Bajo efecto del Alcohol

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Había estado esperando esa fiesta durante una semana, y no podía aguantarlo más. Mis ansias estaban por rebalsar del vaso de tal forma, que ese viernes marcado con rojo en mi calendario, dio lugar a ponerme bien linda con un buen vestido. Bueno, creo que puedo ser más especifica: un vestido tubo azul, un tanto provocador. Además, decidí adornar mi cuello con un collar que imitaba metal pintado y unos tacones, ambos blancos.

Típica fiesta universitaria a la que había sido invitada por unos amigos de mis amigas, que ya estudiaban. Hace dos años que podría haber entrado a la universidad también, pero cuando no hay fondos: no hay fondos y eso es todo. Ni siquiera podía pensar en una carrera, cuando no me aceptaron en ningún lugar y trabajaba en la lavandería de un hotel.

¿Qué hacía en la ciudad universitaria de West Coast entonces? Creo que uno tiene que buscar donde encajar, y siendo todos jóvenes ahí, era mi lugar en el mundo.

Las Aguilas era el nombre del equipo de fútbol americano de la universidad de Brooklyn, y estos organizaban el evento en la casa de una fraternidad. Barbara y Jessica se juntaron para ir juntas.

Cuando entramos en la gran casona. Si eran hombres quienes organizaron todo eso, sí que demostraban el desastre dentro, aunque era lo común.

Por todas partes, bebidas y comida tirada por ahí, arreglos rotos, música que me hacía sentir dentro de mis cabales, algunas personas bailando y por último, chicos que se sentían en el paraíso con aquellas chicas junto a ellos con las que coqueteaban o se besaban ¡tan pasionalmente en el centro de todo! ¡Por favor, busquen un cuarto! pensé sarcásticamente.

Al entrar, varios chicos nos chiflaron y otros soltaron comentarios no tan agradables, pero no me importaron en lo más mínimo. Yo no era de aquellas que se entregaban tan fácilmente, sin embargo, tampoco era de las que no podía tolerar ese tipo de situaciones. Yo me aprovechaba de ellas.

Desfile mi vestido en la entrada y seguí caminando hasta que encontré a dos amigas tiradas junto a uno de los de la fraternidad.

- ¡Pfff... Parecen putas amigas mías! - les dije a las burlas y ellas se limitaron a reír. No me desagradaba, de hecho, me daba risa. Su aspecto y su falta de conciencia me daban a entender cuanto habían tomado.

Luego de un rato, la fiesta comenzó para mi también. El alcohol no solía formar parte de mi felicidad porque soy de las que se enloquecen porque... soy así, pero ese día estaba algo pasada y lo reconozco.

Hable y también baile, con cada chico que se me cruzo y se entretenía conmigo al ritmo de la música. Resultaba tan explosiva que me convertí en uno de los centros de la diversión sin siquiera darme la menor cuenta.

Había estado un buen rato con Adam, un amigo mío y ya había llegado el momento que nos reíamos de nosotros mismos tirándonos unos pasos de baile ridiculicemos cuando por completa sorpresa, alguien apareció detrás mío. Más bien, se poso sobre mí pegandose a mi cuerpo. Me estremecí un poco, pero no puede hacer nada ya que este me abrazo delicadamente por la cintura y luego poso su cabeza sobre mi hombro.

- Le molestaría si te robo por un momento? - me pregunto susurrando en mi oreja, refiriéndose a Adam. Su voz era suave y sexy.

- No, no lo creo. - respondí.

Entonces me tomo la mano y me hizo dar una vueltita para encontrarnos enfrentados. Me encontré a un típico chico rubio, alto y fornido, con una bebida en la otra mano y una sonrisa picara; pero algo en él me resultaba conocido.

Él no bailaba muy bien, sin embargo la pasamos genial y no tarde en verme a mi misma en un enrollo bastante complicado con quien había olvidado su nombre...

Sin duda alguna, ese trago llamado Volcán de Vodka me afecto. Unas horas después, me encontré sentada arriba suyo, cara a cara y mis piernas flexionadas a los lados de las suyas. Parecíamos pegamento y papel: podía sentir su miembro. ¿En que estoy cayendo? me preguntaba queriendo evitar los efectos del alcohol, pero no podía. Este chico me atraía mucho, como si fuera el calor placentero y ameno de una chimenea. Vamos Barbara, ¿qué esta pasando?

Parecía haberme convertido en la burla de las putas de mi alrededor. Tengo que parar esto había pensado.

No fui capaz de evitar el placer que sentí cuando sus manos corrieron mi cabello a un lado para dejar mi cuello listo para los besos que me dieron sus labios carnosos. Luego estas manos bajaron hasta mi cintura y me atrajeron hacía el, y nuestros besos resultaron abrasadores. Cuando por último, toco mi trasero.

Me dí cuenta que algunas personas no miraban y cuchicheaban entre ellas, eso me dio mucha vergüenza y me sonrojé.

- No, eso no. Ya deberíamos parar. - dije y me costaba pronunciar las palabras por la forma que su boca aplastaba la mía.

Le saqué las manos ahí varias veces porque las volvía a meter, hasta tal punto que en una ocasión me apretó y yo me enoje. Me separé de el bruscamente, me miro por un momento con la mirada de un perro triste y no se como volvimos a los besos. Solo besos.

Ya no llevaba la cuenta del tiempo, pero... en varias horas más, cuando fui más consciente de lo que pasaba, note que estaba en el camino hasta una habitación dentro de la fraternidad. No tenía puesto los zapatos, y los sostenía en mi mano derecha y la izquierda estaba tomada de la grande mano de este chico. Amigos suyos vitoreaban, le aplaudían y hasta le chocaban el hombro festejandole la conquista. Sinceramente, yo estaba hecha una estúpida.

Iba a parar con todo eso, pero justo entramos en una habitación y al cerrar la puerta, él me acorralo contra esta y me beso una y otra vez. Una situación así: con un chico así de bueno, bajo el efecto de unos cuantos tragos, era algo difícil de controlar incluso para la chica más recatada.

Le acaricie los abdominales al meter la mano bajo su remera que después le saque evitando soltar nuestros labios. Era tan apasionado que sus músculos superiores en ese momento desnudos, se tensaban y hacían visibles sus venas de tal forma que este hombre me resultaba irresistible.

Me tomo de la cintura como si fuera un hombre del neolítico y me deposito en la cama de dos plazas que había allí. Luego se apoyo encima mío.

Me levanto un poco la espalda y comenzó a buscar la forma de abrirme el vestido con algo de impaciencia. Esta prenda tenía un cierre en la espalda, pero no podía decirle esto ya que estaba muy atontada como para pronunciar algo.

Me di cuenta que él estaba más acorde que yo y que se aprovechaba del estado de una chica a la cual todo le giraba porque como tan bruto que era, me rompió la cremallera del vestido por atrás y eso me asusto. ¡16 dólares en Forever 21 completamente perdidos! ¡Mierda!

Ya no parecía el chico tan majo que me invito a unos tragos, parecía poseído por la ansiedad. Me abracé el pecho justo después de que me terminara de dar un beso y me acostara de nuevo. Fue ahí cuando observe mejor su rostro.

Su cara dura tenía rastros de lo que antes había sido un chico delgaducho y su pelo rubio ceniza mantenía el mismo corte desalborotado de hacía unos años.

Él comenzaba a desabrochar su cinturón como si fuera un salvaje.

- Rudy. - murmure casi como para mi misma, abrazandome aún más.

Escucho algo de lo que dije así que me miro un instante y al ver sus ojos celestes... lo más celestes que nunca antes había visto, no tuve duda alguna. Pero ese corto tiempo termino rápido, porque siguió con su pelea con el cierre de la bragueta. Por un momento me pregunte si también lo rompería.

- Rudy. - lo llamé y no me miro aunque si noté como hizo una mueca.

Se abalanzo sobre mí y me fue besando el pecho hasta llegar a mi rostro e intento sacarme el vestido, pero no le deje. Ya estaba decidida en alejarlo de mí.

- ¡Rudy! - le grite, queriendo separarlo casi a golpes. - ¡Rudy, basta! ¡Basta!

Levanto la cabeza desconcertado y me miro.

- ¿Me has llamado...? - comenzó a preguntar, pero el final de su frase voló por los aires. Su cara cambió totalmente y su incomprensión se volvió asombro. - ¿Cara?

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¡No le temas al amor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora