Un pequeño cuento de ciencia ficción

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Jorge X. Antares

—Dios está con nosotros. Ésta es la prueba —dijo el general mientras veía sonriente y en directo el avance de su ejército por la pantalla que ocupaba toda la pared.

—Creo... creo que no está bien —comentó titubeante su segundo, un curtido soldado en mil batallas.
—¿Cómo dices? —exclamó furioso el Señor de la Guerra.
—Atacamos a mujeres y niños. No dejamos llegar ayuda humanitaria. No hay honor en ello.
—¿Mujeres y niños? Yo sólo veo sabandijas infrahumanas. Hay que atajarles como un cáncer. Impedir que se extiendan. Sin piedad. Sin titubeos.
—No podemos comportarnos así. Hace años, otros nos hicieron lo mismo y casi acabamos aniquilados. No podemos ser como esos. No podemos convertirnos en los demonios que nos masacraron.
—Me estás preocupando. No te creía tan... débil.
—Sabes que no lo soy. He luchado contigo y nos hemos salvado el trasero incontables veces. Pero esto,... esto no es una guerra, es un exterminio.
—Son ellos o nosotros. No podemos permitirnos otra opción. Y si te parece que no está bien, creo que es el momento de que abandones esta sala... y no vuelvas. No necesito lloronas a mi lado. Necesito soldados, soldados de verdad que estén a la altura.
El curtido militar miró a su superior como si fuera la primera vez. Habían estado juntos desde jóvenes, habían compartido bebida y burdeles, bodas y entierros, pero, ahora se daba cuenta, que era un extraño para él.
Abandonó la sala dispuesto a dejar el cuerpo espacial. Esas pobres criaturas no se merecían su destino. Miró por la claraboya del crucero de combate. Un borbotón de luces caía sobre el planeta. Deseó no pertenecer a la raza insectoide y rezó a sus dioses. Rezó por que no pasase lo mismo en otras partes del universo... sin que nadie levantase un dedo por evitarlo.

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