Zozobra helada

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Las oportunidades de la vida se presentan como una simple casualidad. Algunas son desconocidas, otras son una serendipia y las demás son consecuencia de las decisiones tomadas por el hombre. Y no un sólo hombre.

Sin embargo, podemos describir el miedo que toda persona siente al tomar una oportunidad, al hacer algo por primera vez, al probar un nuevo sabor de helado. Helada sangre corre por las venas de esas personas, de nosotros mismos, porque aquella intimidación paraliza, estruja, mata.

Cuando vamos a un restaurante por vez primera solemos leer el menú más de dos veces, cuando vamos a librería nos detenemos a contemplar el lomo de cada ejemplar sin saber qué leer, cuando vamos a una nueva heladería nos recargamos en el vidrio a intentar decidir qué es lo que deseamos. Y entonces, lo que pasa después, se convierte en un paseo en círculos.
Puede que nos guste ese nuevo platillo, o tal vez no; de cualquier forma, será el determinante para tu próxima visita que será dependiente de la primera experiencia, tendencia que se caracteriza por clasificar a alguien por el primer elemento probado cuando abandonamos el tesoro con doscientas opciones inexploradas.
Puede que nos demos cuenta, después de algunos días, que la obra que compramos en la librería no era lo que esperábamos. De cualquier manera, no puedes reclamar tus propias expectativas, vaya error que cometemos, intentar comprar expectativas a cambio de un montón de billetes. Y, por segunda vez, descartas al autor, al género e incluso a la librería si fue ésta la que te recomendó el ejemplar, ellos sólo vendían un paquete de hojas por un montón de billetes.
Por último y menos importante para gran parte de la sociedad tenemos aquella bola de helado.
Las experiencias se quedan para siempre, sin importar el impacto sobre nosotros. Yo, aquella mañana de verano, estaba listo para degustar de un helado sabor, pero simplemente, hasta la fecha, no fui capaz de formar un criterio sobre el sabor de aquel helado, tampoco del cono, tampoco de la heladería y mucho menos del lugar.
Al parecer, mi ignorancia había provocado que el cono se escabullera entre mis dedos para estamparse contra el suelo.

Hasta hoy, recuerdo el olor a menta que penetró mi integridad. Sólo es un recuerdo, el recuerdo del paso de los minutos que tardó en derretirse, el recuerdo de la oportunidad perdida.
El recuerdo de la primera vez que saboreé un aroma con mi imaginación realmente sabía bien en mi mente, sabía bien como pensamiento, sabe bien como pensamiento apóptico.

(Camino de La Vida, ve hacia el texto siguiente)

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Pensamientos apoptóticos #CA2022 #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora