Rojo

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Los resultados de sus exámenes de género no eran algo por lo cual sorprenderse, en su familia el primogénito siempre había sido alfa, por lo cual Aomine no se sintió nervioso durante la espera. Su mundo parecía estar sumergido en un estanque, todo era tranquilo y sereno, había tanta calma.  Cuando le entregaron la carta en donde se confirmaba que era un alfa de rango alto no se emociono, y tampoco le importo mostrarlo.


Parecía tabú para los demás hablar cómodamente de sus géneros, y como si todo hubiera cambiado sin retorno, la vida que conoció antes de los 15 años ya no fue igual.


La primera vez que se dio cuenta de dicho cambio fue cuando terminó la entrega de resultados. Las voces ruidosas de los chicos y los murmullos de las chicas le hacían fastidiar, ya iba a partir del salón para ir a tomar una siesta al tejado cuando escuchó el llanto de una de sus compañeras.


Un nuevo panorama se presentó en el salón. 

El estanque ahora era un mar bravo.

La chica estaba histérica, su respiración agitada alarmó a todos,  su rostro rojo por el llanto y los gritos de tristeza que soltaba les helaron la sangre.  La arrugada hoja entre sus pálidas manos decían que ella era una omega de rango bajo.

—Mako-chan, cálmate, no pasa nada—Sus amigas intentaban hacer que volviera a sentarse en su pupitre, pero ella simplemente las empujó haciendo que una de ellas cayera al suelo.

—¡Cállate maldita! ¡No lo entiendes! ¡Mi vida se arruinó! ¡¿Por que tuve que ser yo?!

Lentamente ella se fue deslizando en el piso, hasta quedar sentada, y lloró en silencio lo que resto del descanso.

Al inicio ella parecía una exagerada, una loca que seguro había estado enojada por ser la única omega de rango bajo de la clase. Todos la recordaron como la chica histérica los primeros días del nuevo semestre. 

La conmoción parecía haber quedado en el olvido, mientras que la decadencia avanzaba su paso en el salón de clases de manera silenciosa, como un depredador ocultándose en la maleza, esperando para engullir a su presa.

Empezaron como pequeñas bromas desde los resultado de los exámenes, hasta trascender en un monstruo que se los trago a todos. El acoso hacia los omegas era normal, y las charlas matrimoniales eran comunes, incluso una de las chicas traía puesto un anillo de compromiso, se la veía tan feliz, como si el dolor de ser omega fuese una mera imaginación. 


Un día Mako no volvió a clases.

Los directivos no dijeron mucho al respecto, pero sus amigas no se quedaron calladas.

Ella había sido atacada por su propio hermano alfa, que no había tomado los supresores, en medio de una confianza estúpida de que podría controlarse por que eran familia. El resultado de tal profanación fue un embarazo, que los padres de Makoto no la dejaron interrumpir. 


Lo siguiente que supieron fue que ella se había suicidado. 



El florero presente en el lugar donde ella se sentaba parecía irreal, el aroma de la flor de azar hizo cosquillas en su sensible nariz, y su retrato aún sonreía con tierna inocencia. Aomine se sintió sucio por pertenecer al grupo de los alfas. La aflicción dentro de el era inexplicable, se sentía mal por lo ocurrido, y a la vez le importaba un bledo.


Las diferencias se hicieron más notorias con el tiempo, el creció más alto y fuerte que los chicos betas y omegas, en el club de basket no había nadie que le parará. Lo que antes parecía divertido comenzó a volverse cotidiano, aburrido, hasta el punto de causar repulsión. Pronto iniciarían las competencias de basket, y aunque el raramente se presentaba, tenía una nueva razón para hacerlo.


The three tonalities of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora