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Lo primero que vio Jimin al entrar a su salón fue que dentro de ella no había nadie, era habitual en él llegar temprano alrededor de una hora antes del inicio de clases, sus padres se iban aún más temprano de casa ya que la casa Park es alejada de sus empleos por lo cual se van muy temprano de casa y llegan tarde, pero no por ello no pasan tiempo con sus hijos, los levantan a temprana hora en la mañana así desayunan los cuatro juntos. Por eso Jimin siempre llega antes.

Dejó su mochila en su puesto, no se sentó, solo sacó sus audífonos del bolso y salió con estos en manos desamarrándolos mientras caminaba, siempre se pregunta cómo es que de unos minutos a otros los malditos aparatos se enredan tanto. Caminó con tranquilidad hacia la biblioteca. Parte de la rutina es ir hacia allá, una vez llegó se acercó a la recepción del lugar.

-buenos días minnie—saludó la encargada de la biblioteca—temprano como siempre.

-así es—sonrió--¿qué tal estuvo su fin de semana?

-bastante bien, visite a mis familiares ¿y tú?

-solo en casa con mis padres

-me alegro, bueno, ve a leer tranquilo hijo

-gracias—desde que entró a la escuela había mantenido la rutina de llegar temprano, pasar el rato por ahí hasta que un día se enteró que solo dos personas llegan antes que él, la bibliotecaria y el guardia (quién abre la escuela), la señora Kim era una mujer de alrededor 49 años, amable, casa con tres hijos ya adultos.

Jimin amaba aquél olor de libros viejos, el aromatizante de frutas silvestres que la señora Kim rocía primera hora de la mañana, se acercó al sector de ficción.

-bien, hoy será uno de aquí—miró libro por libro, buscando algo que le interesara. Cuando un libro bastante llamativo de portada lo hizo detenerse

-¿también temprano?—se escuchó la voz de la señora Kim, no era hora de mantener silencio, aún era temprano para ello. Algo que siempre le dice a Jimin.

El chico se sintió nervioso, caminó despacio para cuándo salió de las filas de repisas miró hacia la señora, allí estaba él. Alto, con piel morena, su uniforme normal como cualquier estudiante pero pasando de alto el ¨no llevar accesorios¨ sus dos aros en cada oreja eran de plata, su cabello totalmente corto pero se caía unos cuantos mechones de frente, negro natural de él. Jimin recordó el primer día que lo conoció, cabello totalmente platinado, otro día fue morado, otro fue ceniza, pero al parecer las reglas de la escuela llegaron hasta sus padres ya que lleva bastante tiempo usando el negro, su color natural.

Se sentó con vista en dirección a él, se sentó mesas adelante de Jimin, dejó su mochila a un lado y sacó sus cuadernos. La señora Kim los miró- ¨oh... que frío, iré por un té¨-- Jimin no la escuchó, de haber sido así se hubiera dado un golpe e la cara, es pleno verano. El chico sentado frente a él se acomodó sacó sus audífonos y miró hacia el frente, ambos se miraron.

-buenos días—

-buenos, días—había echo una pausa para poder creerlo, lo había saludado, cada vez que lo hace siente que no puede creerlo, ¡lo saluda!, claro que lo hace, todos los días son solo ellos dos a esa hora en la escuela y en la biblioteca ¿quién más estaría ahí?, se acostumbraron a verse, aún así en todo este tiempo...jamás han establecido una conversación amena.

Jimin sabe de él, lo investigó, su nombre, edad, curso...solo faltaría su número de teléfono.

Al comienzo Jimin no lograba concentrarse por estar allí con él. El tiempo comenzó a pasar y logró concentrarse, ver hacia él de vez en cuándo...

Las horas pasaron y el timbre de que quedaban quince minutos al comienzo de clases sonó, algunos pocos alumnos habían ido a la biblioteca para poder terminar alguna tarea o seguir con algún libro. Jimin alzó la mirada y él aún estaba allí, tomó sus cosas y fue con libro en mano hacia la señora Kim.

Despojado en tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora