Rudy Thompson

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De mis ojos corrían las lagrimas. Me abrazaba a mi misma lo más que podía, tapandome con el edredón para que Rudy no me viera. Su rostro me demostraba lo confundido que estaba. Me había puesto así justo después de que me halla dicho:

- Bueno, ya nos conocemos... ¡entonces, la pasaremos mejor! - dijo y como acto seguido me tiro la boca, la cual rechacé.

Llorar como un niña y de seguro que estaba roja como un tomate. No podía dejar de sollozar, además, cada vez me acurrucaba más contra las almohadas de la cama y queriendo evitar que vea mi rostro, me tape la cara con las manos.

A pesar de estar allí junto a este chico medio desnudo, me aislé en mi mundo. Y la chica que había entrado a ese edificio con la seguridad de una porrista se convirtió en la más insegura de todas las cerebritos.

Entre tanta crisis personal que me atormentaba, no escuche cuando él se me acerco.

- Tranquila, Cara... no te haré daño. No tienes que temerme, no te haré nada. - dijo suavizando su voz. Intento con cierta suavidad inesperada separarme las manos del rostro, pero no lo deje y me aparte más aún. - Perdona, no te reconocí... Se que me pase un poco de la raya, estuve muy mal. Lo sé. - sus palabras solo provocaban que llore más aún. - Prometo que no te haré nada, tranquila.

No trato de sacarme más las manos, pero me abrazo. Se puso detrás mío y me enrollo con sus largos brazos, procurando no tocar ninguna parte de mi cuerpo que resultara indebida. Estaba respetandome.

- Me quedaré aquí a contenerte si quieras, tú llora lo que quieras... aunque yo no entienda porque. - dijo y no pude evitar doblarme hacía su pecho en el cual descargue mis lagrimas. El me abrazo la cabeza. - Shhh... ya pasó.

Ese ¿por qué? Muy fácil respuesta. El Pasado. Debo denominarlo así como para que represente lo que fue para mí. Fui feliz por un tiempo..., lo fui ¡y cuando todo se vino abajo, Rudy fue parte de eso también!

Ignore el tema, ya que no quería hablar de ello y cuando por fin pude decir algo, tragué un poco de mi llanto para poder hablar y le dije:

- ¿Cómo... ¿cómo volveré a... casa? - le pregunte sin tener en cuenta que no tengo "casa" aquí en West Coast, si ni siquiera me alcanza el dinero para pagar un monoambiente. Duermo en la lavandería del hotel. La lavandería me hizo pensar en mi vestido. - ¡Siempre me haces estas cosas! - le espité recordando como era de chico, no le era difícil dejarme en el ridículo. - ¡Eras un estúpido! ¡Ba... lo sigues siendo!

El soltó una leve sonrisa y apoyo su cabeza arriba de la mía.

- ¡Sí, lo soy. No te lo voy a negar, hermosa! - dijo y al hacerlo, me hizo reír.

¡Quédate sería Barbara Morgan, tu actitud esta siendo la de alguien tan sonsa como Cara! me advertí, pero era difícil escuchar a mi conciencia cuando me dio un beso en la frente.

- No te preocupes, yo te llevaré a tu casa. - respondió y me hizo sentir como cuando teníamos dieciséis años. ¡Shh.. basta! ¡Barbara tu naciste a los dieciocho y medio! ¡Para! - La cosa es... - comenzó a decir levantando la vista hacía mi. - ¿Cómo te llevo en estas condiciones?

Pensé por unos segundos, no quería decir lo que pasaba por mi cabeza.

- ¿Por qué no me das tu remera? Debe ser lo bastante grande para mi. - respondí mordiendo los labios. ¡Listo Barb, eres una completa idiota!

- Me parece bien, ¡tomalá! - dijo arrastrandose hasta la prenda tirada en el piso y después me la tendió. La tomé rápido como si fuera un gato desconfiado.

Luego me levante cuidadosamente de la cama, con la prenda y lo que quedo del vestido para taparme. El me observaba con sus típicos ojos pícaros, expectante.

- ¡No me mires! - le chité. Como un tonto asintió varias veces con la boca media abierta, pero finalmente se dio vuelta para evitar mirarme. Por alguna razón curve los labios y me reí para mis adentros, no dejaba de ser el mismo Rudy Thompson.

No me cambie hasta que estuve segura de que no me estuviera observando y/o espiando. De chico no hubiera podido despegarme un ojo.

La remera a penas me tapaba los muslos ya que era corta incluso para él. Seguro la usaba así para que se le marquen los músculos. No me puse los tacos ya que me considerarían la puta de la zona, si veían que tenía puesta esa la remera y mi trasero andaba por ahí.

- Listo, ya puedes verme. - dije al fin.

- Por fin... - comenzó a decir mientras se daba vuelta. - Me sorprende el tiempo que puedes mantener un hombre mirando a la pared cuando sabe que hay una chica... - otra de sus frases se había cortado a la mitad.

- ¿Qué tengo? - pregunte. Estaba tan acostumbrada a ser la víctima de sus criticas que ya me había puesto en ese papel

- Nada... - respondió y soltó su sonrisa de dientes blancos para mí. Por primera vez en mucho tiempo, me sonrío a mí y ese gesto tan simple que a cualquiera podría resultarle insignificante: me lleno hasta el tope mi pobre y vacío corazón. - Solo me da gracia verte hoy en día y ver que el uniforme de gimnasia ¡te queda mucho mejor!

Observe la remera, que me había puesto al revés. Era del equipo de fútbol americano y arriba del escarlata, las letras mostaza mostraban como algo usual: el apellido del jugador y abajo de este, su número. THOMPSON. 10.

- ¡RUDY! - le grité y luego le lancé una de las almohadas a la cara.

Nosé como pero mi fuera bruta causada con una almohada hizo que se balancee al borde de la cama y se caiga. No pude evitar reírme, como si nunca hubiera pasado nada... totalmente nada.

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¡No le temas al amor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora