Un Ataque Inesperado

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Jaken seguía volando con Ah-Un con el rostro fruncido y el ceño fruncido con clara frustración marcada en la cara. Curiosamente ya se había calmado por la osadía de Rin de adelantársele para buscar la solución al problema de Sesshōmaru, además de llevarse precisamente al amo con ella; sabía que estar tan cerca de alguien como él (un extraordinario villano) le daría a la pequeña a ideas formas de cómo sabotear planes ajenos. Pero jamás pensó que serían los suyos los primeros en caer a los pies femeninamente infantiles.

—Ojalá que no encuentre nada —escupió Jaken con demasiado ímpetu, sintiendo el fuego de los celos quemar desde el estómago hasta la garganta.

Algo peligroso, aunque ese peligro no era tanto cuando se trataba del leal sirviente de Sesshōmaru.

Cuando él había empezado a vivir como el sirviente de uno de los yōkais más poderosos del mundo entero creyó que había sido destinado a la grandeza; al principio tuvo muchos sirvientes poderosos, después fue él mismo un sirviente de uno. Uno de los más fuertes debía aclarar. Y el hecho de que esa mocosa humana lo estuviese opacando en su deber lo estaba matando.

«El amo Sesshōmaru está pasando dificultades, y como su sirviente debo ayudarle; hacer lo que sea para serle útil». Tiró de las cuerdas de Ah-Un y después despegó hacía el horizonte.

...

Sesshōmaru regresó a donde había sido el refugió de todos la noche pasada; Rin se había quedado con la anciana mientras que su hijo, el mitad bestia habló con el gran yōkai para asegurarle que la pequeña humana regresaría a salvo con él, cuando ella lo quisiera; y aunque el albino tuvo sus dudas, terminó accediendo debido a que no deseaba ser visto por Rin ya que ésta le preguntaría más de una vez el por qué la había seguido.

No podía darle el lujo de saber que una parte de él (una que ya odiaba con todas sus fuerzas) le había obligado a seguirla con la intensión de asegurarse de que nada ni nadie la tocarán.

Por un momento notó que ni Jaken ni Ah-Un se encontraban en el lugar, sin embargo no le dio mucha importancia. A diferencia de Rin, éstos dos últimos sabían cómo defenderse por sí mismos, y sino eran capaces de sobrevivir por sí mismos como yōkais en perfecto estado, y si estaban perdidos entonces no eran merecedores siquiera de estar frente a él.

Se recostó en la tierra y se concentró en el aroma de su pequeña protegida, aún estaba con la anciana. Descansaría un poco para calmar sus nervios y después buscaría por sí mismo la forma de salir de esa patética situación.

Esperando que su orgullo pudiese recuperarse de esto.

...

―¡Vamos Ah-Un, más rápido! ―Jaken tiró de las cuerdas con fuerza, el yōkai bajo el sirviente le miró de soslayo con una peligrosa mirada.

Jaken por su parte necesitaba rápidamente encontrar la solución. Hierbas seguramente no servirían, lo que había dejado así era el hechizo de una Sacerdotisa Mala. Así que...

―Tal vez... ―se dijo pensativo.

Sí una sacerdotisa había podido meter al amo en ese problema, ¿podría ser que otra sacerdotisa podría sacarlo de él? Se arriesgaría. Tiró una vez más de las cuerdas de Ah-Un y exclamó:

—¡Ah-Un, al norte! ¡Debemos encontrar la solución al problema del amo!

...

Rin salió de la casa de la anciana y de Jinenji con la cabeza baja y con los ánimos por los suelos, se sentía tan decepcionada por no poder haber encontrado una solución al problema del amo Sesshōmaru que no quiso esperar a que la mujer le dijera algo para consolarla, necesitaba regresar a donde el amo y Jaken para después, entre todos, buscar una solución.

Sí, posiblemente eso sería lo mejor.

―¿Rin? ―llamarón atrás suyo. Rin se giró únicamente para impresionarse.

...

El cabello color azabache se movió frenéticamente hacía la derecha cuando una gran ventisca le tomó desprevenida. Sus ojos se mantuvieron fijos en los seres que había sentido momentos antes y se aferró al arco con fuerza, a pesar de que ese par no mostraba malas intensiones, ella no podía descartar que pudieran ser peligrosos y podrían atacarla en cualquier momento. Cuando el yōkai de dos cabezas aterrizó, el segundo demonio bajó de él, siendo reconocido automáticamente por la mujer de larga melena.

―¿Acaso tú eres...?

―¡Yo...! ―corrió hasta quedar frente a frente, éste sin casi nada de aliento―. ¡Yo soy el sirviente del amo Sesshōmaru! ―la criatura verde agitó su báculo de un lado a otro mostrándose más cómico que temible.

―¿Sesshōmaru? ―y sólo entonces, Kikyō se permitió mostrar una cara que podría quedar bien como la definición perfecta de la incredulidad.

―Quiero tu ayuda.

Kikyō frunció el ceño.

―Lo siento. Pero no te la daré —ya suficiente hacía con dejarlo vivir.

―¡¿Qué?! ¡Escucha niña, estoy molesto y no necesito escuchar negativas de ti!

Kikyō avanzó pasando de largo. A Jaken le dio un tic en el ojo derecho y sin darse por vencido la siguió.

―¡¿Acaso no sabes es de mala educación dejar con la palabra en la boca a quién te habla?!

―Me sorprende que lo sepas ―dijo la sacerdotisa sin detenerse.

―¿Acaso no me ayudarás?

―¿Por qué debería?

―¿Por qué? ―repitió Jaken molesto―, porque...

―No hay motivos para que yo ayude a tu amo. Así que regresa a donde perteneces. Ahora.

―¡Si no me vas a ayudar entonces quisiera que me contestarás algo!

Kikyō detuvo su andar y dejó que el yōkai la alcanzara.

―¿El qué?

«Todo sea por el amo, todo sea por el amo...» se repetía Jaken consecutivamente mientras dejaba poco de su orgullo atrás. Es decir, pedir ayuda a una sacerdotisa, y no cualquier sacerdotisa sino una que parecía ser una resucitada. Hecha de barro y huesos.

Fantástico.

Jaken apretó los puños.

―Todo comenzó ayer...

...

El reflejo del espejo de Kanna mostraba a alta definición todo un espectáculo que sin duda, Naraku disfrutaba a fondo.

El hecho de que el gran Sesshōmaru se mostrara en un problema tan patético le causaba tanta gracia que no era capaz de describirlo. Algo en aquel momento de irritabilidad por parte del medio hermano de Inuyasha le dejaba la boca con un buen sabor ya que después de todo, el yōkai se había reusado a formar parte de él y de sus ambiciones. Pero bueno, la arrogancia siempre tenía un precio y el demonio albino había encontrado el suyo sin saberlo.

Y entonces entre risas de su propio estilo, Naraku, decidió darle un pequeño toque personal a ese coctel de problemas que el mismo Sesshōmaru se había creado por sí mismo.

Nada grande, solo sería para divertirse un poco acosta del orgulloso demonio.

...

Sesshōmaru abrió los ojos y dejó de dormir cuando percibió algo a lo lejos. Sus sentidos se pusieron en alerta y poco después lo entendió.

Ese aroma lo conocía.

Y no sólo era ese aroma, sino seis perfectamente detectables, olerlos a todos y sentirlos acercándose a su posición le puso los pelos de punta, y por poco le hace aullar de dolor y más de allá de cualquier dolor físico, su orgullo estaba a punto de ser pisoteado.

Sin saberlo, Rin estaba a punto de golpearle donde más podía dolerle.

«¿Qué diablos has hecho... Rin?».

Fin de Capítulo.

¡𝙴𝚕 𝙰𝚖𝚘 𝚖𝚎 𝙽𝚎𝚌𝚎𝚜𝚒𝚝𝚊 𝚊 𝙼𝚒!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora