Mario Benedetti.
Roberto contemplaba sus propios pasos. Siempre había tenido la supersticiosa diversión de esquivar determinadas baldosas, a las que iba señalando inconvenientes, improvisando augurios. Pero ahora no ponía ningún esmero. Pisó una de las prohibidas y ella dio un grito delicioso, pero corto, sin ecos.La calle estaba sola. Se puso a pensar en las cosas ridículas que había leído sobre las aceras solitarias, sobre la medianoche, sobre los faroles, y se sintió capaz de avergonzarse por ellas. La calle estaba quieta como en un cuadro. Acaso estaba orando, acaso estaba arrepintiéndose de todos los automóviles, de todos los caballos, de todos los tranvías con que había pecado en la jornada. Cuando iba pensando el tercer disparate su otra memoria reconoció la puerta. Halló que su casa –además de la verja con encaje, del patético jardín de cámara, de los balcones como palcos, de todos los otros síntomas de su actual y embarazosa prosperidad económica-, halló que su casa era asimismo una idea poco satisfactoria. ¿Qué le esperaba? Ni siquiera el hijo. Ni siquiera el hogar.
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Micro cuentos ' ▽ ' )ノ
Random-todo el contenido que se encuentra aquí, esta restringido por el derecho del autor. - variación relatos distintos. -esta para entretener y enseñar