El Hotel Tritón

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Sinceramente, no quería salir de la habitación. Con una remera larga que me llegaba hasta los muslos, ¡no por favor! Todos dirían que soy una puta barata, y era lo que menos quería escuchar.

- Esta bien, esta bien... A ver que podemos hacer... - dijo Rudy asomándose a la ventana. - ¡Esta muy alto desde aquí, tendremos que bajar si o sí por la escalera!

- Pero, ¿cómo voy a hacer para... taparme? - pregunté, y luego me mordí el labio con nerviosismo al mismo tiempo que bajaba la remera larga por milésima vez. No quería siquiera que él me viera.

- Mmm... - pensó durante unos segundos paseándose la mano por la barbilla, hasta que su rostro cambio por completo a uno que sí parecía tener una idea, y una que me aterraba conociéndolo bien. - ¡No te preocupes por eso, preciosa!

- ¿Qué tienes en mente? - le pregunté asustada, expresando mi disgusto a la extraña y desconocida causa de su felicidad.

Solo sonrío, y lo hizo ampliamente. Luego camino hacía mí como lo haría un galán, pero en vez de portarse como tal, me tomo por la cintura y por la parte trasera de las rodillas las cuales con un simple y veloz movimientos de aquellos, me quebró lo que tenían de fuertes. Me sentía completamente indefensa. Mi cuerpo entero acabo siendo sostenido por sus largos brazos.

- ¡NO! ¡Se me va a ver la bombacha! - me quejé y el dejó soltar unas risas. Sentí vergüenza, ¡ya que lo dije como si lo hubiera pensado! <<Más patética... imposible.>> me paso por la cabeza.

- Sí, pero yo no te la voy a ver. - me respondió con su usual tono calmado, como si leyera mis sentimientos hacía él. Estuve apunto de gritarle, pero me interrumpió. - Ni ningún otro la verá. - dijo, y acerco su sonrisa hacia mí. Corrí la cabeza, es que... ¿Iba a besarme?

- ¡Rudy! - volví a chillarle, pero fue en ese instante cuando nuestras miradas se encontraron así que no pronuncie nada más.

Su sonrisota desapareció. Parecía haberse sorprendido de como me quede observándolo. No me miraba extrañado o disgustado, sino que me miraba como si hubiera alguna especie de fuerza que lo distanciaba del mundo y lo llevaba hasta el punto donde nuestros ojos nos encontraban y nuestras almas se emparejaban.

Amaba sus ojos, siempre los había amado y jamás creía que los volvería a ver, pero me saqué aquella idea de inmediato sacudiendo la cabeza y luego bajándola hacia mi pecho, como si fuera una niña miedosa.

Noté como pasó su brazo al tope de mi espalda, así que con la mano me levanto el mentón lentamente para hacer que lo miré. <<¿Dónde me escondo?>> me pregunté ya que... eso era raro... o más bien, algo completamente extraño ¡para ser quien era él!

- ¿Qué pasa? - le preguntó queriendo saber a que se debe su interés en mí. Ni siquiera había movido sus pies.

- Es que... - dijo, pero se corto como si reformulara lo que iba a decirme. - Nunca me había dado cuenta de que eres hermosa.

Nunca me dijo algo así... Su último cumplido había sido que mi culo era gigante..., sí es que descarto aquel de mi horrible aliento. <<¡Maldita tarta de cebolla!>> Sin duda alguna, me sonroje al igual que él, así que con una pícara curva en los labios volví a bajar la cabeza y empecé a jugar con mis dedos.

Rudy salió como todo un hombre que se lleva a una mujer consigo lo haría, pero nuestra misión no era entrar en una cama, ¡sino salir de ella! Algunas personas le dijeron cosas y le golpetearon el hombro, pero él los ignoró a todos y bajo corriendo las escaleras. Me puse roja como un tomate cuando me di cuenta que había puesto una mano al costado de mis muslos, solo para que no me vieran, pero tal vez eso era mucho más preferible a que todos conozcan mis bragas celestes.

¡No le temas al amor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora