Capítulo 12

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Francesca se fue junto a Liv a los jardines de la casa. No sabía donde quedaban, pero la otra chica iba a ese hogar desde los cuatro años, así que no se le hizo problema para encontrar la puerta de salida.

El verde allí era hermoso. Estaba rodeada de rosales y uno que otro árbol. Como su pieza estaba orientada hacia la calle, no se había dado cuenta de la hermosura de ese lugar al natural. El clima rodeado de esa neblina que casi era imperceptible le daba un toque de misticismo a un lugar que de por sí ya lo era. Se sentía como en su hogar.

— ¿Es lindo o no?— Claro que lo era. No había para que responder esa pregunta.- La señora Hallström me dijo una vez que su madre había mandado a colocar las rosas, ya que estaba un poco pelado. Este lugar ha pertenecido a su familia desde los comienzos del pueblo. Bueno, a tu familia, ya que, a fin de cuentas, todo esto algún día será tuyo.

— Hablas perfectamente— dijo Francesca, cambiando de tema.— No necesitas para nada que te ayude, lo que soy yo, no entiendo nada del idioma de por aquí.

— Pensé que te habías dado cuenta. Tu abuela nos juntó para que no te sintieras sola entre tanta mujer adulta. La verdad es que también me ayuda a mí, ya que en este pueblo las chicas son muy aburridas y no tienen ideas muy elevadas sobre su vida. La única forma de que aspiren a algo más es que bailen aquí en la academia, donde la señora Hallström te ayuda a salir de este pueblo, pero no todas tienen padres que las apoyen. Lo consideran un hobby, algo para lo cual usar su tiempo libre, pero a partir de los dieciséis desaparecen.

— ¿Por qué?, ¿para qué perder la oportunidad de conocer el mundo? Yo me iría sin miramientos.

— Tú y yo, pero estas niñas viven en otra época. Somos muy pocas quienes no tenemos la mentalidad de casarnos y tener hijos apenas salgamos del colegio. Para mí, la señora Hallström es mi ídola. En mi casa tengo unos videos de sus presentaciones y son soberbias. Otro día te las mostraré.

Francesca se sentía orgullosa por el hecho de que su abuela fuera una persona tan influyente en la vida de las chicas de ese lugar, pero mal porque no conocía nada de ella. La única información certera sobre su vida eran su nombre y el nombre del padre de esta, nada más. No comprendía por qué su madre nunca le había hablado de la mujer que le había dado la vida, pero tratar de ahondar en los intrincados hilos de la mente de la ahora Ingeborg Amelia Baldecchi era una misión imposible. Ni siquiera sabía que se llamaba en realidad así. Se sentía de alguna forma traicionada por el objeto de sus adoraciones.

Se sentaron ambas en unas bancas que estaban bajo un árbol y se pusieron al corriente de sus vidas.

Liv Greta Bergström era la mayor de tres hermanos. Su madre había muerto en el parto del tercero, por lo que su padre se tuvo que hacer cargo de ellos. Astrid Hallström al descubrir su talento a tan corta edad le ofreció al jefe de hogar una beca en su academia, donde le enseñaría todo lo necesario para triunfar en el ballet internacional. Él aceptó inmediatamente, por lo que de alguna forma su abuela se volvió en la madre que no pudo tener. Sentía una profunda gratitud a esta y por eso daría lo mejor de sí para que se sintiera orgullosa.

Francesca pensó, justificadamente, que Liv era más nieta de su abuela que ella misma. Eran dieciséis años perdidos, en los que Liv se había ganado el corazón de esta a pulso. Por más que se esforzarse, luchar contra eso era como nadar contra la corriente.

Se sacó de su cabeza esos pensamientos y prefirió verla como la única "amiga" que podría tener en ese lugar. Su madre aún no le decía cuanto tiempo pasarían allí.  Si todas las vacaciones, un semestre o todo el año. Últimamente no le decía mucho. También era, quizás, una de las formas de aprender sobre su abuela indirectamente y por algo las habría presentado a las dos.

Le sonrió y empezó su parte de la historia, su vida en la ciudad, en el colegio, su padre, en fin, todo lo que a ella no le importaba pero a Liv la mantenía interesada. Para Francesca, su vida era muy aburrida, pero para Liv, habiendo sido criada en un lugar tan aislado era fascinante. Sus grandes salidas eran una vez al mes a la ciudad, ya que en el pueblo tenían su propio colegio, por lo que no era necesario que viajara para estudiar. Eran cursos poco numerosos, con un máximo, a veces, de diez alumnos por sala. La mayoría de las chicas de la academia venían de la urbe, siendo esa una forma de mantenerse conectada con esta.

Tenían pensamientos similares acerca de sus vidas, algo que en los lugares donde ambas vivían era una rareza. Francesca llegó a la conclusión de que su abuela sabía por qué hacía las cosas.

"Después de todo, quizás podamos ser amigas", pensaron sin querer las dos.

La Utopía de la Familia PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora