|Capítulo 44|

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"Guiarme por sus palabras, fue mi triste perdición, perderme en sus miradas, me hizo recordar que no soy... nada"

***

- ¡Emilia! ¡Emilia! - se escuchan los gritos del joven en el oscuro y solitario vecindario - ¡Emilia! -

Una que otra persona pasa por su lado observándolo con molestia o curiosidad, mientras la nombrada aprieta contra su pecho una suave almohada blanca, la cual, está ahora impregnada de sus lágrimas y u n poco de maquillaje negro que se ha corrido gracias a éstas.

Pablo Mansfield suspira mientras escucha los gritos del muchacho a las afueras de su casa, una parte de él desea ir a sacar a su hija de la cama y obligarla a hablar con Matteo, pero la otra parte, las más paternal y protectora, se siente aliviada al haber escuchado la determinación con la que Emilia gritó no querer volver a ver a Matteo.

Si se lo preguntan, está claro que todo se debe a ciertos sucesos ocurridos en el pasado entre ambas familias; Pablo había decidido llevar a su pequeña hija a vivir en un sencillo y apartado lugar de la ciudad, lo más lejos posible de la élite mexicana, y tan ocultos como pudieran vivir de León Bustamante.

Era obvio que León no pararía hasta encontrarlo y, aunque nunca se hizo presente ante él, Pablo sabe muy bien que Bustamante es consciente de la vida que él lleva junto a su hija, ya que, si alguien llegó a conocer a León Bustamante, fue el mismo Pablo Mansfield, pues si alguna vez fuiste un peón, sabrás que a tu rey no le importa sacrificar a quien sea necesario.

...

- Delfina - reprocha la mujer deteniendo a su nieta al tomar su mano - No seas mal educada, ya suficiente humillación nos hizo pasar Matteo al irse corriendo de esa manera -

- ¿Y qué esperabas, abuela? - responde la chica liberándose de su agarre - ¿Qué se quedara a mi lado y ambos fingiéramos ser la pareja feliz y perfecta? - bufa, observando a los lejos a su abuelo y a Bustamante sonriendo al lado de sus futuros socios - Si ustedes quieren unir sus empresas, háganlo, pero no intenten involucrarnos a nosotros, porque ni Matteo ni yo vamos a fingir ser algo que no somos -

- Al menos tén la educación de atender a tus invitados -

- Serán los tuyos - se cruza de brazos Delfina - Aunque, ahora que lo mencionas, si atenderé a mi invitado, o, mejor dicho, a mi novio, Gastón Arango - enfatiza el nombre del chico, provocando la molestia en el rostro de la señora Huber - Aunque creo que prefiero estar con él en cualquier lugar que no sea este, estoy harta de tantas mentiras y falsedad -

- No puedo creerlo de ti - reprocha la mujer con seriedad - Cada vez te pareces más a Ramiro -

- Y yo no puedo creer que pienses que me estás ofendiendo al decir eso - responde la chica, para después, alejarse de aquella mujer e ir en busca de su novio.

Al haberse separado de la gemela pelinegra, Benicio se dispone a caminar entre la multitud, aunque en ningún momento aparta la mirada de su padre, quien no tardó en acercarse a los hermanos Benson, pues para el italiano es muy importante que ambos chicos hablen bien de él ante su madre, aunque claro, eso es algo que ninguno de ellos planea hacer, a menos que sea Sharon quien se los cuestione.

En otro sector de la fiesta, Simón camina buscando a cierta rubia entre la multitud, pues de nuevo, la chica ha huido de sus brazos; el chico se reprocha mentalmente el no haberla detenido, pero es sólo que tal fue la profundidad de aquel beso, que ciertamente lo dejó perplejo.

En su distracción, el chico reacciona hasta haber chocado su hombro con el de alguien más, por lo que apenas alcanza a tomar la mano de la chica para evitar que ella pierda el equilibrio, cosa que, por supuesto no iba a suceder, pues al verlo caminando de frente a ella, la pelirroja no dudó en causar aquel choque para atrapar su atención.

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