Capítulo 2.

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Por la tarde, Sabela y Marilia regresaron al hotel después de haber estado toda una mañana conociendo los preciosos lugares de la ciudad.

Ambas tocaron a la puerta de los chicos, donde resulta que también estaba África en ese momento.

—¡Hasta que os dignáis en aparecer! —exclama Joan haciéndose a un lado para que pudieran pasar y después cerrar la puerta.

Los cuatro estaban jugando al Uno formando un círculo en el suelo.

—¿Pero qué hacéis ahí? Os vais a resfriar.

—Y como no, Sabela tenía que actuar de madre. —Bromea Damion.

—Tampoco se está mal. El suelo no está tan frío. —Joan se encoge de hombros.

—Normal, si tu culo amortigua todo. —el comentario de Miki provoca carcajadas en el resto de los componentes del grupo.

—Mira que sois malos.

—Te estaba haciendo un cumplido. Encima te quejarás.

—Bueno, ya está bien. —Sabela resopla y se acaba sentando, haciéndolo Marilia segundos después.

—¡Oh! Casi se nos olvida. —dice Damion—. Os tenemos que decir algo relacionado con los pisos.

—¡Cierto! ¿Encontraron algo? —pregunta Marilia con una sonrisa.

—Sí, bueno... Resulta que encontrar un piso para seis personas es bastante difícil pero una chica está buscando tres personas para un piso y curiosamente una amiga suya también. La cosa sería dividirnos.

—Pff, pero lo malo es que no estaríamos juntos. —Marilia hace una mueca.

—Por lo visto ambos pisos están a cinco minutos de distancia. —confirma África.

El semblante de la canaria parece cambiar a una amplia sonrisa.

—¡Entonces es un planazo!

Sabela no parece muy segura de aquello.

—No sé, eso de vivir con alguien a quien no conocemos... A saber qué puede tramar.

—Sabela, no seas tan desconfiada. La chica parecía muy buena persona y seguro que la amiga también. Va, seguro que te caen genial. —argumenta Miki.

—Pff... Sabéis que me caéis mal, ¿verdad?

—Tenemos una ligera idea. —África sonríe para después levantarse y sacudirse un poco los vaqueros—. Bueno, vamos a cenar a algún sitio, ¿no?

******

Al día siguiente, Sabela caminaba por las calles de Nueva York hasta toparse en un parque. Se sentó en un banco y enchufó sus auriculares en el móvil para escuchar algunas canciones mientras observaba el paisaje. Cerró los ojos durante unos segundos para sentir aquella brisa fresca sobre su rostro. Unos minutos más tarde, arrojó un suspiro y se levantó del banco, caminando por el lugar cuando a unos cuantos pasos se encontró a una chica sentada en otro banco, pintando lo que parecía ser un rostro sobre un lienzo. Conforme la gallega se fue acercando, se dio cuenta de que aquel rostro era el suyo. Se detuvo y miró a la chica con el ceño fruncido.

¿E-esa soy yo? —pregunta la chica con su mejor inglés posible.

Sí. —Contestó con una pequeña sonrisa.

—¿Por qué me has pintado?

—Suelo pintar cosas que me parecen bonitas.

—Uhm...

ೃೀ I wanna hold your hand ೃ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora