lo mismo. Levante una ceja, interrogante.

        --de casualidad, ¿las galletas las haces tú?-- 

Mis cejas se levantaron. Lo mire, incrédula. Sin poder aguantar, empecé a reír. Oh, Dios, esto es increíble.

        --estas comiendo galletas desde hace rato, ¿y ahora preguntas quien las hizo?--  seguí riendo.

        --bueno, pensé que las habían comprado--  se defendió.

        --nop. Ami y yo las hicimos-- 

        --eres muy cercana a mi hermana. ¿Qué saben hacer?-- 

        --muchas cosas--  me levante, caminando a la nevera. El frio me invadió cuando la abrí –pero sobre todo, sabemos defendernos--  tome los frascos de las galletas. Puse dos frente a él y uno para mí.

No podía quejarse, los frascos eran enormes. Cabían más de cien galletas. Miro los frascos y luego al mío.

        --¿y ese por qué no?--  dijo molesto.

        --Dios, como comes. ¿Cómo es que no engordas?--  refunfuñe –y este es mío. Tiene trozos de maní y chocolate-- 

Me sorprendió cuando hizo un puchero. Se veía tan lindo. Mi corazón corrió el triple, y mis palmas empezaron a sudar. Se veía tan tierno. Suspire, rindiéndome. Dios, pero que débil soy. Justo antes de que alcanzara el frasco, Joshua lo tomo entre sus brazos.

        --mío--  dijo, molesto.

Lo mire sorprendida –Josu, dame, pequeño-- 

Para mi sorpresa, me lo dio rápidamente. Abrí el frasco y saque una galleta. No porque su cara me derritiera significa que le daría todo el frasco. Pero cuando fui a dársela. Joshua me arranco la galleta. Lo mire, sonriendo. Oh… ya entiendo.

        --bueno, Josu no quiere compartir--  le dije a Alex –así que, confórmate con lo que tienes--  le dije burlona.

Hizo una mueca, pero no dijo nada. Abrió los frascos y empezó a comer. Sonriendo, mire a mi pequeño hermano. Masticaba lentamente y no dejaba de mirar a Alex como si fuera alguien malvado. Como dije, lo ve como su enemigo.

Reí, metiéndome una galleta en la boca. Nos había costado mucho hacerlas, pero al final, nos salieron bien. Era un sabor único. Que lamentable que Alex no pueda comer. ¡Ja! Se va a quedar con las ganas.

Subiéndome los lentes, ya que se me resbalaban, me incline hacia atrás, dándole una mirada desafiante a Alex. Arqueo una ceja, interrogante. Con mis ojos señale las galletas frente a mí. Si las quieres, tómalas.

Sonrió, tranquilo, pero justo cuando se iba a levantar, la puerta principal se abrió. Me reí de su cara molesta.

        --¡llegue!--  grito papá.

Joshua salió disparado de su silla, gritando un ¡papi! Lleno de entusiasmo.

        --cobarde--  murmure, metiendo la galleta entre mis labios mientras cerraba el frasco. Ni crea que lo voy a dejar agarrar de mis galletas.

        --¿cobarde?--  se levanto, caminando hacia mí.

Le alce una ceja cuando me dio una mirada llena de confianza. En un movimiento rápido, estaba inclinado hacia mí. Mi respiración se atasco. ¿Qué diablos? Me quede quieta cuando su cara se inclino hacia la mía, sus labios curvándose en una media sonrisa. ¡Malvada sonrisa! ¿Por qué tenía que ser tan sexy?

        --yo no soy cobarde, solo tomo las cosas con calma--  murmuro, para luego, lentamente, ¡muy lentamente, diría yo!, poner sus labios alrededor de la galleta.

Por primera vez en mi vida, le tuve envidia a esa galleta. Aun con su tonta sonrisa, me quito la galleta, ni siquiera la partió, solo la quito de mi boca. Se la metió a la suya y se acomodo.

        --voy a ir a ver como esta Amanda, ¿quieres venir conmigo?--  lo dijo tan tranquilo, que solo pude quedarme hay, viéndolo como una idiota.

Masculle algo parecido a una respuesta. ¿Por qué no podía hablar bien?

        --¿Qué? No te entendí. ¿Tienes algo en la boca?--  sonrió –aunque lo dudo, porque ahora está en la mía-- 

Hijo de…

Pedazo de…

Cerrando mi boca, que no me sabía que tenía abierta, me levante. Tome mis galletas, lo aparte y sali de la cocina.

        --¡ahora no comes galleta!--  le grite, furiosa, apenada y avergonzada.

Sonreí cuando escuche su quejido de niño pequeño. Este juego lo pueden jugar dos. 

Mi pequeño mentirosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora