Llevando Ventaja

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El día siguiente, Rin fue la primera en levantarse, algo soñolienta y con bastante flojera. Sin embargo al echar una mirada al cielo miró el pelaje de Sesshōmaru y se dio cuenta que no había sido un sueño: el señor Sesshōmaru estaba atrapado en un perro demonio enorme con el pelaje bastante cómodo para dormir, giró la cabeza de un lado a otro desechando los pensamientos de ese tipo. Debía estar pensando en alguna solución para no dejar en desgracia a su amo, no deleitarse con ella.

Además, el amo era un yōkai respetable, no su almohada personal.

Suspiró y se limpió las lagañas que aún estaban en sus ojos y que le invitaban a seguir durmiendo. Hizo un gran esfuerzo para no acomodarse de nuevo y dormir cinco minutos más; el amo aún tenía la cabeza agachada y mirando el lado opuesto a donde estaba ella. Sin duda, seguía durmiendo.

—Es verdad —se dijo en susurros, se atrevió a acariciar por última vez el pelaje de Sesshōmaru y agregó—: es hora de serle útil, Sesshōmaru-sama.

Con pasos y con mirada penetrante no perdió de vista al sirviente de Sesshōmaru cuyos ronquidos daban a entender que aún no estaba ni cerca de estar medio despierto. Cosa que le ayudaría para poder hacer su parte. No había sido broma lo que se dijo la tarde pasada, Sesshōmaru contaría esta vez con su ayuda. Sólo con su ayuda.

Sesshōmaru escuchó los pasos de su protegida alejándose. Se preguntó si debía dejarla ir.

»Es hora de serle útil, amo Sesshōmaru.

Aquellas palabras habían taladrado su cabeza enormemente, tanto que no se movió ni un centímetro al momento de que la escuchó alejarse con pasos "silenciosos" a quién sabe dónde.

Bueno, no importaba, después de todo. Ella deseaba ayudarlo, y por más humillante que aquello le pareciese. En el fondo, le gustaba.

«Maldito seas, padre» pensó molesto, culpando una y mil veces a los genes de su padre que ya comenzaban a cobrarle factura por detestar por incontables años a los humanos.

...

Jaken despertó de sobresalto moviendo su báculo para que este terminara golpeando la cabeza de su portador. Éste se quejó y miró a Ah-Un quién aún seguía durmiendo pacíficamente; bostezó, se estiró y miró a su alrededor mientras pasaba la lengua por sus labios con pereza.

—Un momento... ¡¿dónde están?!

Así es, ni Sesshōmaru ni Rin estaban. ¡Y él dormido! Ese par... ya se había imaginado que algo así ocurriría en algún momento. Lo había visto venir, siempre supo que el amo no dejó a Rin vivir por nada.

Pero... ¡el amo debió esperar a que ella creciera!

...

Rin corría desesperadamente atravesando algunos caminos cubiertos de árboles y matorrales, sus pies ya habían golpeado algunas rocas y sus dedos índices y medio habían sufrido gran parte de aquellos golpes, algo brutales y dolorosos que hicieron que más de una vez, se detuviera y se sobara para evitar gritar o llorar. Ahora no era momento de llorar, era momento de ayudar al amo y por todos los yōkais que lo haría.

El amo siempre la había rescatado de cualquier peligro por insignificantes que fueran. Y eso significaba que ella debía hacer lo mismo sin importar que su vida se perdiera en el infinito y más allá.

—Q-quiero, por p-primera vez... ah, ah... serle útil —dijo casi en una exclamación como si se tratara de un guerrero en media batalla contra cinco tipos más grandes que él y más veloces. Ella estaba entera y nadie le impedía seguir, pero sentía casi la misma adrenalina que sentía un guerrero primerizo en su primera guerra al frente.

Frenó violentamente al ver una pequeña abertura ente dos árboles enormes, la luz marcaba el inicio de aquel lugar. La aldea que habían pasado hace dos días.

La aldea de la Bruja de las Montañas y su amigable hijo mitad yōkai, Jinenji.

Corrió desesperadamente por los caminos sin muchas ramas o piedritas. Los pies ya le ardían y le dolían por tanto correr y por tanto raspar la planta en la tierra. Pero no se detendría.

...

Sesshōmaru pareció sorprenderse al ver la dirección que había tomado Rin para su primera parada. La aldea donde habían encontrado a un ser hibrido y a su anciana madre cuyos conocimientos acerca de las plantas medicinales podría ser de utilidad. Alguien podría jurar que si se le viera en su forma humana, notaría con mucho esfuerzo una inexistente pero sincera sonrisa. Una vez más había comprobado que haberla salvado, no había sido un error.

Se mantuvo en el aire y miró a la niña correr entre algunas personas, sin embargo. Él jamás la perdería de vista.

Jamás lo haría.

De nuevo, malditos sean los genes de su padre.

...

Jaken estaba montado en Ah-Un sin molestarse en llamar a Rin o al amo Sesshōmaru, sabía que probablemente ambos estarían juntos.

Ah-Un le quemó las nalgas cuando murmuró sobre lo astuta que había sido esa infame niña para convencer al amo para irse con ella. Después de apagar el fuego en un pequeño riachuelo, lo meditó. Seguramente ella salió corriendo a algún lugar y el amo (como usualmente era su costumbre) la había seguido.

—Debo encontrar a esa niña —murmuró—. No puedo permitir que ella se lleve todo el crédito y ayude al señor Sesshōmaru cuando en realidad debo ser yo quién debo hacerlo.

Ah-Un soltó un gruñido. Si pudiese hablar le diría a Jaken que estar celoso de una niña era tonto.

...

—¡Permiso! —gritó Rin entrando con la mayor educación posible, la última vez que entró recibió una mirada molesta por parte de la madre de Jinenji porque entrar a casa ajena sin permiso era de muy mala educación.

La anciana dejó de moler algunas hierbas en un pedazo de roca con una piedra en manos. La miró y una débil sonrisa apareció en su rostro.

—Así que eres tú —dijo ella contenta. Con dificultad se levantó y con la espalda encorvada se acercó a ella—. ¿Qué haces por aquí?

—Me gustaría pedirle un favor —dijo Rin con cierta timidez; para esa niña la timidez no era muy común, pero al estar con esa mujer las palabras más coherentes y educadas solían salir por sí solas—, es el amo.

Por el amo, la anciana supo que era aquel yōkai con el que ella iba. Por unos momentos se le ocurrió que en algún momento Rin y Sesshōmaru compartirían una historia como la de ella y el padre de Jinenji. Lamentablemente también era probable que no fuese así; el yōkai de ojos amarillos no mostraba tanta pureza como su esposo y también dudaba que en algún momento eso fuese a cambiar.

—¿Ocurrió algo terrible? ―sabía que había ocurrido algo malo, por lo que «terrible» le pareció más adecuado. La niña asintió—, anda niña, cuéntame, ¿qué es?

...

Jaken seguía volando en el lomo de Ah-Un. La bestia de dos cabezas se cuestionó si debía arrojar a Jaken al vacío o seguir volando en espera de quedarse sordo. O sordos, ya que por un instante ambas cabezas olvidaban que pasaban por el mismo calvario por igual y pensaban lo mismo.

—¡Esa mocosa de Rin! ¡Hizo trampa! —exclamaba el sirviente moviendo el báculo de lado a otro. La niña había sido astuta, pero él lo sería más.

Ah-Un rodó los ojos dejando atrás un gruñido bastante cargado de molestia. ¿Por qué Rin los había llevado con ella?

Fin de Capítulo.    

¡𝙴𝚕 𝙰𝚖𝚘 𝚖𝚎 𝙽𝚎𝚌𝚎𝚜𝚒𝚝𝚊 𝚊 𝙼𝚒!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora